El Villarreal, Cerezo, Neptuno y Walesa

El análisis de las portadas de los periódicos deportivos de hoy

Buenos días. ¿Quién y por qué empezó a llamar al Villarreal “el submarino amarillo”? Lo de amarillo está claro al ser este el color del uniforme del equipo de la Cerámica, pero hay que ser muy beatlemaníaco para empeñarse en lo otro. La única vez que se recuerda al Villarreal desplazarse por debajo del mar fue en la temporada 1999/2000, tras su descenso a Segunda División, y no nos parece este hito algo de lo que enorgullecerse.

De lo que sí puede estar orgulloso el equipo presidido por Roig es de jugar esta noche la Final de la Europa League, el torneo que disputan los quintos y sextos equipos de cada Liga más una serie de descartes de la fase de grupos de la Champions. Hacemos este mínimo apunte para poner en su verdadera dimensión la importancia del torneo, como se verá un poco más adelante. La Final se disputa ante un histórico como el Manchester United en la no menos histórica ciudad polaca de Gdansk, allá donde se gestó la caída del comunismo a través de la figura de Lech Walesa y el sindicato Solidaridad, al que estaban afiliados los trabajadores de su célebre astillero. Los astilleros hacen barcos y quién sabe si también submarinos, lo que puede ser una señal aunque siga sin explicar por qué al Villarreal se le llama como se le llama.

En Gdansk hay también una célebre Fuente de Neptuno, otra señal a través de la cual se explica seguramente la presencia de Enrique Cerezo en la portada del Marca justo en las fechas en las que miles de atléticos se han ciscado en los protocolos Covid celebrando su Liga, precisamente en Neptuno. Todo son señales rarunas. Cerezo aparece en la salomónica portada de Marca leyendo precisamente eso, el Marca, lo cual ya no es ninguna señal aunque parezca la mayor señal de todas, sino simple marcar paquete periodístico. “Tome, D. Enrique, pose con Neptuno (otra vez) de fondo y leyendo el Marca” no es cosa que le vayan a decir los del As. “Llevamos muchos años instalados en la élite mundial”, replica D. Enrique. Y más instalados que podrían estar, D. Enrique, si no se hubieran ustedes bajado en marcha de la Superliga para admitir a toro pasado que en realidad era una buena idea. Pero ese es otro tema. Un tema propio de cobardes, para ser exactos y precisos. También es un tema propio de cobardes el anacronismo vergonzante de auspiciar un grupo violento y neonazi que incluso acude a dar charlas a los jugadores, y que encabeza las insurrecciones contra los protocolos Covid.

En As traen a portada un grupo de aficionados del Villarreal posando en medio de su paseo por las encantadoras calles de Gdansk. “La Final de todos”, sentencian los de Vicente Jiménez. ¿Por qué la Final de todos?, nos preguntamos. ¿Qué nos obliga a interesarnos tanto por ella? ¿Qué nos obliga a desear el triunfo del Villarreal, como parece inferirse de todo esto? Cada cual puede elegir con quién ir en la Final: con un equipo extranjero al que nos unen lazos históricos imborrables (como cuenta Fantantonio en este artículo), o con otro español cuyo presidente se destaca por su trato despectivo al Real Madrid, de quien llegó a sugerir que sobornaba a árbitros con bolsitas de llaveros y pines. ¿Qué nos obliga incluso a tomar partido? Lo preguntamos porque este portanalista, por ejemplo, a las 21 estará en el cine para ver la película Otra Ronda, y a la salida, tal vez, imitará a los protagonistas de la misma en el afán de ahogar en alcohol las penas que aún sobrevivan a un año entero de humillación por parte del estamento arbitral, que es quien se debería bañar en Neptuno, en el de Madrid o en el de Gdansk. Hasta el legendario colegiado Ramos Marcos reconocía ayer en prensa que el Madrid tiene toda la razón para quejarse de los arbitrajes este año. La entrevista la hizo en El Mundo Iñako, a quien le salió el tiro por la culata.

Con todo, lo que no podemos pasar por alto es esa otra aseveración de As en primera plana, eso de que el Villarreal busca en la Final “salvar la cara del fútbol español”. La cara del fútbol español no la salva nadie ganando un torneo respetable pero menor, como explicábamos al principio. La cara del fútbol español se salva en la Champions mientras no exista la Superliga, y en la Champions se lloró en Neptuno, se lloró en Canaletas y se lloró a orillas del Guadalquivir. Lágrimas tempraneras. Lágrimas de Octavos. El Madrid lloró lágrimas de semifinales, lo que para el Madrid es un drama, pero para el fútbol español es precisamente eso que absurdamente se le pide al Villarreal porque ya lo había hecho el Madrid: salvar la cara. Unas semifinales de Champions valen unas siete veces más que una Final de Europa League, lo que no será óbice para que el club blanco felicite en buena lid, si la gana, al club que le acusa de comprar partidos con bolsas llenas de banderines y pines.

Os dejamos con la prensa cataculé.

Pasad un buen día.