Elena Anaya contra el oso bailarín

Yo desde hace unos días, cuando mencionan a Elena Anaya, una actriz española, menuda y atractiva, con voz de niña y aparentemente (no tengo el gusto) agradable en el trato, pienso inmediatamente en el reverendo John Endicott. Qué me ha llevado a relacionar tan gracioso esplendor con tan repelente fanático tiene como respuesta el que Elena haya dicho públicamente que Cristiano Ronaldo es una figura nociva.

Yo me imagino a Elena Anaya (no he visto ninguna de sus películas, sí algunas escenas de ellas) habitando una piel en un ambiente de cultura supina, pero ahora también abucheando al futbolista portugués desde una grada baja del Nou Camp con el ceño fruncido y las aletas de la nariz enarcadas.

En la alegre colonia de Merry Mount, en Nueva Inglaterra, contaba Hawthorne que vivían familias y felices individuos con máscaras de ciervo y de oso y de lobo que danzaban día y noche alrededor del Palo de Mayo, un pino pintado y adornado con flores y guirnaldas en cuya cima flameaba un estandarte de seda con los colores del arco iris.

No sabían que eran espiados, al otro lado del bosque, por los puritanos de Endicott, quienes un día se presentaron en aquel carnaval constante, guiados por el reverendo, todo él energía y pensamiento, "¡el Puritano de los Puritanos!", para destruir toda esa iniquidad. Aquel hombre blandió su espada y de un tajo cortó el árbol símbolo de la alegría de la colonia, y dice la leyenda que al caer el Palo de Mayo el cielo del ocaso se oscureció y el bosque exhaló una sombra más tenebrosa.

Yo el día que supe de las palabras de Elena Anaya sentí también el cielo oscurecerse. Todo ese aparente encanto derrumbado, como el pino totémico de la colonia, por ella misma. Una dulce niña cargando, igual que el feo Endicott, contra el "ídolo falso porque transmite valores egoístas", la prédica en Yo Dona igual que si la entrevista fuese el foro de Merry Mount donde los colonos tiemblan al oír al reverendo: "¿Qué victoria es esa si la celebras sólo quitándote la camiseta y no abrazado a tus compañeros? Son valores individualistas y materialistas que hacen daño a la sociedad".

Pensé que después de esto iba a concluir con una sentencia. El poste de azotes y los verdugones para el infame pecador. Endicott mandando disparar sobre la cabeza del oso bailarín. Pero la joven (ya no tanto) que, evidentemente, no sabe nada de Cristiano Ronaldo y sin embargo lo juzga, que piensa que la virtud solo éstá en el interior de sus santos, como Almodóvar o Cranston, al parecer ya había disparado suficiente.

Luego me fijé, por ejemplo, en la ausencia de individualismo y de materialismo, en el desprendimiento y la austeridad de la fotografía de portada de la entrevista en la que Elena Anaya profiere sus insultos, no sus opiniones, cuyo pie de foto dice, literalmente: "Abrigo de lana 'oversize' de Dior. Camiseta de tirantes, de Calvin Klein Underwear. Colgante de oro blanco de la colección Rose des Vents, de Dior Joaillerie", y casi me hago cruces. ¿Será que en realidad los días de fiesta de Elena no son días de ayuno y que su pasatiempo favorito no es cantar himnos?

¿Y si Elena, a pesar de su recto sermón, de su fe severa, se ha desviado del camino que le dictan Almodóvar y Cranston? ¿Por qué hace conjuros, ¡conjuros!, para que Cristiano no marque gol? ¿Habrá sido el horror de la caza de Pokémons, o el interés creado (naturalmente por Cristiano) para que la gente deje de ir al cine y aprender?

Espero que no sea más que una errónea apreciación. Quizá así los hombres podamos dormir tranquilos sabiendo que el Cristiano Ronaldo nocivo, egoísta, individualista, materialista, el ídolo falso mancillador de la sociedad, ahí es nada (lean el blasfemo artículo de Mr. Sambo), aún tiene la oportunidad de que le corrija el reverendo Endicott a latigazos, le corte el pelo como una calabaza, le vista humildemente de Dior y así pueda marchar rumbo al cielo, donde ya nunca derrochará un sentimiento de pesar por las vanidades de Merry Mount.