El Fluminense se proclamó ayer campeón de esta edición de la Copa Libertadores, dato que me diría más bien poco de no ser porque en el Fluminense agota los últimos restos de su maravillosa carrera Marcelo Vieira da Silva Júnior, el mejor lateral izquierdo de la historia del fútbol y de la historia del Real Madrid, con permiso de Roberto Carlos en ambas instancias.
Me apresuro a consignar mi altísima opinión sobre Marcelo en la esperanza de que le lleguen estas líneas y no tenga que avanzar mucho en su lectura para desbloquear a La Galerna en Twitter (ahora X), sinrazón que se mantiene desde 2016 o así sin que yo sepa a qué se debe. Algún CM a cargo de su cuenta debió de leer a Ramón Álvarez de Mon o Genaro Desailly calificando con un 4 su papel en algún partido concreto, y tomó en nombre de Marcelo la desafortunada decisión.
Desafortunada porque todos los que hacemos La Galerna, conmigo al frente, queremos muchísimo al brasileño, como no podía ser de otro modo, y por tanto nos alegramos de que el último equipo de su carrera, que también es el primero, se haya proclamado (con Marcelo dentro) campeón del título más importante del balompié hispanoamericano. Cuando quieres a alguien, quieres su bien, y aunque legalmente se hayan extinguido los contratos hay bellos apéndices a las novelas épicas que escribimos juntos. Este apéndice de la Libertadores es emocionante.
Conocí personalmente a Marcelo en la primera proyección, en un cine de la Gran Vía, del primer capítulo de la docuserie La leyenda blanca, que contó con mi participación y la de Marcelo entre otros muchos. No merecía yo estar en la misma serie (ni en la misma sala de cine) que el inolvidable 12, pero una sola palabra -o desbloqueo- tuitero habría servido para sanarme. Lo segundo no pasó, claro, pero descontando que Marcelo no tendría ni la más remota idea del bloqueo me acerqué a saludarle tras el photocall. Luego me senté justo delante de él en el patio de butacas, no porque quisiera stalkearle (perdón por el segundo anglicismo en dos frases consecutivas), sino porque me tocó ahí.
Al finalizar la proyección, en medio de una ovación atronadora y eterna por parte del público presente, me di la vuelta para conocer su opinión. Yo era y sigo siendo un gran admirador de ese documental, que por cierto sigue estando en Prime Video, y necesitaba conocer si Marcelo compartía mi entusiasmo.
No me hizo falta preguntárselo. Estaba llorando como un niño. Supongo que no le importará que lo cuente y, al fin y al cabo, con el bloqueo en todo lo alto, poco tengo que perder en todo caso. Lo cuento para realzar su madridismo, cosa que a buen seguro no hace falta pero yo quiero hacer constar porque es MI perspectiva de su madridismo, la prueba cara a cara que el Destino quiso facilitarme, aunque ni yo la había pedido ni la precisaba. De entre las celebrities madridistas presentes, y aunque todos estaban emocionados, no recuerdo a nadie llorando más que Marcelo con la posible salvedad de Martín Vázquez, cuyo caudal de lágrimas fluía sala abajo con la suavidad y contundencia de una ofensiva de la Quinta.
Marcelo puede hacer y decir lo que le dé la gana, y nosotros debemos aplaudir sin reservas todo aquello que le haga feliz
Es mi prueba intransferible del madridismo totalizador de Marcelo, y desde ahora es también de quien la quiera añadir al abanico de evidencias. A lo peor les hacen falta más pruebas a quienes se han quejado en redes sociales por unas palabras del mito tras proclamarse campeón con Fluminense, y asegurar que era el mejor momento de su carrera deportiva. “El Madrid lo va a entender. Es mi título más importante a nivel de clubes. Es el club que me crió. El Madrid vive en mi corazón, pero esto con Fluminense es incluso difícil de explicar”.
“El Madrid lo va a entender”. Yo no soy el Madrid, sólo soy un madridista más, pero desde luego que lo entiendo. El Fluminense lo sacó de la pobreza (a él y a su familia) cuando era un niño, con lo que este logro se halla marcado por un sentimiento de gratitud fundacional ligado a la infancia. A ello se une todo lo relativo al otro extremo de la línea del tiempo, porque es también el título del crepúsculo de Marcelo. Los logros crepusculares tienen un significado sentimental especial. Y hay un tercer ingrediente que explica sus manifestaciones: este título acaba de ganarlo, en contraste con los otros, cada día más lejanos en el tiempo.
Lo reciente de nuestros orgullos marca un orden de prelación. Si le preguntan dentro de un lustro, quizá Marcelo opine distinto. Da igual. No solo es su primer título panamericano con el Fluminense, sino también probablemente el último. Si preguntas a un septuagenario por la plenitud de un romance actual, te dirá que nunca se ha sentido mejor, dejando en segundo plano las memorables mieles amorosas del pasado. Y luego hay otra cosa: Marcelo puede hacer y decir lo que le dé la gana, y nosotros debemos aplaudir sin reservas todo aquello que le haga feliz. Sin más. Si ya he pasado página de lo de los Stones, y ya estoy quemando en Spotify los surcos digitales de Hackney diamonds, ¿cómo no voy a consentir a un ídolo como este que priorice como estime oportuno los jalones de su palmarés?
Hala Fluminense, meus caros.
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Creo que don Jesús, aunque sea un tanto cascarrabias -por la edad- y con determinado mal genio , no es mala persona. Y, en especial, cuando está de alguna manera el Real Madrid de por medio -intuyo que lo quiere casi tanto como a la familia propia- sale a relucir su parte más noble.
Como lo cortés no quita lo valiente, sospecho, aunque no tenga la a certeza, que los artículos que le quedan niquelaos los escribe su negro y no él. Este es una excepción , de entre los mejores artículos, y creo que sí es auténticamente de su puño y letra.
Estupendo artículo y cariñoso homenaje a Marcelo. Todos los madridistas nos alegramos de ese triunfo en la Copa Libertadores que culmina su extraordinaria carrera.
Por mi, los Beatles -vivos- pueden grabar lo que quieran, los Stones pueden hacer lo que quieran, y Marcelo puede decir lo que quiera. Se lo han ganado.
Es más, servidor, madridista, no sólo comprende a Marcelo sino que le parece muy bien y está de acuerdo con él. Lo que ha dicho (poner por encima al club que le convirtió en alguien viniendo de la nada, y además siendo de su tierra) es un signo de amor a sus raíces y eso le honra como persona. Yo no siento al Madrid menospreciado por eso.
Por tanto, enhorabuena por ese titulazo a -sin duda- el mejor lateral izquierdo de la historia junto a Roberto Carlos (bueno, aceptamos a Maldini en la cúpula también).