Resulta tan conmovedor como irónicamente hermoso contemplar a los mismos eruditos que no dudan en enaltecer el fútbol y a los entrenadores de toda la vida —como Mendilibar, quien acaba de alzarse con un título improbable— realizar malabarismos demagógicos para, a su vez, denostar los triunfos de un Madrid que, por los motivos que cada uno estime convenientes, no gana como a ellos, los antimadridistas, les gustaría que ganase. Lo que les molesta es sencillamente esto último, no se dejen engañar.
Pero lo que resulta verdaderamente hermoso, y esto ya va sin ironía, es ver cómo Carlo Ancelotti ha conseguido imponer el fútbol de toda la vida en medio de una época tormentosa donde los otros eruditos, los entrenadores del big data, no cesan en su intento de “tactificar”, si me permiten la osadía de inventar este término, nuestro amado deporte.
A todos esos Tuchels, Guardiolas y compañía ha venido este caballero italiano de 64 años, tras aplazar su retiro, a recordarles con dos orejonas en tres años que, después de sus interminables charlas previas, turras tácticas y automatismos infinitos, el fútbol sigue siendo de los jugadores y de los aficionados. Esto último también va dedicado a los demagogos de la UEFA, la Premier y el resto que compraron el discurso facilón.
Es hermoso ver cómo Carlo Ancelotti ha conseguido imponer el fútbol de toda la vida en medio de una época tormentosa donde los otros eruditos, los entrenadores del big data, no cesan en su intento de “tactificar” nuestro amado deporte
Porque el Madrid otra vez ha vuelto a coronarse como rey de Europa para sorpresa de todos aquellos que nunca lo consideran favorito y que desprecian la manera de ganar del equipo blanco, como si la fórmula de sus respectivos equipos fuera más eficaz para hacerlo.
El Real Madrid no es superior, a priori, tácticamente a sus grandes rivales europeos, pero sí lo es (la mayoría de las veces) técnicamente, y por eso lo fía todo a la calidad de los suyos. No sólo a la calidad técnica, que es inmensa, sino también a la de nuestro espíritu competitivo, que es directamente inabarcable.
Mientras otros equipos viven obsesionados con la creación de automatismos ofensivos, que dejan al jugador cortocircuitado cuando se encuentran ante una defensa que bloquea los mismos, el Madrid de Carletto concede a sus jugadores una total libertad creativa cuando se encuentran en el tercio final del campo.
Foden o Grealish se hubieran detenido en seco y buscado el pase atrás para continuar la jugada al ver a dos defensas bloqueándole y a ningún compañero en el área, pero Vinícius, en lugar de eso, se sacó de la chistera la mejor acción técnica de la final, un regate de ensueño llegando en carrera y sin tiempo para pensar y forzó el córner que a la postre llevaría al cabezazo de Carvajal.
Pura magia. Puro fútbol. Del de toda la vida. El que jugábamos en la plazas y parques cuando éramos pequeños y el que admirábamos a los ya casi extintos Zidanes, Ronaldos y Ronaldinhos. Pero centrémonos ahora en el aspecto emocional que este club ha conseguido trasladar a un plano más sobrenatural que terrenal.
Mientras otros equipos viven obsesionados con la creación de automatismos ofensivos, que dejan al jugador cortocircuitado cuando se encuentran ante una defensa que bloquea los mismos, el Madrid de Carletto concede a sus jugadores una total libertad creativa cuando se encuentran en el tercio final del campo
Hace ya un tiempo que desde el club se ha logrado crear una comunión especial en el equipo que abarca prácticamente a todo el madridismo, desde la plantilla y los trabajadores de la entidad hasta, evidentemente, toda la afición blanca. Escucho y leo mucho últimamente a madridistas decir que esta plantilla es la que mayor nexo de unión y cariño les ha evocado jamás y no sé si habrá un componente de azar en esta circunstancia, pero creo que también hay un buen trabajo de dirección deportiva detrás de todo.
Por muchos es sabido que, a la hora de fichar jugadores, en los últimos años se tiene en alta consideración que el entorno de los futbolistas sea lo más sano y adecuado posible, pero además la sensación es que los jugadores que llegan a la entidad lo hacen con varias lecciones aprendidas, por lo que no sería de extrañar que haya un trabajo en la sombra de asesoramiento por parte del club.
También ayuda que la política de fichajes haya virado hacia la obtención de futuras estrellas que se formen aquí, lo que acerca a la afición a unos jugadores que hoy son de élite mundial, como Vini o Valverde, a los que hemos visto crecer y a los que es más fácil perdonar errores o mostrar empatía ante las vicisitudes que puedan atravesar. Forjar estrellas desde dentro del club también hace que los futbolistas vayan creciendo en su madridismo y entendimiento con el hincha merengue y su exigencia a lo largo de los años y las circunstancias, así como que el seguidor desarrolle hacia los jugadores un sentimiento paternalista al haberlos visto en el club desde sus primeros pasos en el fútbol de élite.
Al fichar jugadores, se prima que el entorno sea lo más sano y adecuado posible, pero además la sensación es que llegan al club con varias lecciones aprendidas, por lo que no sería de extrañar que haya un trabajo en la sombra de asesoramiento por parte del club
La llegada de jugadores extranjeros, principalmente de la liga alemana, como Alaba o Jude, también ha recordado a esta plantilla la importancia de acercarse a la afición al acabar cada partido, y cada vez es más común ver a los jugadores más extrovertidos celebrar goles o victorias con los hinchas en la propia grada, así como levantar al público durante determinados momentos del partido. Todo esto son detalles que ayudan a que la afición y el jugador tengan una complicidad cada vez mayor y sepan tan bien el uno como el otro cuándo apretar el acelerador en los encuentros.
Fundamentales han sido también dos técnicos de mano izquierda como Zidane y Ancelotti, que, además de entender a las mil maravillas la cultura de este club, han logrado instaurar un clima de trabajo tremendamente sano y conseguir una asimilación de la palabra plantilla como sinónimo de familia, algo que llevaba rondando en el club blanco desde que comenzó la espectacular etapa de baloncesto que todavía hoy perdura.
Zidane lo tuvo difícil al haber de lidiar con egos más complicados, mientras que Carletto ha tenido la ventaja de contar con una mezcolanza de jugadores veteranos que aman a este club tanto como ustedes o yo mismo, jóvenes que han mamado madridismo desde el momento en el que pisaron nuestro estadio, o los nuevos fichajes que llevamos realizando de jugadores que rechazan montañas de oro para venir a vivenciar lo que antes veían por la tele o, en el caso de Rüdiger o Courtois, desde el lado contrario del campo y de la historia.
Fundamentales han sido también Zidane y Ancelotti, que, además de entender a las mil maravillas la cultura de este club, han logrado instaurar un clima de trabajo tremendamente sano y obtener una asimilación de la palabra plantilla como sinónimo de familia
Es imposible que el aficionado no se alegre de todo corazón al ver cómo jugadores como Jude, Tchouaméni o el propio Rüdiger ya han sentido lo que intuyeron que podrían llegar a sentir cuando decidieron firmar por este club. Y eso, lo sabemos nosotros y ahora ellos, vale mucho más que cualquier título.
Por último, aunque se suele criticar mucho la política de comunicación del club, creo que se ha logrado mostrar una gran cercanía de los futbolistas con los aficionados, mostrando a estos en diferentes circunstancias (entrevistas, juegos, gestos con seguidores que han sufrido algún revés…), exteriorizando así una familiaridad y un madridismo que nos lleva a los hinchas a ver a los jugadores como otros miembros más de nuestra gran familia blanca.
Los éxitos siempre ayudan, evidentemente, pero el hecho de haber logrado la decimocuarta de una manera tan épica y realizando remontadas tan espectaculares en el Santiago Bernabéu ha hecho que el público blanco también se sienta partícipe de las mismas, acentuando más si cabe el sentimiento de cercanía con el club y los jugadores. Precisamente en la última remontada ante el Bayern, que tuve el privilegio de vivir en el templo blanco, fui testigo y actor secundario de la misma al comprobar con orgullo cómo tras el gol de Davies, que habría dejado helado al más caldeado de los estadios, la afición blanca no tardó ni un segundo en animar y levantar a los suyos cuando el balón apenas había tocado la red.
Y nuestro entrenador, que sabe mucho de esto del fútbol y de la vida, ha aprovechado mejor que nadie para recordarle al mundo del fútbol que es mejor dejarse llevar por las circunstancias y aprovechar bien nuestros momentos (“hacerse el muerto”, lo llamó Lucas Vázquez) que ese imposible en el que creen ciegamente tantos entrenadores de tratar de controlarlo todo. Menudo arrogante insulto a este deporte es creerte capaz de controlar cada mínimo detalle que sucede en el terreno de juego. Jugar a ser Dios, como si este no hubiera demostrado ya en innumerables ocasiones lo madridista que es.
Ancelotti sabe mucho de fútbol y de la vida: es mejor dejarse llevar por las circunstancias y aprovechar bien los momentos (“hacerse el muerto”, lo llamó Lucas Vázquez) que ese imposible en el que creen ciegamente tantos entrenadores de tratar de controlarlo todo
Porque no se puede controlar que, cuando todo parece perdido, a Modric se le ocurra dar la mejor asistencia con el exterior que jamás veremos, que a Benzema le dé por presionar al portero y provocar su fallo, que Vinícius haga un regate imposible o que un descuento de 6 minutos provoque un terremoto en un estadio que haga que a los jugadores rivales se les aflojen los intestinos. Muchos seguirán diciendo que todo esto es suerte, cuando en realidad es mucho más que eso.
Decía Tolkien en El señor de los anillos que “sólo podemos decidir qué hacer con el tiempo que nos ha sido asignado”. El Madrid ha aprendido a hacer esto mismo con la suerte en lugar de con el tiempo. Otros equipos se vienen abajo cuando el partido está de cara al rival, pero el Madrid se levanta precisamente cuando Mendy acaba de sacar un balón en la línea de meta sin saber bien cómo, y tanto Carletto como los jugadores y la afición saben que ha llegado nuestro momento gracias a esta comunión que han logrado y a esta cultura del club basada en la certeza de que somos los mejores y que nos lleva a no rendirnos nunca por imposible que parezca el partido.
Porque el madridismo es creer. Es creer que el Madrid va a remontar con dos goles en 3 minutos de nuevo porque sigues en llamada con tu mujer, igual que pasó con el City. Madridismo es creer que el equipo va a pasar una eliminatoria casi imposible porque llevas colgado tu amuleto de los partidos, porque has dejado tu camiseta de la suerte bien colocada encima de tu cama o porque colgaste la bandera del Madrid en tu salón antes de ir a ver el partido. Madridismo es vivir el éxtasis de la remontada y sentirte el ser más poderoso del universo porque te sientes partícipe de ella con tus supersticiones, a pesar de que sabes que hay millones de almas sintiendo lo mismo que tú. Y ninguno yerra.
Decía Tolkien en El señor de los anillos que “sólo podemos decidir qué hacer con el tiempo que nos ha sido asignado”. El Madrid ha aprendido a hacer esto mismo con la suerte en lugar de con el tiempo
Todos hemos contribuido de igual manera a la victoria tanto como los propios jugadores. Todas nuestras supersticiones y rituales son absolutamente absurdos si nos detuviéramos a analizarlas con detenimiento durante media décima de segundo, algo que por supuesto no haremos. Pero nuestro mayor triunfo de estos últimos años no es ninguna de las Champions obtenidas, sino haber logrado esta comunión club-afición que nos hace remar a todos en la misma dirección, hacia este océano de locura en el que seguimos navegando.
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Gran artículo, el Madrid es eterno.
Este es un artículo literalmente memorable. Uno de los mejores que he leído desde que sigo La Galerna. Enhorabuena al autor, porque me ha llegado al corazón y me ha puesto la piel de gallina.
Muchas gracias, Silvestre. Es todo un honor escribir para vosotros. Un abrazo.
Maravilloso
Excelente visión de lo que somos el Real Madrid (sí, todos somos el equipo).
Únicamente puntualizar que Carletto tiene mano izquierda...y derecha. El equipo, ya lo he dicho antes, está súper trabajado y en los cambios (de jugadores o tácticos) Ancelotti acierta casi siempre. Bueno, Ancelotti o Davide, porque ahora elnulyimo debate interesado de los antis y de algunos de los nuestros es que Davide es es que sabe (!?). Yo no se quien sabe o acierta más, si Carlo, Davide, Chendo o el utillero es más, ni me importa. Lo que me importa es que el equipo funciona de cine.
Y sobre la IA, expectes goals, probabilidades de victoria y demás, simplemente decir que lo algoritmos no funcionan porque, al parecer, la Historia aprendida no entra en la ecuación.
Coincido mucho contigo y te confío algo: que Carletto tenga mano izquierda no implica que sea la única que tenga. La gente que piense que un tipo que lleva respirando fútbol de alto nivel desde hace más de 40 años no sabe de táctica es gente que no tiene mucha idea de cómo funciona este mundillo.
Que bonito escribes, Hank, que bien plasmas negro sobre blanco las emociones que nos recorren con el Club de nuestros amores. Muchas gracias, Maestro, y enhorabuena.
Muchas gracias, Mikel. La mayor parte del mérito es del club que nos evoca estas emociones.
Ovación de gala.