Leo en el AVE, el domingo, de vuelta de Barcelona, una entrevista breve pero interesante que le hace Salvador Sostres a Emilio Butragueño en la trasera del ABC. Si bien siempre he dicho que Butragueño, en realidad, es el mayor especialista del mundo en hablar sin decir nada, un verdadero artista de esa disciplina, he de reconocer que Sostres sabe sacarle jugo. Y que el Buitre se deja. La entrevista, como digo, es muy interesante porque deja titulares y pepitas de oro de lo que bien podría considerarse la génesis de una Secretaría de Estado vaticana en el Madrid. Ante Sostres, el perfil de Butragueño se eleva, se hace más complejo de lo que creíamos desde siempre, adquiere matices distintos y hasta ahora insospechados, pareciéndose al del maravilloso cardenal Voiello de la serie de Paolo Sorrentino The Young Pope. ¡Quién lo iba decir del hombre que le mete formol a todas las polémicas!
“Las noches del Chelsea y del Sevilla suceden porque ha sucedido muchas veces. Está en la camiseta, está en el escudo, las anteriores generaciones nos enseñaron a hacerlo”. Con esto abre la charla y algo más que eso, la posibilidad de elaborar un corpus oficial de doctrina madridista, un santo catecismo blanco. Es la primera vez que alguien en el club revela un interés genuino por esto o que traza de alguna manera principios rectores que van más allá del clásico “evangelizar” con que Florentino ha aderezado siempre su propaganda electoral. Los recursos a Bernabéu y a los padres fundadores han sido recurrentes desde que se presentó contra Lorenzo Sanz en el año 2000; en su vídeo promocional de 2009, con el club bajo la lupa judicial por las artimañas electorales de Ramón Calderón y con el madridismo emocionalmente quebrado por los triunfos del Barcelona de Laporta, Guardiola y Messi, atajó y fue directamente al núcleo, a la esencia del bernabeuísmo.
Pero aquello fue una reivindicación sentimental, un tirar hacia arriba de un cuerpo muerto, inyectarle adrenalina al pueblo devastado y alicaído. Lo de Butragueño me ha parecido otra cosa porque además es Butragueño, el Delfín oficioso aunque ahora se hable mucho de Nadal como posible sucesor de Pérez en la presidencia. Butragueño es Director de Relaciones Institucionales, es el hombre de la Fundación, es la cara que ve el mundo en la zona mixta durante los entretiempos de los partidos, es el rostro patricio de mármol romano que observa imperturbable los sorteos de la Copa de Europa y que luego emite una valoración urbi et orbe. Es el gran visir del califa Pérez. Su figura concita la palabra mágica: consenso. Es un preboste de la curia florentinesca, un chambelán ungido por su condición de mito viviente y héroe epónimo para la generación boomer del madridismo, la que vivió La Quinta. Tiene estudios, sabe hablar, tiene presencia, es el yerno ideal de España, aunque ya va teniendo casi la edad de ser abuelo porque aunque no nos hayamos dado cuenta del todo Florentino lleva más de veinte años en nuestras vidas, su huella, en términos de tiempo histórico lineal, es ya profunda y duradera en el Madrid y en el fútbol mundial. Butragueño representa una confiabilidad rajoyesca, una amabilidad pepera (el hombre al que los jubilados pondrían en las manos todos sus ahorros), feijooyesca si lo actualizamos a los tiempos corrientes. Lo tiene todo para ser el De Carlos de Florentino porque la verdad sea dicha, igual que lo fue Bernabéu, Pérez es insustituible. Se tendrá que aprender a vivir sin él, pero no suplirlo.
El Madrid es lo más parecido en el mundo laico al Vaticano. Al Vaticano como cabeza mundial de la Iglesia pero también al Vaticano como Estado, como administración terrenal. Por eso no hay grandes cambios, al menos en la concepción florentinista del Madrid. Todo ha de conservar la apariencia de la serenidad, se huye de lo drástico. Esa es la razón de que me interesen tanto las palabras de Butragueño a Sostres. La política vaticana hay que auscultarla con un estetoscopio para adivinar los levísimos pero firmes cambios de rumbo de la nave. Butragueño es la transición suave. Es un hombre de Estado, un consigliere con la sutileza y la elegancia de un cavaliere. No entra jamás a ningún trapo de los que le muestra Sostres, mucho menos si ese trapo lleva los cuernos luciferinos de Guardiola ahora que viene con sus seis miuras: “Pep es un gran entrenador por el que sentimos un gran respeto, ser el Madrid es ser respetuoso con todos los clubes, el respeto es nuestra filosofía”. Es la línea oficial, siempre lo ha sido, del Madrid de Florentino con respecto a todos los demás, especialmente con respecto al Barcelona sainetero y populista, noventero, de Laporta; especialmente también con respecto a Guardiola, que en la lista de los grandes villanos del antimadridista debería estar el primero, muy por encima de Messi y de todos los demás que son y que han sido. El Buitre subraya la neutralidad política de un club que Pérez siempre ha querido sujetar dentro del famoso “señorío”, afianza ese empaque de club superior, superior en el sentido literal de estar por encima del barro, del fango (y en esencia el fútbol español es una ciénaga) pero un poco después da dos respuestas que, sinceramente, son lo más original y fresco que ha salido de la cancillería madridista desde que por los pasillos estaba Valdano.
El Madrid es lo más parecido en el mundo laico al Vaticano. Por eso no hay grandes cambios, al menos en la concepción florentinista del Madrid. Todo ha de conservar la apariencia de la serenidad, se huye de lo drástico. La política vaticana hay que auscultarla con un estetoscopio para adivinar los levísimos pero firmes cambios de rumbo de la nave.
“Cuando llegó Bernabéu, en 1943, a la presidencia del club, la situación económica era muy complicada, muchos de los jugadores habían muerto durante la guerra, las gradas del viejo Chamartín se habían arrancado para hacer hogueras y guarecerse del frío”. Esto es una estupenda actualización de la historia oficial del Madrid porque nunca hasta ahora Florentino había mostrado interés en todo lo que pasó en el club antes de Bernabéu. El Madrid de los años veinte, el Madrid de Parages, el Madrid republicano y el que sobrevive a la guerra, el club de Sánchez-Guerra y de Hernández Coronado, apenas eran una nota al pie en la página web y en los anuarios pontificios con los que periódicamente el club se cuenta pomposamente a sí mismo, casi siempre de manera particular, dirigiéndose a sus socios, por lo que todo se queda en algo de consumo interno sin repercusión en el exterior. Esta vez Butragueño se lo dice a Sostres en el ABC, nada menos. No es una gran cosa pero tampoco una cosa menor, porque Sostres es lo más cercano al Vázquez Montalbán del barcelonismo contemporáneo y el ABC aún conserva el prestigio de la cabecera más influyente de la prensa nacional. El Madrid empieza a mirarse a sí mismo y a expresarle al mundo que sus tótems principales, don Santiago y don Alfredo, no surgen espontáneamente en una tundra, sino que vinieron a coronar un modo particular de hacer las cosas. A consagrarlo, a consagrar un ethos, a ser el final de una trayectoria que iba más allá de los hechos particulares de uno o dos individuos aislados..
Pero Butragueño no se quedó ahí. La entrevista trasciende el “somos los valores y el espíritu de Bernabéu y Di Stéfano” usados por el periodista para titularla. Esa frase, al fin y al cabo, ha sido tan utilizada por el florentinismo para definir su misión y para definir la visión madridista que en realidad ya no significa mucho, es como el cliché culé del “més que un club” (aunque esto también conserva un gran fondo de verdad, pero no en el sentido en el que los magníficos publicistas catalanes lo han querido vender siempre). Butragueño hace una defensa del gran proyecto de reconstrucción del Estadio de Chamartín emprendido por Santiago Bernabéu en plena postguerra que no es otra cosa que una vindicación de la doctrina madridista (el genuino know-how blanco) que respalda la renovación del Bernabéu emprendida por Florentino: el pilar que sustenta la independencia inveterada del Madrid como sociedad autónoma que sólo responde ante sus socios, la bandera de la libertad que ha hecho del Real históricamente lo mejor que ha dado España al mundo en el siglo XX.
“Bernabéu creía en lo que hacía y para financiar la construcción se emitieron bonos al 5%. La misma mañana los socios los suscribieron todos. Bernabéu, que había acudido a la sede del Banco Mercantil aquella mañana, cuando vio la cola infinita que se formó pensó ahora sí que creo que el Real Madrid tiene futuro”.
Butragueño hace una defensa del gran proyecto de reconstrucción del Estadio de Chamartín emprendido por Santiago Bernabéu en plena postguerra, que no es otra cosa que una vindicación de la doctrina madridista que respalda la renovación del Bernabéu emprendida por Florentino: la bandera de la libertad que ha hecho del Real lo mejor que ha dado España al mundo en el siglo XX.
Si el secreto de la pervivencia milenaria de la Iglesia católica es mirar al mundo a través de los cristales de la Escritura y de la Tradición, el del Madrid es más o menos parecido. Escritura no hay pero empieza a haberla, y por primera vez el club participa de una empresa cuya naturaleza no puede ser sino comunal pero que a la vez requiere de una dirección patronal clara. A lo mejor la entrevista la dio Butragueño una mañana en la que estaba espléndido y contento, pero yo creo que mencionar por primera vez en una gran tribuna pública los hitos fundamentales del proceso histórico que ha puesto al Real Madrid en el lugar principal en el que ahora se encuentra se parece un poco a una intención de explicarse a sí mismo por parte de la entidad. Esto tiene una importancia extraordinaria de cara no ya al futuro sino al presente: el estadio nuevo se va a inaugurar el año que viene y el siglo XXI es ya sin ninguna duda el siglo del relato, de la narración y del venderse a sí mismo. Como dijo una vez el cantaor Pepe Blanco en el mítico Cantares de Televisión Española, extracto rescatado por C. Tangana en su disco El Madrileño, el Madrid, como la canción española, no sólo es racial y del pueblo sino que no puede ser imitado. El Milan, el United, el Chelsea, el PSG, sobre todo el Bayern, quieren imitar su música, pero sólo el Madrid sabe en realidad cantarla, y cuando alza su voz el mundo calla y se encoge.
Excelente artículo. Enhorabuena
Joder. Vaya artículo..... Brutal
Muy buen artículo Antonio. Es tan rica la historia como contradictoria, de allí su belleza. La historia del nosotros los de abajo, haciendo posible grandes transformaciones. Historia que no se cuenta, y que no se tiene en cuenta, porque no le conviene a muchos. Me imagino un pueblo que fue desvastado por una guerra civil (sin sentido, como todas) y que compra bonos para un sueño muy grande como tener un gran estadio para su querido club. Es muy fuerte. El Real Madrid fue y será de los madridistas, no de los poderosos de turno, por eso es grande. Desde Montevideo, un gran saludo.
He disfrutado una barbaridad con el artículo. Muchas gracias Antonio. Cada día soy más consciente de que La Galerna es ya un imprescindible de la misma manera que el Marca y el As son necesarios; para apoyar el café y los churros claro.
Ni Butragueño ni Nadal tienen los millones necesarios para presentarse a presidentes del Madrid gracias al aval que a puesto el colega de Abellan
Pues si Butragueño es la confiabilidad rajoyesca o feijooyesca…. apañado está el Madrid.
Correctísimo.
Al Real Madrid hay que leerle en el campo de batalla verdadero. Lo que te cuentan después del partido son las batallitas del abuelo cebolleta. El otro día decía uno que el Real Madrid era como Camilo Sexto ,valdría también Julio Iglesias . Siempre la misma historia y la vida sigue igual.
Para disfrutar del Real Madrid ,ver el partido. Para disfrutar del Real Madrid, visita a las vitrinas.
Ah , y sobre todo no leer el periódico. Si uno hace caso al periódico , el Real Madrid es un beso y una flor .
Sublime artículo que toc
El Relato está perdido a día de hoy por incomparecencia institucional. El señorío de Bernabéu que tanto se menta en los últimos tiempos no puede estar peor entendido. No hay más que recurrir a la hemeroteca y comprobar cómo defendía a su Madrid, precisamente lo contrario de lo que ocurre hoy en día.
Ojalá sea cierto que han empezado a cambiar cosas pero, lamentablemente, en esto soy bastante pesimista. Un detalle de ello: don Emilio ha repetido un par de frases que han aparecido en el último documental grabado sobre el Real Madrid; de hecho, apenas hay alguna frase o referencia más acerca de los primeros 50 años de existencia del club, sin duda los más difíciles y a cuyos protagonistas debemos que hoy el Real Madrid sea lo que es. Y lo explico.
Don Santiago Bernabéu llegó al club en 1909. Desde entonces vivió y aprendió de aquellos héroes (sí, héroes) que consiguieron crear y levantar un club de football desde la nada. De ellos aprendió y siguió su legado. Y a ellos nadie les recuerda, homenajea mi dedica unas líneas nunca.
Negar que Di Stéfano cambió la historia del club sería de majaderos pero es muy necesario saber y entender todo lo qué ocurrió hasta entonces, lo que no parece interesar a nadie. Y así se ha instaurado El Relato en la sociedad.
“El Madrid es lo más parecido en el mundo laico al Vaticano. Al Vaticano como cabeza mundial de la Iglesia pero también al Vaticano como Estado, como administración terrenal”.
“El Buitre subraya la neutralidad política de un club que Pérez siempre ha querido sujetar dentro del famoso “señorío”, afianza ese empaque de club superior, superior en el sentido literal de estar por encima del barro, del fango (y en esencia el fútbol español es una ciénaga)”.
Impresionante, me quito el cráneo ante semejante clarividencia.
Cualquier comentario o capullez que puedan escribir o hayan escrito en el día de hoy, no es de Jaume Serra ( el de Vich) realmente. Este , aquí y ahora, mi único comentario del día.