La lenta y titubeante imposición del VAR en el mundo del fútbol está dando no pocos quebraderos de cabeza y aún más discusiones y debates acerca de la conveniencia o no de su implantación.
Como casi todo en esta vida que suponga un cambio o modificación de nuestras costumbres o de nuestra rutina, existe una importante reticencia a que ello ocurra. Puede que basada en esa actitud tan arraigada como poco aventurera, que puede resumirse en refranes como: "Vale más pájaro en mano que...", o aquel otro de: "Más vale lo malo conocido que...".
Por doquier aparecen detractores que auguran un fútbol más "aburrido", con continuas interrupciones del juego (como si hoy día no existieran, debidas precisamente a la solitaria vulnerabilidad del árbitro, bien conocida por los pérfidos y protestones jugadores).
Cualquier argumento parece bueno con tal de que no se produzcan cambios y que todo permanezca en su statu quo actual. Y quienes así lo prefieren, parecen desconocer que el fútbol ha ido cambiando (evolucionando) constantemente desde sus inicios hasta el presente.
No solo la tecnología ha experimentado esa evolución (distintos y más modernos materiales para la fabricación de balones, botas, vestimenta, protecciones, porterías, marcadores, pinganillos, césped, etc...), sino que el propio reglamento del juego, auténtica piedra angular de este gran negocio que conocemos como fútbol, también lo ha hecho.
En los comienzos de dicho deporte, tan británico como el rugby, los pases del balón debían realizarse "hacia atrás", al igual que en ese mismo juego. Afortunadamente para el espectáculo, la regla cambió. Como también ha ido transformándose la del fuera de juego, cuyas últimas modificaciones datan de no hace mucho tiempo.
Sorprende saber que, en un principio, los guardametas no podían tocar el balón con la mano, exactamente igual que cualquier otro jugador de campo. Más tarde esto cambió (al igual que el color de sus camisetas). Y se les permitió tanto el hacerlo, que el límite de esa potestad llegaba hasta el medio del campo. En 1912 se restringió ese límite al área actual. Seguramente hubo muchas voces en aquel entonces que presagiaban el fin del espectáculo. Y ochenta años después el asunto se recrudeció aún más: los porteros no podían tocar la pelota con las manos ni siquiera en su propia área si provenía del pase de algún compañero de equipo. Cosa que no solo no acabó con el fútbol, sino que contribuyó a hacerlo más ameno.
Los llamados jugadores "suplentes", tan en boca de todo el mundo (especialmente si se tratan del Real Madrid), no formaban parte del equipo hasta fecha tan reciente como 1958. Y aún así, únicamente se permitía la sustitución del portero y de un jugador de campo en caso de lesión. Hubo que esperar varios años más hasta que las sustituciones aumentaran de número y obedecieran también a decisiones tácticas o técnicas de los entrenadores. Y tampoco el fútbol expiró por ese motivo. El público ganó en espectáculo, que aumentaba al retirarse del campo a jugadores agotados que ya poco contribuían al juego y entraban en su lugar caras nuevas más frescas que una lechuga y que revitalizaban el mismo.
Es de suponer que los agoreros de turno refunfuñarían aludiendo a las "continuas interrupciones del juego" por motivo de esos cambios...
Hasta 1970 no vieron la luz las hoy temidas -y tan solicitadas por el personal- tarjetas amarillas y rojas. Que seguramente también tuvieron sus detractores y argumentarían en contra de ellas.
Y podríamos seguir enumerando modificaciones que ha experimentado el deporte rey hasta nuestros días.
Ahora le toca el turno al VAR. Y a sus inevitables detractores y defensores.
El principal problema que presenta el VAR, a priori, no es su "por qué", sino el "cómo". Al margen de los posibles inconvenientes técnicos que todavía puedan presentarse a la hora de llevarlo a la práctica, resulta primordial el modo en que nos lo presentan o el paquete en el que nos lo ofrecen.
Nos ofertan un producto prefabricado, inamovible y para un uso exclusivo. Algo así como si allá por los años treinta, cuando se inventó el Technicolor, solo las películas del oeste pudieran hacer uso del mismo y tuviéramos que ver el resto de los géneros en blanco y negro.
Ese aire un tanto dictatorial hacia los equipos que van a ser arbitrados de esa manera resulta soberbio y arrogante. El árbitro (tanto el presente en el terreno de juego como el sentado ante un monitor) no deja de ser un accesorio necesario para la práctica del fútbol profesional y no un protagonista principal del desarrollo de un partido. O al menos no debería serlo. En un partido entre los equipos A y B, solo los equipos A y B tienen que ser los responsables, para bien o para mal, del devenir de dicho encuentro. El árbitro ha de estar únicamente para corregir o arreglar los posibles fallos (infracciones) que se puedan presentar en el enfrentamiento. Con el VAR, tal y como nos lo quieren ofrecer, se pretende ir mucho más allá.
¿Por qué los equipos implicados no pueden decidir qué acciones han de ser revisadas? Siempre con un límite preestablecido, por supuesto. ¿Y por qué los árbitros del VAR sí van a poder rearbitrar trances que ni siquiera los interesados han denunciado sobre el césped?
Cuando nuestro automóvil presenta algún desperfecto o tiene algún síntoma de avería, requerimos la actuación de un mecánico para que lo repare o lo mantenga en buen estado. Los mecánicos son pues necesarios para que nuestro coche continúe funcionando correctamente.
Pero excederían groseramente en sus funciones si, cual guardias civiles de tráfico, nos parasen en mitad de la carretera y nos exigieran in situ una revisión forzosa del auto, a pesar de que nosotros no la hubiéramos solicitado.
El VAR ha de ser, no una ayuda para los árbitros (como ellos mismos dicen), sino para los equipos que disputan un encuentro. Ellos son los que han de ganar o perder el partido, no los colegiados. Por lo tanto la ayuda ha de ser prestada a dichos equipos cuando la necesiten y la soliciten en su justa medida, ni antes ni después. Y sin embargo son los equipos los que tienen vetado solicitar el VAR ante una posible infracción del contrario no señalada por el colegiado sobre el campo. Son los equipos los que van a seguir dependiendo de la buena o mala fe (en época de sospechosas tendencias arbitrales) o en la disposición o no de los trencillas asentados frente al monitor a señalar esa infracción. Trencillas que seguirán dependiendo del Comité Técnico de Árbitros y por ende, de la propia RFEF, tan en tela de juicio...
A pesar de dicho todo esto, VAR sí. Pero de otra manera.
Uno de los argumentos, un tanto ñoño, que alegan los detractores del videoarbitraje, es que no se conseguiría un arbitrio 100% justo y que seguirían existiendo infracciones imposibles de detectar. Como si eso fuera excusa suficiente para no aplicarlo...
El airbag no ha evitado que se sigan produciendo fallecimientos en las carreteras, pero ha reducido considerablemente el número de ellos. ¿Merece la pena el airbag a pesar de los "inconvenientes" que pueda tener?
Decididamente sí. Y lo antes posible.
Las críticas que más me han indignado al VAR son las de los estamentos arbitrales/federativos argumentando que "se les quita autoridad" y que "el árbitro queda como un monigote".
¿Pero de qué van? El árbitro es simplemente un mal necesario en el juego. No es (o no debería ser) protagonista. Si para que el juego sea más justo el árbitro se convierte en un señor con un micro que persigue a los jugadores por el campo esperando a que le indiquen desde una cabina lo que señalar, bienvenido sea.
Al (buen) aficionado al fútbol lo que le interesa es que la contienda transcurra por caminos lo más fieles al reglamento posibles, no que el árbitro se luzca más o menos. Nadie va al fútbol a ver al árbitro.
Muy bien argumentado y documentado, sr. Van Cleef, todo lo relativo al argumento absurdo de que el reglamento del fútbol no ha cambiado practicamente nada desde su inicio hasta hoy. No están tan lejanos en el tiempo los cambios en el fuera de juego, los pases al portero o la tercera sustitución.
Excelente comentario, no podría estar más de acuerdo.
Le felicito, sr. Van Cleef. Coincido plenamente con su punto de vista y la comparación con el mecánico me ha parecido de lo más acertada.
Desde un principio he dicho que debería de funcionar como el ojo de halcón en el tenis con un número concreto de reclamaciones por equipo; si no lleva razón se le descuenta una, pero si la lleva sigue disponiendo de las mismas. No creo que sea tan complicado.
Saludos.
Mi oposición al VAR tiene más que ver con que creo que el error humano es parte esencial en el carácter simbólico del fútbol (que es lo que lo hace apasionante), pero de eso ya hablaremos otro día.
Pero, dicho esto, la propuesta de Van Cleef tiene mucho sentido. Como en el tenis, cada equipo solo tendría unas pocas oportunidades de solicitarlo. 2 como mucho, opino. De esa manera se lo pensarían mucho antes de pedirlo. Y también aliviaría la presión sobre los árbitros. Que protestan al arbitro? "Vale, podría decir este, pidan el VAR, pero recuerden que pueden necesitarlo en alguna otra ocasión mas relevante que esta. Pero si no, dejenme en paz y sigan al juego"
En muchas ocasiones los comentarios contribuyen a incrementar el valor de un determinado artículo, aportando excelentes opiniones o ideas al mismo, como sucede en este caso.
Muchas gracias a todos por vuestras aportaciones.