Ficha técnica:
Jornada 32.
Barcelona, 10 de abril de 2020, Estadio Cornellá-El Prat.
Colegiado: No vino.
RCD Espanyol: N’Kono; Naldo, Bernardo, David López, Pedrosa, Víctor Gómez; De la Peña, Marc Roca, Wu Lei, Carlos Marañón, Rafael Marañón.
Real Madrid: Courtois; Roberto Carlos, Marcelo, Ramos, Varane; Modric, Kroos (Areola, min. 89 [por decir algo]), Valverde; Vinícius, Bale, Benzema.
Buena entrada en Cornellá para recibir a un Real Madrid que no sabía si era líder o no, a pesar y después de la hecatombe sucedida en el Camp Nou la jornada anterior. En teoría sí lo era, líder, pero todas las tablas consultadas, oficiales y periodísticas, mostraban una nube en la parte alta de la clasificación que impedía corroborarlo, como si fuera a caer el diluvio.
Abelardo sorprendió con una alineación fantástica. Al parecer, había decidido devolverle la titularidad a N’Kono, el entrenador de porteros del RCD Espanyol, para ir “a lo seguro”, “¿Para qué voy a poner a Foster Wallace de portero teniendo a Faulkner?”, dicen que le oyeron decir a su segundo durante el último entrenamiento. Lo mismo ocurrió con el hombre gol españolista (y exmadridista), Rafael Marañón, que puso como condición para regresar al terreno de juego la de tener como pareja en la delantera a su hijo, Carlos Marañón, “que es un futbolista de cine”, añadió.
Con estas incorporaciones, además de la de De la Peña, titular por sorpresa, y Tamudo, en el banquillo (quienes creían que habían sido llamados a una fiesta revival de los noventa), se presentaron los locales ante un Madrid que también aparecía con la peculiaridad de que, al ser el día del cumpleaños de Roberto Carlos, Zidane, excompañero galáctico del brasileño, quiso homenajearlo de una manera tan especial como alinearlo en su lateral izquierdo, al mismo que tiempo que alineaba, también en el lateral izquierdo, a Marcelo.
El lateral derecho quedó vacío en una decisión extremadamente zidanesca que no importa lo más mínimo pues al final todo acaba saliendo bien para el técnico francés y correspondientemente para el Real Madrid, aunque no se sepa cómo, igual que en el teatro. Es un misterio como la ausencia del colegiado. Se consultó a los linieres para que uno de ellos asumiera el papel de árbitro principal, pero ambos (además del tercer árbitro) se negaron aduciendo que si se podía jugar un partido sin lateral derecho también se podía jugar sin árbitro. Así que así se hizo.
Al Madrid le costó entrar en juego, fundamentalmente porque los locales atacaban sin cesar por su lado derecho. En realidad, Zidane había dinamitado la estrategia del Pitu Abelardo nada más comenzar, que veía como sus jugadores se obcecaban por ese lado, por muy al descubierto que estuviese, obviando al resto del equipo y olvidando el planteamiento inicial. El encelamiento ideado por Zidane daba sus frutos, y más cuando la dupla atacante españolista no acertaba a convertir las clarísimas ocasiones que se le presentaban.
Poco a poco, el desacierto ofensivo de los locales hizo que los blancos se ordenaran a pesar del guirigay que tenían montado Roberto Carlos y Marcelo en la banda izquierda, quienes no acababan de acoplarse en su posición compartida. Cuando uno venía, el otro se iba y al revés. Por momentos, parecían Richard Pryor y Gene Wilder en No me chilles que no te veo. El caso es que así, conduciendo la pelota entre los dos con la extraña pero complementaria habilidad de un sordo guiando a un ciego, comenzaron a crear peligro en la portería de N’Kono, ante las protestas por la supuesta ilegalidad de la conducción robertomarcelista, que no iban a ninguna parte porque no había árbitro.
Los linieres corrían abajo y arriba por las bandas, levantando sus banderines sin ningún efecto sobre el encuentro. Parecían cheerleaders con pelos en las piernas. La queja habitual de los futbolistas era a un ente. Y de este modo cada futbolista se lo imaginaba a su lado, al árbitro, de tal manera que en ocasiones se podía ver a varios futbolistas al mismo tiempo reclamándoles a sus árbitros imaginarios, tanto en uno como en otro bando, mientras el juego seguía y Richard y Gene aprovechaban para avanzar entre la confusión.
En uno de estos lances llegó el primer gol del partido, obra de Vinícius que, a la sillita de la reina entre Roberto Carlos y Marcelo (Richard y Gene), manteniendo el balón en el aire mediante toques de empeine, consiguió burlar a N’Kono aprovechando el momento en que este se cambiaba las gafas de lejos por las de cerca.
El equipo perico se reorganizó con rapidez en la reanudación, en buena medida gracias al imprevisto buen momento de forma de De la Peña. Toda la inspiración que le borró Van Gaal hace veinticinco años estaba apareciendo ahora, un cuarto de siglo después. Qué pases en profundidad, qué manera de dirigir el juego.
Mientras tanto, Tamudo le preguntaba a Tomás Hervás en el banquillo si podían poner el Mambo Number 5 o, en su defecto, María, de Ricky Martin. El partido, a pesar del corto resultado, parecía resuelto para los madridistas, y eso que no se sabía cuando iba a terminar pues nadie llevaba el control del tiempo. De hecho, el pitido de fin de la primera mitad fue la casualidad del silbido de un espectador a su cuñado, que se encontraba varias filas más arriba, para preguntarle si quería ya el bocadillo que le había hecho su hermana. A lo que el cuñado respondió que sí.
Era el minuto ochenta y ocho, o eso parecía, más o menos. Con el Madrid encerrado en su área, el Espanyol porfiaba en el ataque. Fue cuando Carlos Marañón se acordó de la chilena de Pelé en Evasión o Victoria (aunque fue mejor la de Ronaldo a la Juve o la de Bale al Liverpool) y sintió en lo más profundo de su alma que podía remedarla. Y así fue. En un balón a la olla de su equipo, se elevó de forma pasmosa por encima de los defensas para enviar un imponente derechazo de espaldas al fondo de la portería de Courtois.
De poco sirvió la ingeniosa reacción de Zidane en los instantes finales al sustituir a Ramos por Areola, poniendo dos porteros bajo los palos, fiel a la humorística idea de mantener dos laterales izquierdos, para tratar de parar el inusitado despertar marañonista; que no fue más allá del empate antes del pitido final que imitó con pillería de ventrílocuo, desde el banquillo visitante, el propio Ramos, para salvar un importantísimo punto de cara al título, a la espera de que se disipe la nube de la parte alta de la clasificación que pueda descubrir al Madrid como líder. O no.
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Un comentario en: Espanyol, 1- Real Madrid, 1: No me chilles que no te veo