Regresaba el Barcelona de Bordalás a su feudo por primera vez tras los disturbios en la derrota por dieciocho a cero frente al Athletic de Bilbao. Media entrada en el Camp Nou, a pesar de recibir al Atlético de Madrid, debido a que, después de dos semanas, nadie había podido apagar los fuegos con los que despidió el público a su equipo. En un alarde de originalidad, los responsables azulgranas habían decidido utilizar la luz natural de las hogueras para iluminar el terreno de juego y así ahorrar en electricidad y calefacción, instalando alrededor de cada una de ellas un cerco metálico a modo de estufa de gas.
Las sombras que reflejaba semejante alumbramiento provocaron el desconcierto en los primeros minutos de juego, teniendo en cuenta que en ambos equipos se daba el caso de que no todas las sombras se movían de modo idéntico, ni siquiera similar, al de los jugadores a quienes pertenecían. La sombra de Luis Suárez, por ejemplo, provocó el caos al inicio del encuentro entre jugadores, técnicos y árbitros, que huían de ella, aterrados, al ver como trataba de agredirlos a todos de las más diversas formas: por medio de la patada traicionera, el codazo sin mirar, el mordisco o incluso el estrangulamiento.
De Burgos Bengoetxea, en un principio, decidió dejar hacer como es su costumbre al arbitrar al Barcelona, pero pasados unos diez minutos se vio obligado a intervenir ya que la sombra del uruguayo le perseguía sin descanso con las mandíbulas abiertas. En el minuto doce no tuvo más remedio que mostrar la tarjeta roja directa al jugador, que hasta el momento no había incurrido en ninguna acción sancionable, cuya sombra se resistió a marcharse señalando con vehemencia a la figura reflejada de Savic, que reía como el Drácula de Coppola cuando le visita Jonathan Harker.
El partido se reanudó tras las protestas de Bordalás, no por la injusta expulsión de Suárez sino por el guirigay lumínico, y pedía una conferencia telefónica urgente con Bartomeu que, como se sabe, dirige el club desde el exilio. Simeone, por el momento, daba instrucciones desaforadas, procurando no dejarse llevar por los sucesos paranormales, que hasta el momento le beneficiaban. Su sombra, sin embargo, proyectaba todo el tiempo en la banda aquella imagen suya con la mano en la entrepierna, a la que él perseguía tratando de pasar desapercibido para las cámaras, las cuales no le enfocaban, como también suele ser costumbre cuando se trata de situaciones que pueden comprometer al técnico colchonero.
En estas condiciones, los entrenadores decidieron sustituir a los futbolistas con sombras díscolas. Simeone se sentó en el banquillo y en su lugar salió El mono Burgos (cuya sombra simplemente tocaba la guitarra eléctrica) para recibir instrucciones. Por el lado del Atlético, se sentaron Costa, Savic y Correa, y por el del Barcelona tuvieron que sentarse todos menos Griezmann y Messi (que protestó a Bordalás porque no quería quedarse a solas con el francés), por lo que debieron pedir un permiso especial al colegiado, que naturalmente concedió al instante, para hacer todos los cambios.
Finalmente, De Jong también permaneció en el campo por decisión de Bordalás, que prefirió que el holandés continuara al descubrir que su sombra jugaba mejor que él. Al no tener suficientes sustitutos, Bordalás amenazó con dimitir en ese mismo momento si no le ponían al habla con Bartomeu. De Burgos Bengoetxea dio un plazo sin límite para que se realizase la comunicación, que finalmente no se pudo realizar, al parecer porque, a pesar de estar en línea, el presidente no sabía qué decir y en lugar de hablar empezó a hacer ruidos con la boca que imitaban a los de las interferencias.
Cuando el entrenador salmantino abandonó, no sólo el club sino toda Barcelona prometiendo no volver jamás, tras unos minutos de delirio y desconcierto, Piqué, que ya se había duchado y vestido, se hizo cargo de la dirección del equipo con el correspondiente permiso de De Burgos Bengoetxea quien, impelido por las circunstancias extraordinarias y aprovechando la confusión, había cambiado el botecito de spray arbitral por un tubo de relajantes. Rápidamente Piqué, en una demostración organizativa y de solvencia sin parangón, completó las posiciones sin recambio del equipo con empleados japoneses de la empresa Rakuten, a quienes había movilizado desde el vestuario.
Como no tenía camisetas para ellos, decidieron reutilizar las de los jugadores salientes, lo que, sin embargo, tenía un inconveniente además de la talla: los nombres impresos. Jordi Alba, a quien Piqué había nombrado su segundo, había encontrado el spray desechado de De Burgos Bengoetxea y había propuesto usarlo para escribir los nombres de los jugadores japoneses sobre el nombre de los propietarios de las camisetas. Dicen que Piqué, al escuchar la idea, comenzó a dar golpecitos en la cabeza de su ayudante con los nudillos mientras negaba con la cabeza y Alba reía con una sonrisa nerviosa y conejil.
El caso es que, en otra muestra de audacia sin igual, Piqué decidió desnudar a los japoneses y pintarles la equipación. De nada sirvieron las ininteligibles protestas de los empleados de Rakuten, que hubieron de someterse a la pintada entre juramentos terribles. Para mayor escarnio, el encargado de escribir sus nombres en sus espaldas fue Sergi Roberto, a quien se le ocurrió la idea de catalanizarlos aprovechando la coyuntura. Así, Nakitani, se convirtió en Naquitany, Nishimoto, en Nisimot, y Mishina en Misinau.
De esa guisa salieron los japoneses al terreno de juego junto al resto de sustitutos y el partido se reanudó. Piqué puso en punta a sus tres incorporaciones y les dijo que corrieran todo el rato y gritaran ¡Banzai! sin parar. En uno de los lances, el excesivo ímpetu de Nisimot hizo que se golpeara frontalmente contra unos de los palos de la portería contraria, quedando inconsciente durante unos segundos. Cuando la asistencia le echó agua por encima se le borró la equipación y tuvieron que, primero secarle como a un bebé y luego volver a pintarle.
Tras la recuperación y remozado de Nisimot, el partido transcurrió por derroteros enormemente aburridos debido a la inoperancia atacante de los novatos culés del sol naciente y a la proverbial impericia de la delantera atlética.
A mediados del segundo tiempo, sumidos público y jugadores y televidentes en un sopor bíblico, comenzó a notarse un descenso paulatino de la iluminación. Las hogueras, al fin, estaban agotando su combustible. Piqué, el míster, pidió que encendieran los focos, pero le dijeron que, para aprovechar los incendios, habían dejado de pagar la luz para ahorrar y no podían encenderlos. Jordi Alba dijo: “Pues, entonces: ¡Más madera!”, mientras reía como un personaje malvado y pequeño de Asterix.
Las nubes amenazaban lluvia. Parecía que el Atlético se estiraba en busca de la victoria. Fue en un remate imprevisto de Misinau que golpeó con violencia inusitada en el travesaño de los visitantes el que propició el contraataque. El rebote devolvió la pelota hasta el mediocampo, donde esperaba Morata completamente solo.
El delantero de corazón rojiblanco cabalgó hacia la portería rival sin oposición, se deshizo con un magistral regate del meta Cillessen, que había salido hasta allí para intentar cortar la jugada y, cuando se disponía a rematar con total facilidad, resonó un estremecedor trueno al que siguió una súbita tromba de agua que, justo cuando el balón se disponía a traspasar la línea de gol, apagó las hogueras e impidió que el gol, por "invisibilidad fortuita", según reflejó en el acta De Burgos Bengoetxea, subiera al marcador.
La Liga continúa:
Jornada 28: Mallorca 1 - F.C Barcelona 2
Jornada 28: Real Madrid 16 (más o menos) - Eibar 1
Jornada 29: F.C Barcelona 1 - Leganés 1
Jornada 29: Real Madrid 2 - Valencia 2
Jornada 30: Sevilla 2 - F.C Barcelona 0
Jornada 30: Real Sociedad 16 - Real Madrid 16
Jornada 31: F.C Barcelona 0 - Athletic de Bilbao 18
Jornada 31: Real Madrid 4 - Real Mallorca 3
Jornada 32: RCD Espanyol 1 - Real Madrid 1
Jornada 32: Celta de Vigo 0 - Barcelona 5
Jornada 33: Real Madrid 6 - Getafe 4
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