Me temo que aquí no hay madridismo ni a dos metros bajo tierra. Trump es del Atleti más allá de toda duda razonable, otra cosa es que él lo sepa. Trump ignora todo lo que no le conviene y me atrevo a decir que también la mayor parte de lo que le conviene, así que ignora todavía que el equipo del pueblo existe y acampa junto al río en un remoto lugar llamado Madrid. En cuanto se entere tardará diez minutos en comprárselo a los Gil, creedme, el algodón, la coiffure y ese tono de no todos los periodistas son hijos de puta no engañan. Hay quien objeta que ganar contra pronóstico y contra los medios podría ser madridista. Quia, Trump solo se había comprometido a aceptar los resultados si eran buenos para él. Demasiado zarrapastroso todo para el Madrid. Y, que Dios me perdone, hasta para el Barça.
Clinton en cambio se me antoja netamente culé. Esa cosa angélica y chupiguay, ese permanente paseo por el lado muelle de la vida, esa santa indignación porque por muchas venturas que nos depare la fortuna nunca satisfarán nuestros méritos, esa cursilería. Yo no veo más madridista en esta historia que Obama.
¿Obama, madridista? Hagaselo mirar.
¡Si le dieron un balon de oro sin haber jugado aún ni un minuto de su campeonato!
Obama? El nino mimado del establishment mundial madridista? No, no y no