Estaba en la siesta, arrebujado en el sofá, soñando con una táctica consistente en incrustar una minicámara en el balón para espiar los entrenamientos del equipo rival, cuando el teléfono me sobresaltó.
—¿Fred?
Conocía aquella voz, era Kollins, el censor jefe. Normalmente solo me llamaba para triturar mis artículos. Me temí lo peor.
—Dime, Pepe.
—Alerta roja, Fred, escucha atentamente, tu artículo del domingo, el de La importancia de las flechas de colorines en la fase ofensiva de transición basculante de los micropartidos no se va a publicar, tenemos un bombazo que nos ha cambiado todos los planes. ¿Recuerdas al tipo del Capitolio, el de los cuernos, el que ha salido en todas las noticias vestido de Village People?
—Sí, claro, lo ha visto todo el mundo.
—Pues quiere que lo entrevistes.
—¿Yoooo? ¿Al de los cuernos?
—Sí, nos ha llamado, dice que ha leído tu entrevista a las vacas de Setién y cree que eres el más adecuado para dar a conocer su versión sobre todos los acontecimientos del Capitolio. No se fía de la prensa tradicional, dice que hay demasiados intereses y que tú le transmites confianza. Te he sacado un billete de avión para Washington y reserva en el Hotel Craque Pompons, sales esta misma noche, no podemos dejar pasar un bombazo como este, he pactado que la entrevista se celebrará a las 18:00 de la tarde del sábado en el mismo hotel, en tu habitación. ¿Me la podrás mandar esa misma noche? Así la publicamos el domingo.
—A ver, Pepe, ¿estás seguro? Yo de política no tengo ni idea, ya sabes que lo mío es el fútbol, las vacas, los calvos…
—Fred, creo que no te das cuenta de la dimensión de esta entrevista, va a situar a La Galerna en el nivel del Washington Post, vas a ser el nuevo Woodward digital.
—¡Pero si no sé ni inglés!
—Nada, no te preocupes, él también habla un inglés pésimo, me ha dicho que es de ascendencia italiana y chapurrea algo de español, tú tranquilo, simplemente síguele el juego, deja que sea él el que hable.
se llamaba Jake Angeli, era de Arizona y estaba, a tenor de la mayoría de las informaciones que estaba leyendo, más sonado que las maracas de Machín
Esa misma noche, antes de que el sueño me envolviese en pleno vuelo sobre el Atlántico, empecé a buscar información sobre el cuernos: se llamaba Jake Angeli, era de Arizona y estaba, a tenor de la mayoría de las informaciones que estaba leyendo, más sonado que las maracas de Machín. No entendía qué tenía que ver La Galerna, una revista deportiva centrada en el Real Madrid, con los sucesos de Washington, y mucho menos qué interés tenía ese hombre en que yo le entrevistase. A mí, si les soy sincero, lo que más ilusión me hacía era ir a Estados Unidos. No conocía el país y la idea de poder visitar su capital, aunque fuese por unas pocas horas, me entusiasmaba. Con estos halagüeños pensamientos pugnando con la intranquilizadora visión del astado al que tenía que entrevistar, me quedé dormido.
Seis horas más tarde aterricé en el Aeropuerto Internacional Washington-Dulles. Las seis horas de diferencia me pasaron factura, tenía jet lag con el aperitivo, no sabía a qué hora tenía que tomarlo. Fue una sensación horrible.
Al día siguiente, o el mismo, vaya usted a saber, me levanté pronto y me fui a hacer de turista. Después de visitar a Abraham Lincoln e imitar a Forrest Gump frente al Obelisco, saqué una entrada para ver un partido entre los Washington Football Team y los Cardinals Eagles. No me gusta desaprovechar ninguna ocasión y siempre que viajo intento ampliar mis ya de por sí vastos conocimientos con partidos de otras ligas. Me llamó mucho la atención el uniforme con casco (imagino que será para evitar demandas por golpes, ya que dicen que Estados Unidos está repleto de abogados repartiendo tarjetas de visita) y que hayan eliminado los penaltis y los porteros por falta de uso. Al final se pasan todo el partido con el balón entre las manos y resulta un poco aburrido. También hay menos faltas. Los árbitros, a pesar de que los jugadores se embisten como cabestros, no pitan ni una. El partido acabó 38 a 41, aunque les confieso que yo, imagino que por alguna involuntaria cabezada debida al cambio horario, me debí de perder casi todos los goles. Lo del tamaño de las porterías debe de ser para esto, para que haya más goleadas y espectáculo. Aún así me aburrí como una ostra.
Entre fútbol, turismo y media docena de perritos calientes de comida (o merienda) pasé el día. A las seis de la tarde, después de una reconfortante ducha, estaba esperando a mi entrevistado. Un par de minutos después llamaron a la puerta. Respiré hondo, me santigüé, la abrí y me encontré cara a cara con mister Angeli. Vestía exactamente igual que en las imágenes de televisión: cornamenta de bisonte, un mapache en la cabeza, la cara pintada con las barras y estrellas, sin camiseta y con un megáfono en la mano. Había ensayado un recibimiento cordial, en inglés, me lo había aprendido de memoria con el traductor de Google, pero en el último momento, al ver a pocos centímetros de mi rostro aquellos puntiagudos pitones, me olvidé por completo de la frase preparada y tuve que improvisar:
—Avanti, avanti, señor Angeli, está usted en su casa, tenemos mucho de qué hablar —dije nervioso e intentando adular sus orígenes italianos—, ¿sabe usted que soy un enamorado de Colombo?
Jake no contestó, entró a la habitación, se sentó en la cama y, después de quitarse las astas y el castor de la cabeza, dijo con un acento marcadamente gallego:
—Llámame Gregorio, soy de Orense.
Yo no le llamé nada, abrí la boca y creo que, exceptuando la media docena de preguntas que intenté hacerle, con nulos resultados, todo sea dicho, no la cerré en toda la entrevista.
Gregorio Santalla: “NO ME INTERESA LA POLÍTICA. SOY CHOLISTA”
Con el Señor Angeli fuimos a hablar de los desgraciados incidentes del Capitolio y acabamos charlando, como no podía ser de otra manera en una revista del Real Madrid, de fútbol, goles y títulos. Jake Angeli, el hombre de los cuernos que se ha colado en sus hogares, es en realidad Gregorio Santalla, un emigrante gallego, cholista y aficionado del Atlético de Madrid que, antes de saltar a la fama por su presencia en los disturbios del Capitolio, trabajaba (ha sido despedido) de enfermero en el Correctomundo Hospital Center. Nos atiende amablemente vestido de indio.
—¿Qué hacía un español como tú en los incidentes del Capitolio?
—Fue un error del que me arrepiento. Aunque pueda parecer extraño, no me interesa la política, yo soy cholista, pertenezco a la Peña Atlética “No nos pueden entender” de Washington D.C., el nombre es un guiño al Atlético y a nosotros, que chapurreamos un inglés de mierda y no nos entiende ni Dios. En fin, a lo que iba, en la peña somos cuatro y un culé, Enric Cebriá, que empezó viniendo a animarnos cuando jugábamos contra el Madrid y ahora ya es uno más del grupo. Solemos ver los partidos del Atlético, los del Barcelona y los del Madrid. Nos solemos juntar en mi casa, delante de unas cervezas y unas pizzas, normalmente vestidos de indios, menos el culé, que suele venir vestido con el traje regional o con la camiseta del equipo al que se enfrenta el Madrid. El día que el Madrid juega en el Sánchez Pizjuán te aparece con la equipación completa del Sevilla y al siguiente partido, si se enfrenta al Valencia, vestido de fallera de arriba abajo. Es un crack. Perdona, me estoy liando, ¿qué me habías preguntado?
—Que cuáles eran tus motivos para estar en el Capitolio vestido de indio.
—Ah, sí, el caso es que nos habíamos vestido para ver el partido contra el Cornellá y todo se nos fue de las manos. No te puedes ni imaginar el mal rato que nos llevamos, el Cornellá, por el amor de Dios, el Cornellá. ¡Cómo te puede ganar un segunda B! A ver, Fred, entiéndeme, un año pase, dos es para mear y no echar gota, pero tres, tres años seguidos eliminados por equipos de segunda no hay quien lo aguante. Yo soy cholista, pero te juro que hay días en los que mi fe se resquebraja. Al terminar el partido dábamos tanta lástima que hasta Enric, que se había presentado con una botella de orujo de crema catalana que nos despachamos con el disgusto, se puso a llorar. Y eso no fue lo peor, lo peor estaba por llegar, en fin, qué disgusto, Fred, qué disgusto, por cierto, ¿qué me habías preguntado?
—Te había preguntado que qué cojones hacías vestido de indio en el Capitolio.
—Ah, sí, perdona, de lo del Capitolio tuvo la culpa el Cholo. Nosotros estábamos tristes y, por qué negarlo, un poco borrachos, pero si no hubiese dicho lo de “Habrá que buscar soluciones, si es que estamos el año que viene” no habría pasado nada. Si es que estamos el año que viene, repítelo conmigo, Fred, dilo, Si es que estamos el año que viene. Duele, Fred, ¿puedes entenderlo? Lo digo, y es como si me clavasen un puñal en el alma, como si me arrancasen las muelas del juicio una a una. Yo no quería hacerme famoso, de verdad, no me interesa la política, lo único que buscaba era desviar la atención de la derrota de Copa contra el Cornellá y salvar la continuidad del Cholo. No veas en qué lío me he metido, ahora me conocen en todo el mundo, por eso te he llamado, vi tu entrevista a las vacas y como también llevo cuernos pensé que tú eras el más adecuado para sacarme de este embrollo. Estoy arrepentido. Me ha llamado mi madre y dice que en Orense ya me han reconocido, que confiese, y en esas estamos. ¿Me podrías repetir la pregunta, Fred? He perdido un poco el hilo.
—Da igual, Gregorio, da igual, di lo que te parezca.
—Estoy muy arrepentido. Quiero pedir perdón a toda España, especialmente a mi familia y a mi madre, que lo está pasando fatal. Se nos fue de las manos, nosotros solo queríamos llamar un poco la atención, que nadie hablase de la derrota del Atlético y que el Cholo respirase tranquilo. Yo creo que si aquellos miles de manifestantes no nos hubiesen tomado por colonos americanos y no se hubiesen puesto a seguirnos, el caos no se habría producido. Nuestra idea era montar un poco de ruido en la entrada y cantar el himno del Atleti, pero ya ves, la crema catalana, la cerveza, el ambiente, nos calentamos y se lió parda.
—Gregorio, en las entrevistas de La Galerna solemos pedir un once histórico madridista. ¿Te animas a darnos uno?
—No, lo siento, soy cholista. Bastante he sufrido ya con vosotros para encima martirizarme, todavía tengo pesadillas con el cabezazo de Ramos.
—¿Te gustaría añadir algo más? ¿Quieres enviar un mensaje a tu madre?
—No, a mi madre ya la he llamado, pero tengo un encargo de Enric Cebriá para la suya. Me pide que le diga que ya ha devuelto el atril que robó, que le perdone, que lo hizo para donarlo al Barcelona y que pudiesen sacar algo de dinero subastándolo.
Estoy de vuelta en el avión. No consigo dormirme, veo a Gregorio una y otra vez despidiéndose de mí.
—Gracias, muchas gracias, Fred, espero que publiquéis la entrevista y la gente pueda conocer la verdad. Necesito quitarme este peso de encima. Igual me vuelvo a Orense, aquí no se me ha perdido nada.
—Lo haremos, Gregorio, la publicaremos, estate tranquilo.
Me dio un abrazo y abrió la puerta.
—Gregorio.
—Dime, Fred.
—Te olvidas los cuernos y el castor.
—Ya —dijo con ojos de morriña.
La última imagen que tengo es la de Gregorio poniéndose sus astas y agachándose para franquear el dintel de la puerta.
Fotografías: Getty Images
Ja,ja,ja,ja,
Shining!
Gregorio Santalla, cholista, de la peña "No nos pueden entender". Ahora me encajajajajaja todo!
La próxima Peña atlética ya tiene nombre: " Si es que estamos el año que viene.... "
Cuando era pequeño en Orense, entre mis amigos no había nadie que fuera del Atlético, todos éramos blancos o culés, y después del Celta o del Depor. Luego, pasados los años, algunos de los culés que se fueron a vivir a Madrid, se mutaron con la ciudad y se hicieron del Malakito. Quizás el bueno de Gregorio sea uno de ellos.
Lo de perdonarlo al pobre ya será algo más difícil, porque su ofuscación cholista ha conseguido de dar la puntilla a nuestro Donald, para dar vía libre a Kamalo Biden, y Kamala Harris. Tiempos oscuros que nos vienen, que al menos, son iluminados con estos toques de humor del gran Fred. Gran artículo, por lo menos me ha sacado una sonrisa, que no es fácil con la que está cayendo. Ahora, a por la Supercopa a seguir tapando bocas.
JAJAJAJAJAJJJAAA