La otra noche soñé que coincidía en la mili con Vázquez Montalbán, que ya era bastante más viejo de lo que yo soy ahora cuando se murió, pero los sueños tienen esa arbitrariedad indomable por más que les busquemos vueltas. En el sueño me empeñaba yo en cocinar unos ravioli con unos improbables moluscos como orientales que resultaban una especie de criaturas manga mutantes, y él observaba el estropicio con una reprobación hosca y lacónica, muy en su estilo, como diciendo por qué le habré dejado hacer a este botarate madridista. Los viejos del lugar recordarán que, entre otras cosas, Vázquez Montalbán gastaba fama de gourmet, además de ser uno de los principales forjadores de la leyenda del Barça como brazo armado de Cataluña, club resistente por antonomasia y otras paparruchas.
Como de Freud para acá no eres nadie si no le buscas significado a los sueños, yo interpreté el mío como subproducto de la mierda de temporada que hemos facturado. Tan desastrosa que la única alegría nos la deparó el Liverpool en Anfield merced a un córner inverosímil. “Estoy tan contento como si hubiéramos ganado la decimocuarta”, me puso en whatsapp inmediatamente un amigo, y desafío a cualquier madridista a que diga aquí y ahora que no sintió lo mismo esa noche fausta. Su afirmación debe formularse en realidad de esta manera: “No vamos a ganar la decimocuarta hoy, pero estoy tan contento como si la hubiéramos ganado”. Es un caso claro de moral adversativa, es decir, ese tipo de proclama jesuítica en la que todo lo que va por delante del pero carece de más valor que el meramente jaculatorio. Uno quiere creer que hubo un tiempo en que la derrota sacaba lo mejor del madridismo, pero no estoy muy seguro de que no sea otro espejismo para tardes tristes. De hecho, ni siquiera ha sido propiamente así con las grandes victorias de los últimos años.
Ese madridismo adversativo es como una viscosidad insidiosa que no ofrece salidas porque es un discurso organizado a partir del adversario. Es condenarse a ser Salieri sin Mozart de por medio, que era un atenuante de peso. Al menos, la leyenda ha hecho de la nunca probada conspiración del legnagasco un modo torticero de ligar su figura a la posteridad de la gloria jovial de su enemigo. ¿Pero qué ganamos nosotros con la desgracia de estos desgarramantas? ¿Qué rendimiento le sacamos a esta fijación biliosa?
No me interpreten mal, que no digo yo que no sea cuestión de salud pública que a una institución enfangada en una deriva reciente tan tóxica como el Fútbol Club Barcelona le vaya mal. Eso es cosa de interés general. Durante años yo intenté ser bueno e ingenuo como un príncipe de cuento y no alegrarme del mal ajeno si nada tenía que ganar directamente de él. Me tuve más o menos engañado hasta que me descubrí dando saltos en aquella ronda de penaltis del Barça frente al Steaua de Bucarest como si, en palabras de Cabrera Infante, nada rumano me fuera ajeno. No gozar de aquel ridículo planetario era como pedirle a un adolescente que se abstenga de los malos pensamientos. Desde entonces decidí conformarme a la naturaleza humana en vez de ignorarla, pero tampoco es cuestión de sentirse orgulloso de tener bajos instintos.
El problema del madridismo último es que se está construyendo demasiado en torno a lo que hace el Barça, aunque lo que haga a menudo sea tan pringoso como beneficiarse del favor arbitral o coreografiar desvanecimientos colectivos alrededor de una botella vacía de plástico. Mientras hemos ocupado esa cumbre olímpica de las Champions que nos corresponde por destino, la tara ha sido llevadera; pero en la medida en que se demore algo la próxima ascensión corremos el peligro de contentarnos tan solo con que no la ocupen ellos, y esa mezquina resignación es muy desazonante. Yo me he criado viendo cómo un posible error arbitral favorable al Madrid era objeto de moviolas en bucle durante semanas, mientras que un seguro error arbitral favorable al rival nunca podía esgrimirse como disculpa de un partido mal jugado. Al madridismo de hoy, ese discurso ventajista de los medios le tiene hablando solo, bullendo de indignación. En los viejos tiempos tendíamos a verlo como un timbre adicional de gloria: sobre el dulce sabor de la victoria, el deje salado de las lágrimas de cocodrilo de colchoneros y culés del mundo unidos. Que el llanto boabdilesco de quien no encaja su derrota cambie de bando me da escalofríos y me sume en distópicos sueños gastronómicos.
Nos enfrentamos a un desafío complejo. Durante este último ciclo virtuoso hemos disfrutado de un equipo impecablemente trajeado en los días de fiesta que ha descuidado la etiqueta de los días de labor. Ahora andamos cariacontecidos porque nuestros dandis tampoco acaban de entallarse en el frac. A los aytekines y ovrebos de este mundo hay que llamarlos por su nombre oprobioso, pero más nos vale cobrar conciencia de que el Barça, aunque no comparezca como dios manda en la misa mayor, ha sabido equiparse entre semana. Por la parte que me toca, prometo no volver a intentar impresionar en mis sueños a Vázquez Montalbán con mis ravioli guarnecidos por almejas manga salidas de la imaginación de Murakami (Takashi, no Haruki). Hay que ser membrillo, pudiendo uno soñar con las bicicletas de Kubo (Takefusa) también los días de diario.
Número Uno
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Se os echaba mucho de menos.
Yo mas merengue que mosca en leche y universitario, animé al BN de Krankl en aquella final de Recopa creo , y me alegré de su triunfo.Luego al poco, el binomio Nuñez-Porta , empezaron a joder con los arbitros y las historias contra el Madrid de De Carlos ... Y hasta el día de hoy siempre he deseado que el BN perdiese hasta en el jockey patines .
Amén.
Pues yo tengo amigos del alma de la Farsa y soy de la época en la que todos decían: «En Europa, voy siempre con el equipo español».
Pues yo nunca tuve esa hipocresía y disfruté de lo lindo con la final que perdieron contra el Steaua y casi tuve un orgasmo con la goleada que les metió el Milán.
A tomar por saco.
Pues mi actitud cambió de un partido a otro. En aquella final de Sevilla estaba ilusionado con que los 3 equipos españoles ganaran las tres competiciones (el Madrid ganó la UEFA y al Atleti lo tumbó el Dinamo Kiev en la Recopa) y no comprendía el por qué algunos amigos míos se alegraron de la derrota del Barsa.
Unos años después, salté como un poseso con cada gol que el Milán le endosaba al Barsa del drín-tín, especialmente después de escuchar a un culé comentar el domingo anterior, antes de su partido contra el Celta, que "el Madrid ganó las copas de Europa en blanco y negro, nosotros las ganamos en color". Me llamó la atención que utilizara el plural cuando solo tenían una. En fin, años después, en "copas en color" vamos ganando 7-5.
Hola,
"Como de Freud para acá no eres nadie si no le buscas significado a los sueños, yo interpreté el mío como subproducto de la mierda de temporada que hemos facturado"
Casi me meo (disculpas), que bueno!!
Brillante, gracias por estar de vuelta y en pleno Agosto.
Excelente artículo.
Se le echaba de menos.
Esa pesadilla con Vázquez Montalbán y los moluscos mutantes, y la "cita" de Cabrera Infante, me parecen sublimes.
Desde aquella tanda de penalties, con el Steaua no beberé, nada rumano nos es ajeno. Un homenaje para Duckadam. Y Schuster huyendo en taxi...
Saludos.
Los ravíoli no, pero el artículo le ha quedado delicioso. Y comparto su impresión de la pérdida de los auténticos valores madridistas, ahora se llora por estrellas que no tenemos, cuando ha sido el corazón y la casta las señas de identidad del club. Thetinglao es el gran hermano del libro 1984 y vivímos en un estado de pseudolibertad. GRANDEZA es lo que ha demostrado el club éste pasado reciente, luchando contra carroñeros estamentos, medios de comunicación....y sin olvidar a los rivales y a parte de una afición mal criada.
¡HALA MADRID JODER!
Asi es la verdadera Grandeza...Halamadrid y nada más...bueno eso y nuestras 13.....
... y las que están por llegar. Hala Madrid, joder!!!!!!
Me he dejado en el tintero felicitar al Faerna mayor por su excelente artículo. Gracias
Pues para mí hace ya muchos, muchos años, que no prefiera el mal en cualquier manera cayendo sobre todo lo barcelonista y catalán a cualquier triunfo propio. Celebro y jaleo nuestros éxitos de ese modo con más vehemencia porque son además derrotas suyas. Y no es ni odio ni fobia, es auténtico asco y supina repulsión, son para mí como el crucifijo para Drácula o la bandera de España para ellos. Raúl toreando con la rojigualda tras ganar la champions son esas banderillas negras que tanto merecen, aunque resulte maltrato animal, qué caramba, hundirles más en su propio fango siempre justificará los medios.
Bueno, moral adversativa en Anfield por dos razones. Una, porque cualquier madridista de pro siempre siempre siempre se alegrará (nos alegraremos) de cualquier desgracia del Barça, y más en circunstancias tan poco propicias como esa eliminatoria con el Liverpool. Eso es ADN madridista puro. Dos, porque justo la temporada pasada, tan desastrosa para nosotros, no nos quedaba otra. Ni Liga, ni Champions ni nada de nada, solo arrastrarnos hasta el final con un juego ridículo y desastroso. Así que la moral adversativa nos vino de perlas en este caso.
Dicho esto, aparte de los “Hala Madrid y nada más” habituales, y compartiendo todo lo escrito aquí sobre el favoritismo arbitral al Barça, me gustaría que los lectores de La Galerna pudiésemos aportar también puntos de vista más autocríticos sin ser tachados de oportunistas, ventajistas o culerdos infiltrados. Más de cinco meses desde que se despachó a Solari, a punto de empezar la nueva temporada y, salvo en fichaje de Hazard, el resto son dudas e impresiones inquietantes. Solo quiero plantear una pregunta: ¿qué han hecho Zidane, Florentino y Sánchez durante estos cinco meses?