¿Esencia o existencia?

El análisis de las portadas de los periódicos deportivos de hoy

Buenos días, amigos.

No sabemos si saben que esta noche juega la España de Luis Enrique, que es la de todos o algo parecido, contra la Francia de Benzema, que es de todos los amantes de la danza, el deleite, la clase y el fútbol. No nos hagan mucho caso, pero creemos que se trata, según cuentan los que saben, de una final de un torneo que no existía antes de ayer, pero que ahora sí existe, aunque sobre este particular aún hay quien prefiere quedarse más con la esencia y menos con la existencia, así en plan San Agustín frente a pongamos un Jean Paul Sartre.

Nuestra querida prensa deportiva, existencialista ella en su vagar sin rumbo, opta por concederle el mayor grado de presencia a dicho torneo de nuevo cuño, aunque solo sea porque, ya se sabe, lo que no sale en los papeles no existe, como por ejemplo no salió durante años la progresivamente galopante deriva económica del Barcelona, dotada de una clamorosa inexistencia para los chicos de la prensa, para el llamado entorno, para Sor Lucía Caram, Tebas, la Bernarda y San Agustín de Hipona.

No existía aquello, amics. Solo existían los valors, la Masía, el tiki-taka, Alicia en el país de las butifarras, Barrio Sésamo y el What a wonderful world, de Louis Armstrong, cuya existencia dio para mucho si a la celebérrima canción le añadimos sus siete victorias en el Tour de Francia y su no menos célebre frase tras posar sus pies en la Luna.

Dirán ustedes que no hablamos del mismo Armstrong, pero nos lleva años enseñando la parroquia culé que la realidad es dúctil y maleable, que los dineros contantes y sonantes se van sin que nadie los vea, que lo que importa es el humo, la luz y el color de la tómbola, el baile de máscaras, la leyenda y no la historia.

Así que Messi es un pequeño paso para el hombre (¿recuerdan cuando jugar andando era virtud exclusiva de los verdaderos cracks?), pero un gran paso para la humanidad. Porque es la humanidad lo que importa y no los prosaicos límites salariales, las renovaciones fuera de mercado, ni los Coutinhos o Dembélés. Aquí importa que la humanidad esperaba el gesto angelical de jugar gratis por parte de Messi, de pagar incluso por gozar de la inmensa gracia de caminar por Can Barça, evangelizando a propios y a extraños, dando lecciones ya no de fútbol, sino de belleza incólume, de ese candor y de esa humildat que destilan personas beatíficas como Lobo Carrasco.

Pero no. Cuenta Mundo Deportivo, así por encima, la versión de Messi, quien viene a declarar que su salida le fue anunciada con la antelación debida para que se buscara equipo. Qué pena da la existencia a veces, amics. Qué necesidad había de romper la magia, de enseñar el truco, de desvelar que Louis Armstrong no ganó un tour en su vida y que tampoco viajó más allá de la estratosfera. Eso no se hace, Messi. Llora el Lobo y lloramos nosotros, que te queríamos capaz de jugar sin cobrar por el mero hecho de hacer felices a los niños del mundo, todos culés aunque aún no lo sepan, todos de Luis Enrique, quien posa egregio en la portada de Sport, como quien no te espera para darte un abrazo, sino tal vez una cachetada.

Serán cosas nuestras. El bueno de Lucho no es así. Su esencia no es esa. Él es todo amor, como Pedri, pero en entrenador. Él sabe que esta noche hay una final de un torneo que antes de ayer no existía y solo quiere convencernos (¡coño!) de que existe. ¿Dónde está San Agustín cuando se le necesita para encontrar esencias entre tanto fin de existencias?

Buen domingo, amigos. Seamos y existamos.