Decía el cineasta José Luis Garci que los futbolistas son los héroes de nuestro tiempo, aquellos gloriosos personajes de los que trataba Homero en sus epopeyas. El cine y la televisión se han acercado muchas veces al deporte y, salvo excepciones, gracias a este proceso tenemos películas míticas como Toro salvaje o Carros de fuego. Tal vez sea el género documental el que mejor le sienta a la hora de inmortalizar un momento o un periodo de gesta deportiva. Soy uno de los millones de espectadores que consumió The Last Dance. Recuerdo que el documental de ESPN y Netflix fue lanzado al comienzo de la pandemia. Aquella miniserie fue un suceso por su calidad y por el momento preciso de su lanzamiento, los primeros días del verdadero pánico global por la COVID-19.
Ver cada capítulo de The Last Dance nos sirvió a muchos como asidero para soportar aquellos días de incertidumbre. A lo largo de sus 10 capítulos veíamos cómo se conformaban los legendarios Chicago Bulls de Michael Jordan desde su llegada en 1984 hasta su sexto anillo de la NBA en 1998. Más allá de su dimensión deportiva, asistíamos a conocer su impacto sociocultural. Muchos de los que nos acercamos al documental no habíamos vivido esos años y el trabajo del director Jason Hehir nos permitió sumergirnos en esa atmósfera única. Vemos los testimonios de grandes rivales de la época como Magic Johnson, Larry Bird, Isiah Thomas, Karl Malone o John Stockton. A su vez, desfilan los compañeros de equipo de Jordan como Steve Kerr, Scottie Pippen o Dennis Rodman y cada vez que aparecen enriquecen la historia. Te guste más o menos el baloncesto, conozcas la historia o no, sientes simpatía por ese grupo de jugadores comandados por el entrenador Phil Jackson. Cuando acabas el documental te queda la sensación de que Michael Jordan era un ejemplar único capaz de ser la persona más bondadosa del mundo con sus seres queridos y un gran tirano con sus compañeros, alguien con una psicología muy compleja y tocado por la varita de los dioses para ser el jugador de baloncesto más famoso en el mundo entero.
... Y de un 23 a otro. Netflix ha estrenado recientemente Beckham, documental dedicado a la figura del genial futbolista británico David Beckham. Yo, como cientos de miles de espectadores en todo el mundo, incluyendo a nuestro compañero Pablo Rivas que colabora en La Galerna y dedicó unas líneas a la serie, me acerqué al documental con la curiosidad del futbolero y cierto punto de afán de cotilleo. La miniserie satisface con creces estas inclinaciones. Recordemos que Beckham siempre fue algo más que un jugador de fútbol, fue una especie de figura kitsch tan del gusto del Reino Unido. Todas las marcas se peleaban por él, era un fenómeno del mundo de la moda y su matrimonio con la Spice Girl Victoria Adams era un reclamo para cabeceras como Vogue. Ambos lucían como pez en el agua en el mundo de las celebrities, pues más que una pareja parecían un spot publicitario. El bueno de Beckham lo tenía todo y además jugaba al fútbol muy bien. Tenía un guante en el pie derecho, leía bien las jugadas de pase, entendía con gran inteligencia el fútbol y lucía un disparo certero y estético. Todas estas virtudes propia de un superclase se veían reforzadas por ser un profesional intachable, un jugador honrado en sus esfuerzos que amaba el fútbol y se comportaba como un real gentleman con sus compañeros de equipo y con la afición. Elegancia y pundonor.
Con el fichaje de Beckham por el Real Madrid en verano de 2003 se completó el llamado Madrid de los galácticos. La llegada del británico cerraba el círculo iniciado con Luis Figo en el 2000, Zinedine Zidane en 2001 y Ronaldo Nazario en el 2002. Si bien el balance de títulos no fue el esperado, el impacto social de aquel equipo fue tal que puso los cimientos del actual Real Madrid de Florentino Pérez. Nuestro presidente quería reforzar la marca, darle el caché perdido y recuperar económicamente a un club que estaba al borde de la bancarrota antes de su llegada a la presidencia. En mi opinión, aquella estrategia era brillante pero carecía de fondo de plantilla y pasaba por alto algo inapelable: el hecho biológico. Todos los galácticos llegaron al final de sus carreras o en el último tercio de las mismas. En su segunda venida que por suerte dura hasta hoy, Florentino supo salvar estos problemas y fortalecer su estrategia deportiva.
Con el fichaje de Beckham por el Real Madrid en verano de 2003 se completó el llamado Madrid de los galácticos. La llegada del británico cerraba el círculo iniciado con Luis Figo en el 2000, Zinedine Zidane en 2001 y Ronaldo Nazario en el 2002. Si bien el balance de títulos no fue el esperado, el impacto social de aquel equipo fue tal que puso los cimientos del actual Real Madrid de Florentino Pérez
Acabado el documental, me planteo si aquel Madrid de los galácticos ha sido verdaderamente homenajeado. No estaría mal que una plataforma de prestigio repasara aquel proyecto titánico del primer Florentino Pérez. Fue un equipo de ensueño, un antes y un después en la industria del fútbol. Amazon Prime diseñó la fabulosa Real Madrid, la leyenda blanca como un retrato histórico de primer nivel. Apple TV hizo lo propio con Real Madrid: Hasta el final sobre la magnífica e irrepetible temporada 2021-2022. Ojalá se hiciese y podamos disfrutarlo todos los aficionados.
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