Ignacio Zoco es una de las grandes leyendas del Real Madrid. Un hombre que defendió con tesón el escudo blanco y que estuvo ligado a la entidad de Chamartín durante media vida. Navarro de nacimiento (31 de julio de 1939), creció en la posguerra en la pequeña localidad de Garde. Futbolista espigado, con grandes cualidades físicas y muy sólido en su juego, destacaba por su trabajo defensivo, poderío aéreo, brega y carácter. Su primer equipo fue el Esperanza de San Francisco Javier y a continuación jugó dos temporadas en el Oberena en Tercera División. El gran rendimiento mostrado en el conjunto blanquiverde llamó la atención del C.A. Osasuna que en 1959 lo contrató.
En el cuadro rojillo debutó en Primera División de la mano de Ignacio Eizaguirre ante el Real Oviedo en el curso 59-60. Esa campaña actuó en 13 partidos más, aunque los pamploneses acabaron descendiendo. Un año más tarde el Osasuna regresaría a la máxima categoría tras liderar con claridad la división de plata, siendo Zoco uno de los grandes baluartes para conseguirlo. Su última temporada como rojillo fue en 1961-1962 compartiendo centro del campo con Fusté y teniendo como compañeros a otros exmadridistas como Miche y Serena. El Osasuna se salvó por los pelos y Zoco demostró estar listo para dar un salto en su carrera.
El F.C. Barcelona le tentó a él y a Félix Ruiz, magnífico interior, pero quien se hizo con los dos jugadores finalmente fue el Real Madrid. Raimundo Saporta llamó a ambos por teléfono y semanas más tarde el gerente Antonio Calderón se presentó en la sede de Osasuna, les sacó del cine y les mostró los contratos redactados. En la capital y antes de conocer a su futura esposa Zoco compartió vivienda con Glaría, un futbolista del Atleti, también navarro y que ocupaba su misma demarcación.
Con la zamarra blanca debutó con gol en un amistoso ante el Black Stars en Accra en agosto de 1962, aunque su primera temporada en el equipo blanco fue de adaptación. Disputó 13 partidos de Liga y pudo colaborar en el título logrado por los hombres de Miguel Muñoz. Ya en su segundo curso fue cuando se hizo con la titularidad y guardó las espaldas al galo Muller en el mediocampo. El Real Madrid revalidó el título de Liga pero el final de campaña fue amargo al perder la final de Copa de Europa frente al Inter.
Otro entorchado liguero llegó en 1965 previo paso a la gran conquista de la Sexta Copa de Europa para las vitrinas madridistas en 1966. Esa temporada se inició la sociedad legendaria formada por Pirri y Zoco acompañada de otros nueve futbolistas blancos en el once inicial y jugadores como Puskas, Santamaría o Aguero en la recámara. Se elimina consecutivamente en la competición continental a Feyenoord, Kilmarnock, Anderlecht e Inter de Milán y en la final en Bruselas se derrota al Partizan de Belgrado con los célebres tantos de Amancio y Serena.
En el siguiente trienio sigue siendo parte fundamental de los triunfos de la institución capitalina, sobre todo en Liga cuyo dominio recuperan tras quedar en segunda posición en el curso 1965-1966 por detrás del Atleti. A partir de 1967 Zoco retrasó su posición y empezó a ser habitual verle en la zona central de la defensa. En primer lugar tuvo como pareja a Zunzunegui, luego a De Felipe y por último ya en los 70 su socio fue Gregorio Benito.
Hasta su retirada pasaron cuatro años en los que siguió ampliando su palmarés con dos Copas y una séptima Liga en la temporada 1971-1972, justo un año después de caer en la final de la Recopa pese a un gol suyo salvador en el primer choque. La decisión de colgar las botas la tomó una tarde invernal de 1974 en la que el F.C. Barcelona de Cruyff, Sotil o Asensi les apabulló en casa por 0-5. Bernabéu instó a Zoco a que se lo pensara pero el navarro no cambió su decisión. Su despedida, eso si, tuvo un final feliz. Merengues y culés se encontraron en la final de Copa y el Real Madrid se vengó con una goleada por 4-0. Zoco entró por Grosso a poco del final y fue el encargado de recoger el trofeo y alzarlo al cielo madrileño. Unos meses más tarde el club le rindió un merecido homenaje con un partido contra el Panathinaikos, donde el espigado jugador fue condecorado con la Medalla de Caballero de la Orden de Isabel La Católica.
Con la selección española fue internacional en 25 ocasiones, buena cifra puesto que era una época en la que había menos partidos que en la actualidad. Se estrenó ante Gales en Cardiff en la fase de clasificación para el Mundial de Chile 1962 y también jugó en la vuelta en el Bernabéu y frente a Marruecos en la siguiente eliminatoria. España logró el billete pero Zoco no entró en la lista definitiva. El dúo Hernández Coronado y Helenio Herrera no confiaron en el navarro, a diferencia del anterior seleccionador Pedro Escartín, que además en su famoso informe que salió a la luz meses antes del Mundial le dedicaba magníficas críticas.
A mediados de 1963 regresó al combinado nacional, ya con Villalonga en el cargo, y se hizo un fijo en el equipo. Su gran compenetración con Fusté en el medio fue clave para que España superase a Irlanda del Norte en cuartos de la Eurocopa de 1964 y llegase a la fase final celebrada en casa. En Madrid primero se deshicieron de Hungría tras una dura prórroga y a continuación en la final se levantó el título después de derrotar a la URSS con el famoso gol de Marcelino. Zoco entraba de esta forma en la historia al ser uno de los protagonistas del primer gran trofeo de la selección.
Su carrera internacional continuó un lustro más en el que tuvo la oportunidad de disputar un Mundial, el de Inglaterra de 1966. Titular en los tres choques de la fase de grupos ante Argentina, Suiza y Alemania Occidental, los hispanos acumularon dos derrotas y un triunfo ante los centroeuropeos y tuvieron que despedirse del torneo en la primera fase. Tras dos años de ausencia Domingo Balmanya le reclutó para la eliminatoria de cuartos de final de la Euro 1968 contra los ingleses que acabó en eliminación y su último partido lo jugó en 1969. En Lieja la selección se vio las caras con Bélgica, en un duelo a vida o muerte para el Mundial de 1970 que finalizó con derrota y con una tangana entre jugadores españoles y la policía belga.
Tras colgar las botas fue delegado de deportes de la Comunidad foral de Navarra hasta que en 1982 retornó al Real Madrid. Luis de Carlos le nombró directivo del Castilla y a partir de 1996 fue delegado del primer equipo durante dos años y medio. Su última labor en el club blanco y que ha desempeñado hasta la fecha fue la de presidente de la Asociación de Veteranos, puesto al que accedió tras el fallecimiento de Alfredo Di Stéfano.
Estaba casado con la cantautora María Ostiz, con la que tenía tres hijos. Uno de ellos, Jorge, fue futbolista y militó entre otros equipos en el Getafe, Motril, Manchego o Badajoz.
De él dijo Bernabéu tras su partido homenaje que “había sido un ejemplo de honradez, entusiasmo, lealtad y entrega incondicional a los colores del Real Madrid”.
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Está claro que a D.Santiago y D. Alfredo les hacía falta un jugador de rompe y rasga para su equipo celestial y lo llamaron para que fichara. Leí por ahí , la definición que daba de la eternidad un sacerdote, aficionado al fútbol y madridista. Decía aquel buen hombre que para él la eternidad celestial, era un eterno partido entre el Madrid y el Barcelona, en el que los blancos siempre fueran por delante en el marcador. Pues eso, creo que ese partido ha comenzado desde que D. Alfredo nos dejó y D Santiago que se aburría, está haciendo plantilla.
Muchas gracias, Alberto, por esta semblanza -tan completa- de una de las leyendas del Madrid y gran persona, Ignacio Zoco (qepd). En estos días he estado viendo varias de las entrevistas que le hicieron en los últimos años, y es impresionante su amor por nuestro club, y la claridad de sus ideas sobre lo que representa defender el escudo blanco y sobre el madridismo. Un placer leerte. ;))