La Fiscalía de Madrid ha decidido archivar el caso de los insultos racistas a Vinicius en el Metropolitano, y ha emitido una suerte de comunicado o pronunciamiento para explicar su lavado de manos. Pilatos resultó muchísimo más convincente. Resulta, quién lo habría dicho, que los insultos racistas de ciertos hinchas atléticos al brasileño fueron proferidos “en un contexto de máxima rivalidad deportiva”, lo que por supuesto, por supuestísimo, mueve de un modo lógico a descartar el tomar medidas como investigar la identidad de los cafres o sancionar al Atlético de Madrid.
Es un auténtico hallazgo esto del fiscal. Resulta que los insultos racistas (de viva voz pero también con parafernalia traída de casa, como aquel anormal que blandió un simio de trapo con la camiseta del Madrid) sucedieron porque era un Madrid-Atleti y allí había “rivalidad”. Eso cambia radicalmente las cosas, por supuesto. Ahí se entienden muy bien los insultos racistas, claro. Cuidado porque el fiscal no los llama insultos racistas en todo caso. No tiene el respeto a la verdad que el llamarlos así acarrearía. Se refiere a las barbaridades xenófobas del Frente Atlético y aledaños como “alusiones despectivas o burlonas”. Burla es lo que supone pretender que traguemos con ese calificativo cuando a Vinicius se le estaba cantando que era un primate, y se le cantaba eso por el color de su piel.
Esta conclusión del fiscal -que seguramente tiene nombre y apellidos, pero los medios se refieren a él como “el fiscal” para que la ignominia no recaiga sobre ningún ciudadano concreto- me sitúa a mí, inevitablemente, en un contexto de “máxima rivalidad” (deportiva y más allá) con el sujeto, por lo que, en directa aplicación de su misma lógica, habrá de archivarse mi caso si me atrevo a llamar al fiscal, por ejemplo, cobarde, o por ejemplo miserable, que son como mucho “alusiones despectivas o burlonas” emitidas, como digo, y por tanto habrá de ser comprensivo, en un contexto de máxima, muy máxima rivalidad entre Jesús Bengoechea y el anónimo fiscal.
También habrá de ser archivada mi causa porque son alusiones breves, puntuales. Según el fiscal, los cánticos “burlones” “solo se produjeron dos veces” y “duraron pocos segundos”. Exactamente igual que mis alusiones. Cobarde. Miserable. Solo son dos veces, se leen en pocos segundos o centésimas de segundo y han sido escritas en un contexto de máxima rivalidad con el señor fiscal. Me siento seguro, por tanto, de que voy a ser archivado con la máxima celeridad.
Todo esto forma parte de un contexto, por supuesto. El contexto es el siguiente. El antimadridismo rampante, escocido ante la mejor temporada de la historia blanca, no se resigna a no poder odiar a un grupo humano (el vestuario vikingo) ejemplar en lo deportivo y en lo humano, por lo que rebusca en los bolsillos en busca de alguien a quien aborrecer. Les sale Vinicius porque sí, porque había que odiar a alguien que vista de blanco. Y se pone en marcha el plan. Es un plan tácito, no se ponen de acuerdo las partes porque no hace falta. El puzzle del odio siempre encaja, sin necesidad de consultas previas.
Los rivales le escogen como víctima de sus agresiones, los colegiados las pasan por alto para que la rueda pueda seguir girando y los medios cierran el círculo riendo la gracia a los agresores en horario prime. Si Andy Warhol hubiera atestiguado los cinco minutos de fama de tipos como Maffeo, Raíllo o Alejo (los nombres, y no las caras, aunque también, son a veces el espejo del alma) se habría arrepentido de alumbrar la famosa idea. Y ya está inventada la rueda.
Claro que se trata de una rueda que no podría girar sin el combustible del aliento de las masas. Ahí entran en juego aficiones varias, hordas abducidas por el discurso mediático según el cual Vinicius es el villano y no la víctima, que ponen el foco sobre el brasileño, con especial mención para los nazis del Frente Atletico, ya mencionados en su absoluta impunidad que a su vez es consagrada por el fiscal de turno con un “aquí no ha pasado nada, circulen, circulen”. Que sí, que el racismo está muy feo pero solo según a quien le caiga encima. Hay ocasiones en que el racismo no es la lacra social que todos queremos combatir sino solo “alusiones malévolas” que duran demasiado poco como para que siquiera se investigue la posible comisión de un delito, no vaya a ser que la rueda de intimidación a Vinicius deje de dar vueltas.
Este es el panorama. Es un absoluto milagro que Vinicius todavía quiera jugar en España. El milagro, claro, tiene nombre propio, al contrario que el fiscal, y ese nombre es Real Madrid. Vinicius quiere jugar en el Madrid, y asume como un mal menor el hecho de que, por razones geográficas, o las que sean, el Madrid todavía juegue en España. Es un claro Top3 mundial para los próximos diez años, y sin embargo es tratado como si fuera un criminal en la muy depauperada liga de Tebas. Rivales envilecidos que le sacuden impunemente, colegiados que lo consienten, periodistas que le acusan de ser el culpable de las agresiones que sufre, gradas salpicadas de xenófobos que la toman con el color de su piel, fiscales que dan su bendición para que la máquina siga bien engrasada.
Vamos a decirlo alto y claro. España no merece a Vinicius. España maltrata a una de las escasísimas estrella del fútbol mundial para la próxima década que corre por sus campos de fútbol. Claro que España, la verdad, tampoco merece al Real Madrid, la empresa más importante del país, la que más gloria le procura, y sin embargo permanentemente sujeta al insulto burdo y la mentira como sistema.
En este sentido, la animadversión y la saña contra Vinicius no hacen sino singularizar en un futbolista concreto la inquina nacional contra el Real Madrid. La vuelta del mundial putrefacto de Catar va a ser dura. El club debe estar preparado para defenderse de la agresión permanente que se le viene encima al propio club, así como de la que va a seguir sufriendo el futbolista que ahora mismo concita toda la envidia sarracena que el Madrid despierta.
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