Decía José Mourinho que en el mundo existen tres tipos de entrenadores. Los que nunca se quejan de los árbitros, los que lo hacen cuando consideran que el trencilla la ha pifiado y aquellos que montan en cólera cuando este acierta. El tercer grupo sería tan pequeño, según la tesis de José, que estaría formado, a día de hoy, por una única persona: Pep Guardiola. Más allá de filias y fobias, uno no puede evitar esbozar una sonrisa recordando algunas de las salidas que tenía Mourinho en las ruedas de prensa. Tampoco se puede negar que su rigor científico-táctico nos dio un Madrid francamente confiable por momentos.
Carlo Ancelotti, con quien me une una bonita amistad desde que nos encontráramos una mañana de noviembre en los Jerónimos, se comportaba en las ruedas de prensa como el yerno ideal. Uno de esos que siempre dice lo que quieres oír…pero de quien nunca sabes qué piensa realmente. “Esta habla por los codos”, decía un sobrino refiriéndose a la novia de un amigo. “Porque por la boca no suelta ni una palabra, la verdad” agregaba con sorna un tercero. Eso me pasaba con Carlo. Pocas palabras y siempre demasiado medidas. Su fe en sus jugadores, su capacidad para dejarles brillar, permitió la llegada de la Décima.
¿La fe de Carletto o el rigor mourinhista?
El viernes pasado tuve ocasión, entre arcipreste y vicario, de echarle un vistazo a la rueda de prensa de Don Rafael Benitez Maudes (DRBM). Sus palabras me recordaron al Salmo 19: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Es decir, el Señor se revela por su trabajo, por lo que de Él cantamos quienes le hemos conocido y descubierto.
Una parte importante del madridismo dudaba de la contratación de DRBM a principio de temporada. Pues bien, el trabajo y los resultados están tornando las espadas en arados, a pesar de accidentes (pues solo de tal cabe calificar treinta y un remates y cero goles) como el registrado ayer. El Madrid de Benítez se nos está revelando a través de sus obras y de sus palabras.
Sus obras nos muestran a un trabajador incansable. Al parecer, la semana pasada, se quedó varios días hasta las tres de la mañana en la Ciudad Deportiva para estar de vuelta cinco horas después. ¿Y qué me dicen del gesto de no quedarse a dormir en Valdebebas para que la gente de seguridad no tuviera que pernoctar allí con él (no literalmente, claro)? Entregado, dedicado y buena persona.
Sus palabras son las de alguien que conoce el deporte de élite al máximo nivel. En primer lugar, fíjense en el detalle (reconocido en la misma rueda de prensa) de que se gira voluntariamente de espaldas a las cámaras cuando tiene que contrablasfemar (contrablasfemar es emitir insultos o procacidades dirigidas al Maligno) contra la RENFE o contra alguna otra institución que, en su momento, hubiera pertenecido a la SEPI. No quiere que Manolo y Compañía le saquen en el telediario diciendo algo inapropiado. Sabe de la hostilidad contra el Madrid. Entiende que cualquier desliz podría ser fatal.
En segundo lugar, este hombre solo habla de fútbol. Y habla de fútbol de una manera que yo llevaba tiempo sin ver en el Real Madrid. Habla enamorado del deporte y del Club. Conoce cada estadística, cada dato, cada posición desempeñada por un jugador. Me gustan los personajes públicos que pueden sentarse ante la prensa sin nada que ocultar: “jugamos así, así y así”, “le puse primero de delantero y luego de extremo…”.
En un entrenador de fútbol eso sólo es posible si se dan dos condiciones. La primera es que los jugadores sepan todo eso de antemano, lo que revela una comunicación fluida con ellos. La segunda es que tenga muy claro lo que hace y por qué lo hace.
Existe un vicio en el Madridismo que no me gusta nada. El de “exigir” que el Club gane. Esto es deporte de élite. Hay rivales fantásticos, de un nivel espectacular. Ellos también trabajan duro por batirnos y ésa es la magia del deporte. Lo que le pido a mi equipo es agallas, trabajo y lucha hasta el final. La victoria o la derrota la marcan detalles que muchas veces se nos escapan.
Lo que me gusta de DRBM es que, a base de amor a su profesión y de jornadas laborales de quince horas, será difícil que se le escape algún detalle. Me confieso enamorado del método científico de entrenadores como Benítez. También me entusiasma cómo habla de sus jugadores, el mimo y la admiración que parece tener por ellos. Por primera vez, y sin que sirva de precedente, en la diatriba entrenadores de fe (aquellos menos tácticos, que dejan más espacio a la improvisación) versus entrenadores de ciencia (aquellos obsesionados con cada detalle de sus equipos y su rendimiento), me posiciono del lado de Benítez.
Él representa el necesario equilibrio entre la profundidad que la fe puede darnos y las certezas del conocimiento científico.
El fútbol del año 2015 no es el de 1980. Lo de “salgan ahí y diviértanse” ya no basta. Hace falta algo más. La competencia es feroz. Que la gran obra de Benítez, por la que le recordemos durante años, sea el Madrid de la temporada 15-16. Que nos respeten las lesiones. Y que lo jugadores acepten de buen grado que el cuidado por los detalles de su entrenador busca una sola cosa: la gloria del Real Madrid.
Buen domingo a todos.
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