Espejito, espejito

Recuerden que esta misma noche a las 3 a.m. serán de nuevo las 2 a.m. Dos veces al año todos nos hacemos aprendices de Einstein para atisbar la punta del iceberg de su teoría de la relatividad. Dos veces al año se nos trastoca el reloj, y con él sobre todo el sueño, la hora de la cena, las actividades extraescolares de los niños, la luz, queridos galernautas, dónde se habrá ido la luz mañana, y con mañana queremos decir todos los mañanas hasta que de nuevo nos obliguen a semejante juego de dioses.

De esta importante circunstancia informan la mayoría de las portadas deportivas patrias, por una vez y sin que sirva de precedente, haciendo uso de su labor pública. Hasta aquí todo bien. El resto es simplemente el resto, aunque es un resto que en esta sección, ay, nos atañe particularmente. O no.

Menos mal que a las gentes de bien nos queda el Barcelona, esa aldea gala, esa noble resistencia, esa irredenta sociedad a un victimismo pegada. ¿Qué es esto de que llegadas las 3 sean otra vez las 2? ¿En qué cabeza cabe? ¿Cómo se atreven en Madrid a decirnos qué hora tenemos que poner en nuestros relojes? Dice Mundo Deportivo que el Camp Nou en peso clamará contra el despropósito esta misma noche. Dice Sport que habrá pañuelos y goles contra la ignominia. Añadimos nosotros que tal vez se cuele alguna cabeza de cochinillo en la necesaria fiesta reivindicativa. Amenazamos incluso con autoexcluirnos de la copa de vuestro Rey. Estamos incluso dispuestos a invitar al árbitro a nuestro particular 15M. Lo que sea por no asumir la imposición de Madrid -siempre Madrid- de cambiar la hora, cojons.

La hora es la que nosotros digamos. Las botellas de agua provocan los efectos que a nosotros nos salga de los valors. Los árbitros han nacido para ser rodeados por nuestra humildat en cada uno de sus pitidos y así ser reconducidos a la buena senda del seny. El balón es nuestro amic y por las noches nos cuenta en secreto que no quiere juntarse con vosotros... Con el tiempo hasta lograremos que la estelada sea la bandera oficial de la UEFA.

Y todo ello no por capricho. Todo ello no porque nos hayan mimado hasta extremos indecorosos, no porque vuestras sanciones, críticas y llamadas al orden las convirtamos en intolerables ataques imperialistas y sobre todo madrileños (valga la redundancia), sino por justicia, por el bien de la especie humana, por el canto de los pájaros al amanecer, por la madre Tierra, por evitar el llanto de un niño, por un amor que no nos cabe en el pecho; un amor a nosotros mismos, claro está, un amor reflejado por un espejo chulísimo que tenemos en el baño, en Canaletas y en las redacciones de nuestros periódicos, un amor que siempre nos dice que somos los más guapos del reino. ¿Reino? No, no y no. Ens roban.

Mientras prospera la protesta culé contra el cambio de hora -y estamos seguros de que lo hará- el Madrid juega esta tarde contra el Alavés con un Cristiano ansioso y enfadado. Zidane puede decir lo que quiera. Benítez pudo decir lo que quiso, y Ancelotti, y Mouninho... y hasta el ínclito Vanderlei Luxemburgo y su cuadrado mágico, pero lo que realmente importa, la realidad de lo real la dice el As y punto.

Así que si Relaño nos pone una foto de Cristiano con cara de mala leche, la conclusión es bien sencilla, queridos niños: Cristiano está de mala leche. Blanco y en botella sale azulgrana, que para eso el As es nuestro hombre en La Habana, el enlace de los valors en un territorio -otra vez Madrid- viciado por el florentinismo y sus secuaces.

Qué nos importa ahora que vuelva la BBC cuando está a punto de materializarse la enésima injusticia en forma de incomprensible cambio de hora. Estos de Marca viven en otro mundo, prefieren ignorar las nobles causas sociales, actúan como lo hacía el NO-DO en tiempos que aún siguen terriblemente vigentes. ¿La BBC? Venga, hombre, ya. ¿No han visto que esta noche hay batucada hippy en el Camp Nou? ¿No han escuchado que tot el camp es un clam?

Cambien la hora los temerosos y débiles de espíritu, que los justos y heroicos William Wallace de chichinabo estaremos ondeando banderas porque nada une más que la queja, porque qué seríamos sin un enemigo creado a conveniencia, sin una causa, qué seríamos sin nuestro ombligo. Espejito, espejito.