De pie, bajo las luces neón de un bar, gran jarra de cerveza. Así viví el partido frente al Sevilla, y debo admitir que, de no ser por el efecto calmante de Estrella Galicia, me habría dejado llevar por una cierta inquietud. Mantuve la calma hasta el gol de Benzema, aunque en el cómputo del primer tiempo me sentí como el tipo que describe Wodehouse en El hombre del piso de arriba: “un hombre de aspecto melancólico, tenía la apariencia de alguien que ha buscado la fuga de gas en la tubería de la vida con una vela encendida”. La ceja de Ancelotti no mostraba un balance muy diferente ante lo que todos estábamos viendo.
Pero lo que hace grande al Real Madrid es, entre otras cosas, la capacidad de darle la vuelta a las cosas cuando se han puesto color panza de burro. Ganar un partido que viene de cara desde el comienzo es sencillo. Vencer a un equipo que está defendiendo bien, muy bien, y que al tiempo no pierde ocasión de buscarte las cosquillas, es algo que solo está al alcance de un gran club, con capacidad para mover un par de piezas en el tablero y reiniciar lar partida.
Lo que hace grande al Real Madrid es, entre otras cosas, la capacidad de darle la vuelta a las cosas cuando se han puesto color panza de burro
Y lo del domingo no era solo un buen partido de fútbol. Muchas risas hubo en el bar cuando exclamé con el 0-1, preso, sí, de una leve turbación, que nos estábamos jugando la liga en ese instante contra el Sevilla. Pero lo cierto es que, si restamos un poco de dramatismo a mi confesión, el encuentro del domingo era fundamental en lo clasificatorio, pero también en lo anímico; tanto para zaherir a los sevillanos —tal vez nuestro rival más sólido a esta hora— como para encumbrar a los nuestros.
Red flag, como dicen ahora los tuiteros cuando creen que su pareja está dando señales de avería seria: algo nos pasa cuando un equipo invalida nuestro centro del campo. Se puede romper la inercia, y Modric lo intenta, quebrando la línea central y bajando a recibir y armar el juego desde más atrás, pero ni al madridismo le gusta el mamoneo en su propio campo, ni el croata puede pasarse todo el partido haciendo el milagro de abrir la lata desde el borde de su propia área. Por eso el domingo me gustó la reacción de Ancelotti con los cambios, demostrando que, por más que hemos mostrado nuestras reservas sobre los puntos negros de la plantilla, todavía hay artillería para bombardear murallas defensivas cambiando los planes iniciales.
Y luego está lo de Vinícius. Cada día es más claro que es un jugador sin techo, a esta hora, un artista en feliz crecimiento, que incorpora constantemente nuevos recursos, y que imagina en cada partido nuevas locuras, perdiendo el miedo al fracaso, que es todo lo que debemos exigirle al brasileño.
Ya tenemos jugadores regulares, firmes como rocas. Ya tenemos a Toni Kroos. Ya tenemos a alguien como Modric, capaz de abrir la defensa, hacer magia y, al tiempo, poner orden. Ya tenemos a Benzema rematándolo todo, siempre en el lugar que debe ocupar un nueve. A Alaba sorprendiendo en ataque. A Courtois salvándonos la vida. Y a Mendy haciendo poesía pelotera en cualquier rincón del campo. Pero necesitábamos a un artista que se vuelva completamente loco, que atraiga a los rivales a su esquina como si fueran moscas, que intente lo imposible, lo que nadie se atrevería a hacer en un campo de fútbol. Y es, claro, Vini Jr.
Necesitábamos a un artista que se vuelva completamente loco, que atraiga a los rivales a su esquina como si fueran moscas, que intente lo imposible, lo que nadie se atrevería a hacer en un campo de fútbol. Y es, claro, Vini Jr.
El éxito del Madrid esta temporada dependerá, en gran medida, de que Vinícius siga perdiéndole el respeto al fútbol convencional y apostando sin cortapisas por la más delirante de las locuras. La mejor poesía de Hölderlin surgió cuando ya estaba como unas maracas, y creía hablar con reyes y papas cuando se dirigía a algún amigo, a algún pariente, o incluso al carpintero. No veo por qué no podemos esperar lo mismo de un talento como el de Vinícius.
Fotografías Imago.
Todo esto es correcto. Pero, cuidado con la autocomplacencia, que somos el Madrid y estamos a la cabeza del fútbol mundial por la brutal autoexigencia.
No somos equipos de segunda fila como ese que su máxima gloria del año va a ser descubrir ( con falsedades como siempre) que nuestra gran figura en ciernes fue simpatizante suyo de pequeñito.
Esos que ven a uno de la cantera dando un taconazo y lo encumbran como una de las maravillas del universo (Bojanes, Munires, Riquis Puigs, Pedros y Pedris ...)
No olvidemos que nuestra presión(?) es de las peores. Yo no sé si habrá un equipo que robe menos balones.
Los dos mejores equipos contra los que hemos jugado este año (Inter y Sevilla) nos han casi apabullado durante una parte importante del encuentro.
Siempre defendí a Vini pero, cuidado cuando le venga la mala racha. Intuyo que igual que crece desmesuradamente con la confianza, puede desinflarse también. Espero equivocarme pero lleva dos partidos en descenso (salvo el golazo, claro).
Casemiro está fundido. Lleva mucho tiempo sin descanso.
El milagro Modric tiene su límite.
Y todo se decide en Abril, Mayo.
Nuestro ritmo , si no nos roban descaradamente otra vez, da para ganar bien la Liga. Pero los grandes de Europa van a otra revolución.
En fin, hay que mejorar. Vamos bien pero nos falta bastante.
Lo difícil es lo que ha hecho, salir como un cohete del barro a donde lo bajaron:
*Pelotegui al Castilla donde hasta le mordieron.
* La prensa canallesca lo hicieron blanco de las risas de casi todo el país.
*Muchos socios le llamaban cenicius.
El cóndor ha podido con todo y ha remontado del cenagal......... Nunca lo tendrá tan difícil.
Itxu Díaz:
Felicito a usted por su artículo. Ha escrito lo que muchos sentimos al ver a Vinicius Jr jugando con un balón, y lo ha escrito muy bien: la locura. Gracias por incorporar toda su riqueza lingüística para describir algo tan popular como el disfrute que nos produce Vini. Es mi primera vez en este sitio web y no será la última. Gracias. Saludos desde Montevideo.