En el Madrid, de recién fichado, arrancó Luka Modric sin pretemporada, y tardó un rato en ir cogiendo el oxígeno de la mejor forma. Muchos se han quedado en eso, en el gimnasio de coger la mejor forma, hasta que no han tenido sitio en el Madrid, y se han tenido que ir a jugar a su pueblo, o a otro pueblo. Vino Luka a medio gas, como futuro recambio o relevo de Xabi Alonso, pero vino para quedarse. Y ahí le tenemos ahora, de hermano de sabidurías de un tal Toni Kroos, que derrocha menos fantasía que Luka, pero no falla nunca. Tiene Luka un trasluz de violinista con esquina en Praga, y una melena de poeta, antes que de pelotero de póster. Quiero decir que Luka Modric es un jugador de lámina desmadejada, y no un pletórico de tatuajes, que es lo que se lleva, en el fútbol de gran escaparate que nos concierne.
Pero ese perfil desusado, y casi insólito, en el fútbol del momento, nos ha traído a un centrocampista de imaginación, a un lírico del afán, a un creador del balón en largo, o el giro de inventar un espacio, como quien estruja un alejandrino. Modric no sabe jugar mal, venga bien la tarde, mal, o regular, y en la orquesta a veces desorquestada del último Madrid es un tipo que propone criterio de combustión, en el centro del campo, y luego una rebeldía de tío que elige el remate cuando no se lo espera ni él, que son los remates realmente homicidas. Modric pone llama de imaginación en el pase último, o penúltimo, y a veces emociona con un gol de vitrina, por bello, y por histórico, incluso. De arranque, en el Madrid, tuvo una racha difícil, porque no estallaba su genio, más bien quieto en la promesa, con su pinta de violinista del frío, con su deshojada arboladura de zagal de dibujo animado. Pero resulta que la pinta de violinista incluía un violín de verdad, el violín de jugar tocando el violín de la música del fútbol que piensa, o vuela, donde el equipo lleva el corazón. Le he visto triunfar en Old Trafford, como quien ha ido al recreo, y hay días del Bernabéu glorioso que fueron un museo del fútbol, porque jugó Modric con su despeinado violín alegre.
Fotografías Imago.
Bravo, bravo y bravo.
Por columnas como esta leo La Galerna.
Y yo.
Gran artículo, pero se ha quedado usted corto, señor Herrera.
Lo bue, si bre, dos veces bue.
Más que un violín de verdad, un verdadero Stradivarius.
Precioso artículo.
Ángel Antonio Herrera: ¡Torero!
Gran articulo y haciendo justicia con este pedazo de jugador es una delicia verle. lo mejor que e visto en los ultimos años junto a Redondo dos maravillosos jugadares y distintos a la vez pero que te enamoran viendoles jugar. gracias Lukita por todo lo que nos has dado y nos seguiras dando.