Cuando este verano se confirmó que Messi sí que se iba del Barcelona, rumbo a París, pensé por unos días que lo de Mbappé con el Madrid tenía sentido. Que podía ocurrir, incluso este mismo verano. Anestesiado durante demasiado tiempo por el antigalacticismo del último Florentino, sentí de pronto algo parecido a aquella emoción juvenil de cada verano de mi adolescencia madridista, cuando el presidente Pérez nos regalaba a cada madridista millennial un día de Reyes infinito, cuya víspera se alargaba dos meses hasta el clímax definitivo del final de agosto.
Me acordé de cuando el Madrid fichó a Ronaldo Nazario. Yo tenía catorce años y compraba el Marca todos los días. Ese año habían sido la Novena y luego el quinto Mundial de Brasil, y desde la volea de Zidane en mi mente, toda decorada de blanco, nada parecía de verdad imposible. De pronto un día estalló la bomba. Recuerdo que veía un partido amistoso, un cuadrangular de lujo que como cierre de los fastos del Centenario Florentino organizó para el Trofeo Bernabéu, con Liverpool, Bayern y Milan, los tres reyes en la corte del emperador. En la previa, creo que fue Luque, el último de la especie en extinción de los locutores deportivos españoles sobrios y con sentido del ridículo, dijo en Antena 3 que el Madrid estaba cerquísima de fichar al que el Marca, jugando en el Barcelona, había llamado un día «El Extraterrestre».
Al día siguiente corrí como un endemoniado al kiosco y en el Marca salían Figo, Zidane y Ronaldo vestidos de astronauta. Encima había un titular que decía algo así como que Florentino quería por fin redondear su galaxia. La excitación fue tan viva que ya no pude dejar de quemar el teletexto a cada hora (¡cómo se vivía el calciomercato sin Internet, eso sí que era angustia!) para saber el momento exacto en el que se encontraban las negociaciones entre mi rey mago Pérez y Massimo Moratti, el peculiar dueño del Inter que por entonces proclamaba que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que Ronaldo se iría de Milán para jugar en Chamartín.
Me acordé de cuando el Madrid fichó a Ronaldo Nazario. Al día siguiente corrí como un endemoniado al kiosco y en el Marca salían Figo, Zidane y Ronaldo vestidos de astronauta. Encima había un titular que decía algo así como que Florentino quería por fin redondear su galaxia
Aquel culebrón resumió el «método Florentino» de fichar, que Valdano admiró poniéndole texto a la famosa imagen del presidente, arremangado, revolviendo papeles y hablando por teléfono en una oficina del Bernabéu a altas horas de la noche del «deadline»: un máster en negociación. El método Florentino era el de la araña, que, como decía Roth, es el más inteligente de todos los cazadores, porque su estrategia, esperar, es «la más sabia y sensata» de la madre naturaleza, pues juzga inútil «la caza desesperada a la que se dedican todos los seres vivos».
Florentino seducía al galáctico sublimando lo diferencial de jugar en el Madrid, de «ser» del Real Madrid, y entonces esperaba. Los que crecimos con el primer florentinismo nos lo sabíamos de memoria: se trataba de aguardar gestos y declaraciones de la superestrella seducida, nada grave ni escandaloso pero sí lo suficientemente serio como para que la posibilidad de «ponerse en rebeldía» atemorizase al club dueño de sus derechos con un peligroso pleito que lo dejase sin futbolista y sin dinero. La atmósfera creada en el mundo entero alrededor del cortejo entre Florentino y el galáctico de turno hacía el resto. Se generaba una presión tal que la otra parte acababa cediendo, y sobre la bocina se cerraba un acuerdo histórico que batía récords y originaba una cascada de polémicas y opiniones cuyo volumen, por sí mismo, ya justificaba, publicitariamente hablando, lo audaz de la operación. La última presa así cazada fue Bale.
Aquel culebrón resumió el «método Florentino» de fichar, que Valdano admiró poniéndole texto a la famosa imagen del presidente, arremangado, revolviendo papeles y hablando por teléfono en una oficina del Bernabéu a altas horas de la noche del «deadline»
Pero como el mundo del fútbol ha cambiado tanto en la última década, el método Florentino se ha quedado obsoleto, o eso parece. Los nuevos contrincantes del presidente Pérez son testaferros de gente que vive sobre pozos de oro líquido, el espectáculo marcha de capa caída en todas partes y no siendo sociedad anónima deportiva, las opciones son limitadas. Con Mbappé llevamos los madridistas desde 2017 como Giovanni Drogo, el protagonista de la fabulosa novela de Dino Buzzatti El desierto de los tártaros: esperando un gran acontecimiento, la catarsis que renovará por completo la capacidad destructiva del Madrid y lo impulsará hacia el dorado futuro, un día que lo cambie todo y para el que hay que prepararse, pero que no llega.
El fichaje de Messi por el PSG me hizo creer por unos días en que de verdad Mbappé forzaría su marcha este mismo verano, ansioso por recoger el testigo de la grandeza madridista y liderar el proyecto de renacimiento del club-horizonte simbólico del fútbol mundial. En el libro de Buzzatti hay un momento en el que los tártaros, por fin, atraviesan el inmenso desierto que los separa de la guarnición en la que Drogo lleva toda la vida acuartelado y parece que van a atacar. La espera se había convertido en la razón de ser de su vida y de la de todos los soldados que se marchitaban puliendo sus armas para estar listos el día del ataque. Aunque muchos perdieron antes la fe y se largaron convencidos de que la amenaza de los tártaros era un fantasma con el que embromarlos en el culo del mundo, Drogo se había aferrado tanto a la maquinal rutina que, si llegar a perder la esperanza en el gran suceso que estaba por venir, perdería el asidero que lo mantenía cuerdo, el sentido de su propia existencia.
El fichaje de Messi por el PSG me hizo creer por unos días en que de verdad Mbappé forzaría su marcha este mismo verano, ansioso por recoger el testigo de la grandeza madridista y liderar el proyecto de renacimiento del club-horizonte simbólico del fútbol mundial
Pero los tártaros seguían sin venir, como Mbappé, a pesar de que los periodistas de cámara de Florentino han rescatado de nuevo los oficios de cuando el método funcionaba y los galácticos podían llegar al Madrid de verdad. El tic-tac de Pedrerol, los insiders que vuelven a florecer como los hongos en el queso viejo y las ranitas como metaperiodismo me hicieron caer en un pozo de nostalgia. ¿Y si venía, por fin, de verdad? El dinero infinito del emirato de Qatar es un muro de realidad tan denso e impenetrable como, precisamente, la esperanza, que, muchas veces por desgracia, es lo último que se pierde. Si las sucesivas gestas «negociacionales» de Florentino me hicieron creer que podía con todo, y como los magos, hacer de lo blanco negro en el último segundo del último minuto, con Mbappé, a partir del segundo verano, empecé a sentirme como cuando los Reyes no te ponían el juguete que más deseabas. Conformarse con «en 2022 vendrá gratis» tiene mucho de día 7 de enero, de 7 de enero interminable.
El Mbappé o nada en el que parece instalado Florentino y su dirección deportiva desde el threepeat puede entenderse como una quijotada o como una calamidad, según se ceda ante la exigencia inhumana autoimpuesta por el propio club de ganar siempre y bajo cualquier circunstancia, o, por el contrario, ante la constatación de la cruda realidad a la que la pandemia y los clubes-Estado han abocado al fútbol contemporáneo. Los cortesanos mediáticos de «la presidencia» llevan repitiendo cuatro años ya la misma táctica del mentidero: filtraciones acerca de un cambio de postura negociadora de Al-Khelaifi que nunca llega a producirse, cuentas con tiza en la barra de un bar sobre las economías del Madrid o revelaciones de homúnculos tuiteros con nombres en árabe o en francés que aseguran disponer de información relevante emanada directamente del «entorno» de Mbappé sirven para embelesar al madridista como las historias antiguas de los tártaros removían la vanidad, el orgullo, la fascinación, el miedo y la angustia existencial de la tropa acantonada en la Fortaleza Bastiani.
Conformarse con «en 2022, Mbappé vendrá gratis» tiene mucho de día 7 de enero, de 7 de enero interminable
Con Mbappé parece que siempre están pasando cosas y sucediéndose noticias pero, en realidad, nunca pasa nada. Lo que demuestra la capacidad infinita del periodismo deportivo actual de reproducirse como un fractal partiendo del vacío, del humo, de la nada más absoluta. La inventiva y la cara dura no tienen límite, como el mismo universo, y la cosa da lugar a espectáculos de telerrealidad que inauguran una nueva época de la comedia nacional: el Chiringuito, que ya tiene cuentas que lo traducen al inglés, está rompiendo moldes fuera de España, causando asombro y admiración en el mundo entero. Por lo que si bien Mbappé puede que no venga nunca, Pedrerol está agigantando su figura como creador de contenidos, sacándose de la manga un formato televisivo barato y exitoso con posibilidades de ser exportado al exterior con éxito. Eso que nos llevamos.
Con el clímax de una historia pasa siempre que hay que tener cuidado y no dilatarlo demasiado. Se corre el riesgo de que, al final, al espectador ya no le importe
Con el clímax de una historia pasa siempre que hay que tener cuidado y no dilatarlo demasiado. Se corre el riesgo de que, al final, al espectador ya no le importe. Es como el factor sorpresa: pende de un hilo muy fino. El timing es esencial en todo esto y el método Florentino manejaba con maestría los picos de entusiasmo, ilusión e intriga. Era un thriller, el mejor de cada verano. La llegada de Ronaldo al aeropuerto de Torrejón desde Milán tuvo carácter de asunto de Estado. Lo escoltó la policía hasta el Bernabéu y todas las cámaras de todas las televisiones del mundo se arremolinaron como un enjambre en torno al coche oscuro de lunas tintadas desesperados por captar la primera sonrisa resplandeciente del astro en Madrid. Aquello era una superproducción internacional, el florentinato adquiría entonces naturaleza de peplum hollywoodiense. A lo mejor Mbappé llega y ya no le importa a nadie, pues la suspensión de la incredulidad no se puede mantener para siempre y sobre todo, no se puede mantener con según qué cosas. El final de la serie Perdidos demostró que el espectador acaba por no tragar con todo, y el culebrón Mbappé empieza a coger hechuras de vodevil, de algo realmente intragable. A falta, naturalmente, del último acto, al que como hijos de un mundo perdido asistiremos sintiéndonos otra vez niños en una cabalgata. Porque a fin de cuentas, eso seguirá latiendo siempre bajo el nervio de la industria del fútbol, hasta que llegue el meteorito.
Fotografías Imago.
Estas negociación ha perdido el aura de misterio de las anteriores porque todo se retransmite al segundo por internet, lo que pasa y sobre todo lo que se inventa, especula y opina.
En el fondo el nivel de contactos y negociaciones real se ignora. Los clubes y el jugador ocultan algunas cosas y sugieren otras, a veces reales y otras ficticias. Puede que no haya nada. O puede que el PSG necesite tener ya jugando a Messi y Neymar y atado otro fichaje para anunciar la venta. O se hace el interesante para que el Madrid ofrezca más. O el Madrid se hace el interesante y ofrece menos de lo que se dice. O puede que el jeque pida dinero y Vinicius. ¿Sería sensato meter a Vinicius en la operación? No. ¿Sería sensato no meter a Vinicius en la operación por dos partidos? Tampoco.
Nada sabemos en este juego de engaños entre clubes, jugadores más agentes y periodistas.
Todo es un entretenimiento de verano. Es una película en la que lo que vemos no es real y solo importa el final.
Le ruego me disculpe, pero hay algo en su comentario que no me acaba de convencer. Y es esto:
"¿Sería sensato meter a Vinicius en la operación? No. ¿Sería sensato no meter a Vinicius en la operación por dos partidos? Tampoco."
Es un win-win de manual muy del estilo de los Lama, Carreño & Co.
Entendería que dijera "No lo sé en ambas opciones". Lo cierto es que ni usted, ni yo, ni creo que nadie sepa si es razonable o no quedarse o intercambiar Vinicius + dinero por MBappé. No tenemos una bola de Cristal, y no podemos ver el futuro.
A día de hoy, Mbappé es y ha demostrado ser mucho más que Vinicius... pero como comentaba alguien por aquí esta semana, Cristiano a estas alturas presentaba números similares a los de Vinicius... Pueden comprobarlo en BDFUTBOL buscando a ambos jugadores y comparando sus 3 o 4 primeras temporadas como profesional. También hemos visto pagar auténticas millonadas por jugadores más que contrastados y que en principio no estaban en edades pasadas, que han salido rana, tanto en el Madrid como fuera de él... Kaká, Hazard, Dembelé, Coutinho... Si bien en mi opinión los dos últimos han demostrado menos que los dos primeros. Pero valgan como ejemplo de millonadas pagadas por auténticos Bluffs.
Con esto quiero decir que Vinicius puede quedar como lo que es hasta ahora, un tío muy efervescente pero poco eficaz salvo momentos puntuales, o puede convertirse en un pedazo de crack, y con Mbappé exactamente lo mismo pero al revés, puede continuar siendo un fenómeno y ser un top 5 los próximos 10 años, o convertirse en otro "¿Qué fue de..."
Y dado que no tenemos bola de Cristal, pues hay que esperar, rezar, y ver qué sucede. Y sobre todo intentar no caer en las monsergas falaces típicas de los ciudadanos periodistas que por más que no leamos ni escuchemos, luego repetimos como loritos... que si fulano está gordo, que si se ha peleado con mengano, que si el otro se marcha antes de finalizar los partidos y no es un profesional, que si el otro se lesiona por poco profesional... y por encima de todo, intentar ser más objetivos y menos groupies, que conozco a mucho madridista que se caga en Bale por sus constantes lesiones, pero oye, que adora a Carvajal que se lesiona lo mismo o incluso más... Justo justo igual que nuestros queridos periodistas deportivos.
Me temo que a los únicos que vamos a esperar es la Bale, Hazard, Carvajal y que Benzemá sea un poco más regular.
Y si alguien piensa que solo con Mbappé podemos competir, se está equivocando. Esta plantilla necesita mínimo un central de categoría, que mande en esa zona, un todocampista (no podemos estar toda la temporada con cuatro) y el goleador, que no solo marque diferencias, sino que intimide al contrario, para mí, Haaland.
y una afición un poco menos funesta, tampoco estaría mal.
Bien visto. Jeje je.
Sencillamente genial.
La mejor columna de opinión que he leído éste verano.
Vale para todas las "summerianas" siguientes.
Parece que sí, que hay oferta.
Lo confirma Fabrizio Romano