En este caluroso Junio que para el madridismo es el invierno de la decepción, cuando el cielo se ha encapotado y ha tomado un color panzaburro que invita más a la murria que al optimismo, y que resulta aún más amargo por contraste con el sol insolente y estelado de ahí al lado, a mí me surge, irreductible, la esperanza. Voy a tratar de explicar por qué, y para ello necesito ayudarme de un pequeño excurso a modo de reflexión previa. Espero que no se me impacienten; les prometo que el viaje por los benditos cerros jienenses será lo más breve y lo menos tedioso que me sea posible.
Decía Wilhelm Furtwängler que la música de Beethoven se eleva hacia el cielo, mientras que la de Mozart desciende de él. No seré yo quien contradiga al místico director nacido en Berlín (sí, amigos, Berlín también ha sido testigo de acontecimientos felices), pero he de reconocer que en cuestiones futbolísticas soy más beethoveniano que mozartiano. Prefiero el fútbol proteico al leve y filosófico; me inclino por el que se disputa con borceguíes manchados de barro y de hambre de triunfo frente al que se juega calzando los coturnos alados de Mercurio, con sus dorados destellos; me emociona el fútbol de esfuerzo y pelea -el deporte como sublimación de la guerra- y me aburre el que parece jugarse con mallas y tutú. La gloria en el fútbol es hija del sudor y del valor, del espíritu indomable y de la sed de victoria, y quien busque arte jamás debería profanar el estadio de fútbol, que no es un templo sagrado porque el fútbol es mucho más que una religión. En el fútbol sobran siempre las liras y los versos de rapsoda; cuando se trata de fútbol, y que me perdone el padre Suances, el cielo se toma al asalto.
Yo no sé si el fútbol del Real Madrid asciende hacia el cielo o procede de él, pero sí sé lo que para mí es el Real Madrid. El Real Madrid es la pradera temblando bajo esa estampida de búfalos con los ojos inyectados en sangre que se llama Cristiano Ronaldo; es Bale dejando atrás a Bartra, al empujón que éste le propina, a sus propias dudas y a cinco años de frustraciones para galopar de forma inverosímil en el minuto no sé cuántos de la prórroga y marcar un gol legendario; es un melenudo chavalín de Santillana del Mar que olvida sus limitaciones para convertirse en icono madridista a fuerza de determinación y de fe en sí mismo; es Zidane sosteniendo la mirada a lo imposible en una final de Copa de Europa y deteniendo el tiempo para siempre en una volea eterna y viril que percute la historia al mismo tiempo que la red del Leverkusen. El Real Madrid -sírvanse ustedes del ejemplo que sientan más cercano a su corazón- es el espíritu insobornable de lucha, la búsqueda incansable de la victoria, la superación de cuantos obstáculos nos presenta la vida, la mirada desafiante al destino. La esencia del Real Madrid no está en las diez Copas de Europa ni en la sala de trofeos del Bernabéu; tales trofeos, formidables y prodigiosos como son, constituyen tan sólo el portentoso resultado de la fidelidad del Real Madrid a sus valores, a su naturaleza primera y última, a la que nos hace sentirnos orgullosos de nuestro madridismo.
Por todo eso -y abandonamos en este punto mis queridos olivares de Úbeda-, me siento esperanzado con el año que nos espera. No es sólo que el Real Madrid siempre se levanta, es que se advierte un cambio de rumbo que, esta vez sí, parece disponernos en la dirección correcta, y que se resume en la contratación de don Rafael Benítez para dirigir el banquillo y el vestuario -¡ah, el vestuario!- madridista. No se me escapa que la gran mayoría del madridismo ha recibido a Benítez con frialdad -cuando no con abierta hostilidad-, aunque sí lo hacen las razones de tal proceder: más allá de vagas referencias a su aspecto algo desaliñado o a la circunstancia de tratarse de un técnico "en decadencia", de existir razones de peso para oponerse a la llegada del madrileño a nuestro banquillo, yo no he conseguido averiguarlas. Así que, nadando probablemente contra corriente, me dispongo a echar mi cuarto a espadas en favor de Rafa Benítez (si han tenido la paciencia de llegar hasta aquí, quizá no sea abusar demasiado de ella el pedirles que continúen unos párrafos más).
De Rafa Benítez podría glosar muchas virtudes, pero me centraré sólo en las más importantes. No mencionaré, por tanto, la simpatía que despierta en mí su nombre, prosaico y de barriada; un tipo llamado Benítez nos remite a la autenticidad de Orcasitas o Malasaña y nos aleja del glamour -ese impostor, que diría Xavi Hernández- de la Via Dante milanesa. Tampoco haré referencia al apego que me producen su oronda figura y esa cara sonrosada y algo abotargada, que probablemente nos hablan del sabio gusto por los placeres de la vida (di taverna in taverna, quel tuo naso ardentissimo mi serve da lanterna), si bien he de confesar que en esto puedo pecar de parcialidad: si observan mi retrato que aparece un poco más abajo, repararán que Benítez bien podría ser mi hermano menor, o incluso mi hijo. No, no abundaré en ninguna de estas cualidades pues, con ser importantes, palidecen frente a las que me interesa destacar.
La primera y más importante es que Benítez, a lo largo de toda su carrera, jamás ha prometido que sus equipos jugarán bien al fútbol. Denme ustedes un entrenador que prometa un fútbol bonito y huiré de él como de la peste, por cursi y por perdedor. Prometer el buen juego es anunciar el desastre. Por otra parte, yo nunca he sabido en qué consiste eso de jugar bien al fútbol. Para mí (me remito a mi profesión de fe futbolística unos párrafos más arriba), jugar bien equivale a ganar, y perder es sinónimo de jugar mal, y creo que la historia del Real Madrid corrobora que mi punto de vista no es muy diferente de lo que siempre ha sido -utilicemos el palabro- la filosofía del club. Alejandro Magno fue temido y admirado por haber conquistado media Europa, no por la belleza táctica con la que disponía sus tropas en el campo de batalla. Del mismo modo, cuando uno se pasea por la sala de trofeos madridista no piensa en si tal o cual trofeo se ganó con un fútbol más o menos bonito (lo de juego bonito es algo que debería quedar confinado para siempre en las fronteras de Brasil), sino en el legítimo orgullo de saber que su equipo fue el mejor. No hay belleza mayor que la victoria. No hay belleza más allá de la victoria.
Además, Benítez ha demostrado que construye equipos competitivos, muy trabajados tácticamente, correosos y difíciles de ganar. Sé que a mucha gente la expresión difícil de ganar le produce urticaria, por tratarse de un concepto defensivo que se identifica con un fútbol retrógrado y reaccionario. Yo entiendo que la coincidencia en el tiempo de la Quinta del Buitre con el dream team de Cruyff, verdaderos anni horribiles del madridismo, produjo tantas víctimas en el fútbol como la LOGSE en la educación, y que aún estamos padeciendo sus desastrosas consecuencias, como cualquiera que eche un vistazo a la grada del Bernabéu un día de partido puede acreditar. Pero la verdad es la verdad y, aunque a algunos les suene a herejía, los equipos ganadores se construyen comenzando por la defensa, del mismo modo que la elegancia empieza por los zapatos. El fútbol, mientras no se demuestre lo contrario, consiste en marcar más goles que el rival, de donde cabe deducir con escaso riesgo de violentar las reglas de la lógica, que si uno consigue que no le marquen ningún gol tiene media tarea completada. Se trata de una verdad tan incontestable como frecuentemente preterida, pero yo no la olvido y Benítez tampoco; con eso me basta.
La última virtud de Benítez que desgranaré, por no hacer este artículo todavía más farragoso, es su personalidad. Lo que nuestro vestuario necesita no es un pacificador -¡qué gran error, Florentino!- sino un domador. Un domador experimentado y armado de látigo y de rifle de caza para abatir las piezas que se nieguen a pasar por los aros de la disciplina y el mérito. Un domador con el rostro surcado de cicatrices y con la mirada más fiera que la de los animales a su cargo. Un domador que le tenga más aversión a las ruedas de prensa -¡ay, esas lágrimas!- que a la sangre en la jaula. Un domador que levante adhesiones inquebrantables de quienes estén dispuestos a sumarse al proyecto con su trabajo y sudor, y el odio más africano (de tierras de Eto’o, mismamente) de quienes prefieran seguir entregados a la molicie, al capricho y al masajeo del periogolfismo. Un domador que ponga las cosas -y las bestias- en su sitio. No diré que Benítez se ajuste milimétricamente a este perfil, pero es un gran paso adelante en la dirección correcta.
Así que, señores, tengo esperanzas de que tras el invierno salga el sol. Miro a Benítez y veo a once jabatos vestidos de blanco haciendo la guerra y no el amor. Miro a Benítez y me parece adivinar el orgullo inconfundible del madridismo en el brillo de sus ojos pequeños y vivarachos. Miro a Benítez y veo a un outsider tomando –para nosotros- el cielo y la gloria al asalto.
¿Increíble? Bueno, cada vez que oigo las burlas a Benítez entre el madridismo pata negra me viene a la cabeza la frase que repite Benedict Cumberbatch en The imitiation game: a veces, la gente que nadie imagina hace cosas que nadie sería capaz de imaginar. Sobre todo si les dejan trabajar. ¿Les suena el nombre de Luis Enrique?
Muy bueno su artículo, D. John. Enhorabuena. Creo que la clave de todo está en su frase: "Sobre todo si les dejan trabajar". El gran desafío que tiene Benítez en frente es ese, que desde el propio club le dejen tomar las decisiones necesarias para su proyecto y lo apoyen; que los jugadores asuman como propio ese proyecto, jueguen en consecuencia, respetando al Míster y no respondiendo a sus propios intereses (y el que no quiera, puerta); y que los periodistas deportivos (radio, prensa y TV) dejen de boicotear al entrenador del Real Madrid cuando no les baila el agua... Bueno, esto último es utopía; me conformo con el compromiso del club y de los jugadores de apoyar a Benítez.
Por cierto, cuando leía lo del "juego bonito", si bien a la memoria me venía el fútbol de La Canarinha, las referencias más actuales son las del país ese chiquitico de la esquina superior derecha. Cuántas veces hemos leído aquello de que -con Guardiola- hacían el fútbol bonito, todo poesía, una bella danza; que hasta incluso los que perdían contra ellos, estaban contentos por haber jugado contra la "pandilla de amigos", que velan por la felicidad de la humanidad, y bla, bla bla.
Buenas tardes, no voy a entrar a valorar la idoneidad o no del Sr. Benitez, como futuro entrenador del Madrid, no voy a discutir su preparación, ni su "curriculum", ni su madridismo, pero si es verdad lo que dicen los medios del CE.CO.M.A. que su sistema va a ser un 4-2-3-1, en la practica un 4-2-4, pienso que sólo un milagro podrá hacer que el Madrid gane títulos la temporada que viene, milagros como el segundo año de MOU, - la liga de los records de goles y puntos-, este sistema fue impuesto por el Sr. Del Bosque hacia el año, 2003 y desde entonces nos trae de cabeza, apenas hemos ganado 3 ligas, creo que fue en el mundial de SUECIA, (1958), donde Brasil gano su primer mundial, la última vez que este sistema fue utilizado por el equipo campeón, luego cayo en desuso y nadie lo había vuelto a utilizar, hasta que, - en maldita la hora- EL Sr. Del Bosque lo volvió a recuperar, el Madrid es tan grande que podemos ganar una copa de Europa jugando la final con 10 ( Casillas jugo con el Atlético), pero no conviene jugar con la diosa fortuna.
Creo que no hemos aprendido la lección del año pasado, porque cuando jugamos un futbol primoroso, fue con la lesión de Bale y un 4-4-2, luego al final de la temporada, volvimos al 4-4-2 y eliminamos en la liga de campeones al Atlético de Madrid, dejándole tirar entre los 3 palos, 3 veces, en 180 minutos, ganamos con el 4-4-2 al Sevilla en su casa cuando llevaba 2 años sin perder allí y ni el Barcelona pudo, fuimos mejores que la Juventus en Turín, donde en el segundo tiempo, con empate a uno, nos sacan al contra golpe un penalti, que si alguno de nuestros centrales o mejor 2, se hubieran quedado a hacer la cobertura, no habría pasado, en vez de ir los 3 (Pepe, Varanne y Ramos) como locos a rematar un corner, dejando la defensa desguarnecida, evidentemente los medios del CE.CO.M.A. APROVECHARON ESTE ERROR TACTICO (PUNTUAL) , PARA EXIGIR LA VUELTA al 4-3-3, que con James e Isco de interiores, cuando son medias puntas, no nos dio para remontar a la "Juve", ni ganar al Valencia, además de la desgraciada lesión de Modric. Ojala me equivoque pero con el 4-2-4, vamos al matadero, arbitrajes aparte. Saludos blancos y comuneros
Muy de acuerdo con el artículo. Se ha discutido mucho sobre si el Madrid no tiene un rumbo claro con los entrenadores. En mi opinión sí tiene las ideas claras, lo que ocurre es que las ideas de la Directiva no son las ideas más comúnmente aceptadas. Si pensamos en que Pellegrini es un fino estilista y blando con la plantilla, Mourinho ultradefensivo y duro, Ancelotti equilibrado y blando, y Benítez ultratáctico, defensivo y duro con los jugadores, sí parece que estamos dando tumbos.
Pero, en mi opinión, los últimos tres entrenadores tienen en común varias cosas: son ganadores (curriculum plagado de títulos importantes), saben gestionar vestuarios con multitud de estrellas, y, por supuesto, se saben adaptar a cualquier plantilla, i.e. saben crear un estilo de juego acorde a los jugadores de los que disponen.
Este es el rumbo en el Madrid, este es el criterio. No hay que mirar más allá. Los estilos de juego los dejamos para los integristas de la prensa. Lo importante es ganar, y si es posible, jugando bien. No se trata de jugar bien para ganar, sino al contrario, ganar para jugar bien.
Mourinho iba a ser muy defensivo y pasó a la historia como el propietario del récord de goles y puntos. Ancelotti fue capaz de hacer jugar juntos y muy bien a Modric, Kroos, James, Cristiano, Benzemá, Bale, y además, con dos laterales muy profundos. De la misma forma, Benítez no puede ser defensivo con la plantilla de la que va a disponer. Pero el fútbol no es sólo ataque. También es defensa, y transiciones de ataque a defensa y de defensa a ataque. Hay que dominar todos los momentos del fútbol, no sólo uno.
Y como se dice en el artículo, todos los grandes equipos tienen un gran entramado defensivo, i.e. es difícil ganarles. Eso es lo esencial, dejémonos de tonterías. Los goles, con los jugadores que tenemos, vendrán, y muchos. Lo importante es que cerremos la portería de una vez por todas.
Gracias Juanpa, has entendido claramente que en el futbol moderno es fundamental una ocupación racional de los espacios, cosa que con el 4-2-4 difícilmente sucederá, si los 4 de arriba son Ronaldo , Bale, Benzema y James. y como señalas con luminosa claridad problema de goles no vamos a tener, este año casi batimos en liga el record de la liga de MOU, (117-121GOLES), EL PROBLEMA LO TENEMOS EN DEFENSA DONDE HEMOS ENCAJADO MAS DE 35 GOLES, CASI EL DOBLE QUE EL Barcelona -AHÍ HA ESTADO LA LIGA-. mucho me temo que la CEntral COchinera de Medios Antimadridistas , nos vuelva locos con el tema y se dedique a intoxicar y dividir a la afición si al Sr, Benitez, en un momento de lucidez se le ocurre cambiar el 4-2-4, por otro sistema. Saludos blancos y comuneros