Favoritos

El sábado somos favoritos. No hay que tener miedo a serlo. No cuando eres madridista. Sobre todo cuando el rival es la Juve, un equipo con solera, uno de los grandes de Europa. Ser favoritos no garantiza la victoria, pero serlo cuando nos enfrentamos a equipos claramente inferiores puede parecer que le resta mérito. Por eso yo prefiero que el sábado seamos favoritos frente a un gran equipo como la Juve, porque quiero disfrutar a lo grande cuando ganemos la Duodécima.

En realidad, el Madrid siempre es favorito. Esa es la razón última del antimadridismo. ¿Cómo va a resultar simpático, para quien no ha tenido la fortuna de nacer madridista, un equipo que acumula trofeos en sus vitrinas con la misma compulsión con la que un paranoico abastece su búnker en vísperas de un apocalipsis nuclear? Claro que perdemos de vez en cuando, que hemos pasado etapas de sequía, lo contrario sería un absurdo y un aburrimiento. No somos invencibles, y saberlo nos convierte también en favoritos.

Imaginemos por un momento que el Atleti hubiera llegado de nuevo a la Final. Seguiríamos siendo favoritos, aunque sólo fuera por mor de la estadística (o de la costumbre). Nos enfrentaríamos, sin embargo, además de a un equipo correoso con afán de revancha, a un sinfín de lugares comunes y refranes: que si lo que le debe el fútbol a estos muchachos, que si a la tercera va la vencida, que si David, que si Goliat. Ganaríamos de nuevo, claro, pero sería imposible mejorar el cabezazo de Ramos en el minuto 93 o la estampa de Lucas Vázquez haciendo girar el balón de camino al punto de penalti. Cuando uno es siempre favorito, porque siempre gana, quiere que las victorias sean memorables, como lo fueron esas dos. La Séptima la recordaremos siempre por largamente deseada, por suponer el retorno del Real a su casa y por el gol de Mijatovic. La Octava es Macca flotando en el aire en un partido contra un rival que nunca dudó a quién pertenecía la Orejona. La Novena es de Beethoven, o sea de Zidane. ¿Sería posible fabricar momentos así en una nueva final contra Los del Río (Manzanares)? No creo. Ganarle otra Champions al Atleti habría sido como El Padrino III, que es una buena película pero no resiste la comparación con las dos obras maestras previas.

¿Y el Barça? Confieso que me habría encantado encontrármelos en Cardiff. Seguiríamos siendo favoritos; tenemos seis Copas de Europa más que ellos. También les ganaríamos, qué duda cabe. Pero no sería, como en el caso del Atleti, otra victoria más, una de tantas, la misma vieja historia de siempre. Un Madrid-Barça es siempre otra cosa. Es muchas otras cosas. Demasiadas. Bien pensado, sería una final tan cargada de significados y connotaciones que lo más probable es que acabara siendo un mal partido de fútbol. Hay tantos “clásicos” a lo largo del año que quién necesita otro más. Además, los culés no iban a saber disfrutar de una improbable victoria. Acuérdense de Carlin; ganar la Copa de Europa no es equiparable a la emoción de remontar en cuartos.

No, yo prefiero que nos midamos con otro grande de Europa, a ser posible de un país que ya sea independiente. Nunca hemos jugado contra el Bayern de Munich una final de Champions; tal vez el mejor enfrentamiento posible para el acontecimiento deportivo más importante de la temporada. Nos hemos de conformar con haberlos eliminado en cuartos este año. Y sólo hemos jugado una con un equipo inglés, aquella que perdimos contra el Liverpool en París. Esas serían mis finales soñadas, contra la pérfida Albión o contra los bárbaros bávaros. Habrá que esperar. La Duodécima tendrá que ser contra La Vecchia Signora. Lo bueno es que ya sabemos cómo ganarles; lo hicimos en un momento mucho menos propicio y entonces Zinedine iba con ellos. No veo que se subraye lo suficiente este detalle: Zidane sabe lo que es perder una final de Champions contra el Madrid. También sabe lo que es ganarla con el Madrid, como jugador y como técnico. Eso también nos convierte en favoritos.

Porque, piénsenlo despacio, nosotros podemos preferir a uno u otro equipo rival en ese partido decisivo en el que la historia y la costumbre nos obligan a desempeñar el papel de favoritos, pero ¿creen que les pasa lo mismo a los seguidores de la Juve, del Bayern, del Barça, del Atleti, de cualquier hipotético adversario? Ellos lo que tienen claro, lo confiesen o no, es que si pudieran elegir preferirían a “cualquiera menos el Madrid” en la final de la Champions. ¿Disputar el más prestigioso torneo con el que lo ha ganado once veces y sólo ha perdido tres finales? Nadie quiere jugar, además de contra un gran equipo, contra la historia y la costumbre. Nadie quiere jugar contra el favorito, como demuestran las últimas declaraciones de los jugadores de la Juve.

Un verdadero madridista sabe que da igual a quién nos enfrentemos; sufriremos mucho o muchísimo, pero ganaremos. Si usted duda, no es tan madridista como cree. En un artículo que recorté y guardo como oro en paño, escrito por Javier Marías en vísperas de la Séptima, el de Chamberí escribió: “La Juventus parece imbatible, una maquinaria. Pero sé que el Madrid le va a ganar, como lo supe siempre en las finales vividas de "nuestra" Copa, incluso cuando las perdió”. Eso me pasa a mí cuando pienso en lo que va a suceder el sábado en Cardiff.

Número Tres