Endiosincrasia (1)
La adoración al ídolo es común a cualquier club. Esta figura ha resultado vital para la proyección y, en ocasiones, hasta la supervivencia de algunos equipos, estableciéndose casi una asociación entre el futbolista mesiánico y la entidad. El Real Madrid supone, no obstante, el primer caso donde la exaltación individual del jugador no solo prevalece sobre el conjunto sino que se consolida como una inercia que preexiste a la irrupción del sujeto a venerar. Primero el santo y luego la iglesia.
El aficionado blanco adora a sus ídolos con el fervor de quien necesita creer. Y es que, desde su impulso, el madridismo no es otra cosa que la primigenia aspiración del ser humano por alcanzar la eternidad. Conforme uno adquiere conciencia de su mortalidad ha de tomar una decisión trascendente: o soy madridista o qué se le va a hacer y me muero. El merengue pasa la vida apurando finales convencido de que siempre es posible sobrevivir. De esa fe emana el brío de un club que ha sido, en mayor proporción que sus rivales, inmune a la derrota.
En ocasiones, cuando el equipo enmienda la catástrofe recortando distancias en el marcador, el público del Bernabéu enloquece, como si no tuviesen relación con esos que abarrotaban las gradas, escasos minutos antes, tan indolentes como un grupo de ancianos plantados en un poyo a la entrada del pueblo. "Que se muera tu padre", parecen berrear exaltados a un rival que, aún por encima en el marcador, se sabe ya derrotado.
No es extraño, por tanto, que los jugadores del Real Madrid sean proyectados, desde esa visión irreductible, como unos seres bendecidos. La plantilla del Real Madrid se ha reafirmado durante mucho tiempo como un grupo de dioses, aclamados como dioses, y que en ocasiones juegan como dioses, entre otras razones porque, convencidos de su santidad, nada les motiva más que un imposible; pero no dioses omnipotentes sino dioses griegos, afectados por la autocomplacencia y el capricho de quien está facultado para hacer y deshacer a su antojo.
Desde que se construyera el templo de Concha Espina, los futbolistas hacen del vestuario su Olimpo y defienden sus prebendas como si el club fuese suyo y no al revés. Di Stefano retó al mismísimo Don Santiago; un grupo de jugadores abordaron el despacho presidencial para exigir la destitución de Amancio; Jupp Heynckes huyó de una plantilla que no reconocía su autoridad; el equipo, con Hierro a la cabeza, se negó a celebrar un título de liga junto a su afición; la planta noble sonreía ante las quejas de Ronaldo Nazario por tener que correr en el entrenamiento; Raúl era consultado sobre los fichajes que el club sondeaba; los capitanes le trasladaron al presidente los recelos que suscitaba la continuidad de José Mourinho. En definitiva, una auténtica teocracia.
De forma ciclica (2) la degeneración de estos desmanes deriva en un periodo de inestabilidad en el que la afición ha de tomar partido entre sus ídolos o el interés general, provocando un cisma en el seno del madridismo. Por un lado los que abogan por la Idiosincrasia del club: "no renunciar a la eternidad bajo ninguna circunstancia". Por otro, los que transforman ese estímulo épico en Endiosincrasia, oséase, en la querencia a divinizar a un mortal en calzones.
¿Pero cómo es posible que el aficionado idolatre a sus ídolos hasta el punto de anteponerlos al propio club? El sustento de toda idolatría pasa por el beneficio de aquellos que se lucran con la venta de estatuillas de barro. Efectivamente, no hay Dios sin templo, ni templo sin párroco y monaguillo. Algunos voceros corrompen la fe de los creyentes, anunciando la resurrección del caído tras su evidente declive y proclamando, de seguido, la consagración de la entidad a su gloria. Los falsos profetas nos hablan de porteros que realizan paradas con la mirada, vanagloriaban a aquel delantero que, pese a no aguantar la carrera a nadie, nos aseguraban era el más veloz en las pruebas físicas de pretemporada. O de ese punta que se hizo central a bien de disponer de un mayor trecho para coger carrerilla y rematar a puerta. Panes y peces a doquier.
La Endiosincrasia es por tanto una distorsión de la esencia del madridismo que se ha perpetuado de forma sostenida como una necesidad, incluso cuando el santo de turno aún está, cual buda, por descubrir. Los salmos de su liturgia son recopilados y recitados tanto en editoriales parroquiales, como en altares radiofónicos. La evocación de la hagiografía del futbolista para negar su decadencia, la denuncia de cualquier herejía (la adoración de falsos ídolos comúnmente extranjeros) y la predisposición del futbolista a conceder confesiones y reliquias a “sus apóstoles”, es la tónica recurrente.
¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! proclaman voz en grito, con tal efusividad que, en cierta ocasión, algún canonizado, creyéndose ya figurilla de yeso, decidió no volver a moverse nunca más de la cal.
(1) Disculpas por la licencia.
(2) Ciclo Kármico Madridista (siguiente capítulo)
Buenos días D. Pepe y enhorabuena por esta magnífico artículo, que describe con precisión y maestría, uno de los problemas recurrentes del madridismo, no recuerdo haber leído ningún artículo de usted antes, pero el de hoy es de tal calidad y nivel, que ya estoy esperando el siguiente de usted con impaciencia. Una pena la idolatría de gran parte de la afición blanca, que antepone los intereses de sus ídolos a los del club, el caso Casillas es un ejemplo claro de esta deficiencia psicológica del madridismo. Envidia siento en este tema del barcelonismo, cuando un jugador se desmanda, y le echa un pulso a su club, cierran filas por el club como un sólo hombre, siempre la entidad por encima de todo, jugadores, selección, etc.....
Felicidades otra vez por su oportuno y excelente artículo, ya tenemos otro arquero en La Galerna.
Saludos blancos y comuneros
Pepe, no solo debutas en La Galerna con este magnífico artículo, sino que además lo haces por la puerta grande el día que comenzamos nuestro camino a Milan a por la Undécima !!!
Magistral el inicio de la trilogía, y con muchas ganas de leer las dos siguientes entregas. Enhorabuena, crack !!!
Bienvenido !!!
Gracias por la bienvenida, DiosaMarcaná y comunero (tutéame por favor). El placer es mío por disponer de una plataforma del nivel de La Galerna para poder comunicarme con el resto de madridistas. Hasta ahora me limitaba a la posibilidad de utilizar las redes sociales para apostillar algún parecer, pero celebro poder contar, además, con un espacio donde plasmar mis reflexiones de una forma más fundamentada y estable.
Esta trilogía pretende ser una síntesis de los aspectos que, creo, han incidido de una forma más destacada en lo que es hoy el Real Madrid. En este primer artículo he intentado reflejar esa tendencia al endiosamiento que, en mayor o menor, medida, se ha extendido en el seno de la afición.
Para muestra un botón: las declaraciones de ayer de Benítez en torno a Cristiano. Es una obviedad, a la que Benítez no es ajeno, que el portugués es el mejor jugador que ha tenido a sus órdenes. Pero quizás el técnico no quiere entrar en una dinámica de loa creciente, como se le pide, cada poco, en rueda de prensa.
Que el entrenador del Real Madrid, en virtud del principio de jerarquía, no se preste a empequeñecer su figura declarando, cada dos por tres (es la segunda vez que se lo preguntan en apenas un mes), lo grandioso que es un jugador no es más que un ejercicio de responsabilidad.
Al entrenador no le corresponde el papel de palmero de futbolista, que sí puede esperar el halago de la afición y la prensa. El jugador lo que tiene que esperar de su entrenador es profesionalidad, ecuanimidad, respeto y, porque no, consideración, pero siempre en un plano privado de tú a tú.
¿Alguien se imagina que en cualquier empresa un superior de un departamento cualquiera tuviera que declarar ante el resto de la plantilla que un empleado en concreto es el mejor del mundo?
Si Benítez hizo algo ayer fue un ejercicio de compromiso, al dejar claro que "Cristiano es el mejor del mundo porque está en mi equipo" constatando que para él "los suyos" son los mejores y que en otras ocasiones él tuvo "otros suyos" que fueron entonces también los mejores.
Y eso no priva para que la prensa y el socio celebren los éxitos de este fenómeno que es Cristiano como mejor les plazca. Pero el equipo, "los suyos" de Benitez, todos juntos sin exclusión alguna, lo primero.
Es lo que refiere este artículo.
Bienvenido, Pepe. Un lujo tu estreno en La Galerna.
Es interesante y muy atinado, a mi juicio, lo que dices sobre Benítez y Cristiano. Refrenda perfectamente el contenido de tu artículo.
Es posible que yo también me anime a escribir sobre eso.
Un abrazo.
Es normal que se crean dioses. Pasan de ser niños a ser idolatrados por todo el mundo. Y también es entendible que no acepten su decadencia. Lo que no tiene justificación es que los aficionados no acepten el final de sus ídolos y que por el bien del Madrid tienen que jugar otros que están mejor, ni cómo la prensa se aprovecha de esas circunstancias para mangonear en el club.
¡Qué maravilla de artículo! La Galerna sigue yendo a más. No para de sorprender. ¿Tendréis un límite? Cada día que pasa me evidencia que no. ¡Felicidades! Y gracias.
Al contrario, muchas gracias a usted por sus palabras. Intentaremos seguir ampliando los límites.