Una de las cosas malas de los parones de selecciones es la divagación de los plumillas. Desprovistos de nuestras fuentes, de nuestro sustento, los plumillas andamos con las manos en los bolsillos dándole perezosas patadas al polvo o tocando cada objeto que vemos, aunque sea una piedra en el camino, como si fuera un hallazgo arqueológico.
Yo hoy me he sentido como Marcelo, no Vieira sino el de La Dolce Vita, escribiendo en un merendero mirando al mar, tratando de avanzar con la novela que le puede salvar la vida, o a mí el artículo. Yo he encontrado un tema verdaderamente profundo, al fin, para combatir este ambiente como de Comala.
Es una cuestión de largueza, de holgura, de latitud, de desahogo, de la que nunca se ha hablado de verdad. En su día se rumoreó que todas esas cosas impedían el normal desempeño de algunos futbolistas, como por ejemplo Makelele. Es algo interior e invisible salvo en algún caso de brutalidad espeluznante, igual que cuando antes los caballos de picar no llevaban peto en las corridas de toros.
Aquello le sucedió a Butragueño una tarde con viento. Él, un joven introvertido y discreto, se explayaba como no lo haría nunca más. Aquellos entresijos Emilianos dieron la vuelta al mundo como si fuera el repicar español despertando a una Europa adormecida que amanecía gozosa contemplando aquel blanco campanario.
Es como una escena de Ford, o de Lubitsch. Es el nacimiento de un príncipe antiguo. Es un casamiento real. Es un Habemus Papam. Esa intimidad expuesta fugazmente o latente en el misterio y la oscuridad resulta tan aterradora en ocasiones como la mente de un asesino. Es el trasfondo, lo que hay detrás de la cortina como en aquella foto de Cecil Beaton en la que aparecía oculto Aldous Huxley.
Es cierto que aquella apertura buitreana fue algo más bien de Mapplethorpe, la expresión a bocajarro, algo explícito, incluso informe en su presentación como se preguntaban en Algo pasa con Mary: “¿Por qué están los platillos encima de la flauta?”. Pero qué puede haber dentro de esos caletres. Allí quiero llegar. ¿Por qué Mendy corre con las piernas arqueadas? Eso no es una cuestión física si no más bien territorial. Ahí debe de haber un conflicto de lindes.
Lo de Butragueño fue la blitzkrieg sobre Polonia o la Luftwaffe sobre Londres. Algo visible, cuantificable en su arboladura y por ello terrestre, humano, contrarrestable y sorpresivo. Pero ¿qué hay del condicionamiento del misterio, del mito, de la leyenda? ¿Cómo pudo Makelele sobrevivir a esa presión, al peso de una leyenda nunca escrita?
Porque hablamos de Mendy, pero ¿hablamos también de Ferland? Seamos lo más psicoanalíticos posible. Pensemos en Mendy arrastrando a Ferland casi como Sartre arrastró el maoísmo, una cosa pesada, incómoda e inconcebible para muchos. De Makekele se decía metafóricamente, sin ninguna prudencia, que se duchaba con su hermano pequeño, luego también tenía que salir al campo con él, casi como en Cateto a babor.
Ese hermano pequeño es El ser y la nada sartreano. Como Karembeu. El caledonio era casi una nada inflada por la prensa y nadie se preguntó por su ser. Un ser enorme como el de Diarra, Geremi o Freddy Rincón. Grandes seres incomprendidos. Seres profundos y vastos. Seres difusos, despejados, dilatados, callados. Almas extensas por las que nunca se pregunta, adornos colgantes como borlas o flecos ensabanados como muebles, con la sólo aparente melancolía de las casas cerradas.
!!!Pues sí que estaba usted aburrido!!!
Si no juega el Madrid esto es un rollo.
Creo que es el peor artículo suyo desde que leo La Galerna. Y eso que ha intentado meter el tema sexual para darle un poco de vidilla.
Un artículo verdaderamente innecesario, sin Mario.
Don Mario, quiero decir
se le olvido el marques del nabo
jajaja parece ser que lo de "rellenar con lo que sea" también ocupa lugar aquí y para eso vale cualquier adorno físico o retórico jajaja
Juas, juas, juas, se nota el parón de selecciones, pero me he echado unas buenas risas, como si en el campo se juntaran Poyatos, Fali, Penev y Verga. En la portería contraria, Conejo, por supuesto. Un clásico de estos asuntos.
Cuando leí que había encontrado un "tema verdaderamente profundo", pensé en la Fosa de las Marianas.
Pero empezamos con el esplendor en la hierba de don Emilio Butragueño, y al final sólo faltaba el subsahariano del whatsapp, dicho sea con todos los respetos.
Echo de menos la liga.
Saludos.
Siempre me acordaré de lo que contaban los béticos sobre aquel delanteroque tuvieron: Finidi. Y, tanto se habló que lo incluyeron en una supuesta anécdota que no era más que un chiste: estaban una noche, tras una fiesta, Alfonso y Finidi, en el puente de Triana, orinando sobre el Guadalquivir y, Alfonso, comenta: -"¡Qué sucia baja el agua esta noche!" Y contesta Finidi: -"Sí y, ¡qué fría!"