En recuerdo a Blanca Fernández Ochoa

Por desgracia, se acaban de confirmar los funestos presagios que se cernían tras la desaparición, hace 11 días, de Blanca Fernández Ochoa. Su cadáver acaba de ser hallado por los cuerpos de seguridad en un monte cercano a Cercedilla, localidad de la sierra madrileña con enormes vínculos con la familia Fernández Ochoa.

Blanca fue una deportista excepcional, una auténtica pionera en la práctica del esquí alpino español, como su malogrado hermano mayor Paquito, fallecido en Cercedilla a los 56 años – a la misma edad que Blanca – y como el resto de sus hermanos, todos ellos – Luis, Ricardo, Juanma y Lola – esquiadores de élite.

Tengo todavía un vago recuerdo de la mañana del 13 de febrero de 1972, muy muy temprano, en la que Paquito se proclamó campeón olímpico en slalom especial en los Juegos Olímpicos de Sapporo en Japón (de ahí la diferencia horaria de 8 horas con España). Era la primera vez que yo oía hablar de un deporte prácticamente desconocido en España, practicado tan solo por ciertas élites del país.

Recuerdo que empecé a aficionarme desde entonces, ya que poco después, en mi colegio – Liceo Francés de Madrid -, se empezaron a organizar excursiones de esquí a la sierra madrileña, a Navacerrada y a Cotos. Paquito, como los Santana, Nieto y posteriormente Ballesteros, nos hizo descubrir a los españoles un deporte completamente desconocido.

Todo ello creó escuela en todo el país, y poco a poco se iban abriendo estaciones invernales y numerosos espacios dedicados al esquí alpino en las secciones de Deporte de los grandes almacenes. La semilla de Paco lógicamente fermentó en su propia familia, y todos sus hermanos pequeños destacaron también, sobre todo a nivel nacional, y en su especialidad, el slalom especial, aunque también lograron éxitos en el slalom gigante, que no en la práctica de descenso en la que apenas compitieron.

Y de todos sus hermanos, quien más destacó con diferencia fue la que al principio se conocía por Blanquita, un apodo tan cariñoso como el del primogénito de la familia. Madrileña de nacimiento, fue criada desde niña en su querida sierra madrileña, a caballo entre los pueblos de Navacerrada y de Cercedilla. Allí, Blanca empezó a despuntar como esquiadora en categorías infantiles y cadetes, y acabó por completar su periodo de formación en la estación ilerdense de Viella, en un centro especializado para esquiadores de élite.

Ya en 1985, a sus 22 años, logró la que sería su primera victoria en Copa de Mundo (consiguió 4 en total), curiosamente en slalom gigante, en la localidad norteamericana de Vail (Colorado). Ya para entonces era nuestra deportista más exitosa en modalidades de invierno. Sus otras tres victorias fueron en su especialidad predilecta, el slalom especial, que se disputa como es sabido a doble manga, y que es en donde destaca más el dominio de la técnica individual, por la corta distancia que hay entre las puertas que hay que superar, y por la velocidad de giro que hay que tener entre puerta y puerta. Dichas tres victorias fueron conseguidas en localidades tan prestigiosas como Sestriere (Italia), Morzine (Francia) y Lech am Arlberg (Austria).

Su consagración para el gran público fue el 20 de febrero de 1992 en los Juegos Olímpicos de Albertville (Francia). 20 años y una semana después de su querido hermano Paco, Blanca se colgaba una medalla olímpica, la de bronce, tras una segunda manga excepcional. Recuerdo que aquel día no pude ver su gran carrera en directo, ya que me encontraba viajando, pero que tuve la oportunidad de llevarme una gran alegría escuchando su mágico descenso por la radio desde un taxi barcelonés. Blanca accedía por fin a la gloria eterna que da una presea olímpica, y superaba la gran decepción que supuso para ella su caída en los JJOO de Calgary (Canadá), 4 años antes, en 1988, cuando era una firme candidata al podio.

Descanse en paz nuestra querida Blanquita Fernández Ochoa, siempre sonriente cuando tenía que atender a los medios, una deportista ejemplar, pionera de un deporte que, tras su triste desaparición y la de su hermano Paco en 2006, queda completamente huérfano en España. Y es que el esquí español le debe absolutamente todo a esta familia que en su día formaron Don Francisco Fernández, conserje en su momento de la estación de esquí de Navacerrada y su esposa Doña Dolores Ochoa.

Desde estas líneas queremos transmitir nuestras más profundas condolencias a sus familiares y amigos por esta pérdida irreemplazable.