Sólo hay dos opciones: mantener la inane voluntad de complacer a todo el mundo o ir con la verdad por delante independientemente de las ampollas que levante lo que escriba. Siendo la música la cosa sobre la que menos cosas desconozco, intentaré establecer un paralelismo entre nuestro Real Madrid y la música. Ello implicará un ejercicio doloroso, pues habrá músicos que caigan en el lado oscuro y sean más asimilables a clubes como el F.C.Barcelona o el Atlético de Madrid, pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil.
Empezando por obviedades, el Madrid es gloria, es épica, es Wagner puro. Es una Cabalgata de las Valkirias cuando hay que remontar. También sabe ser lírica, pues la obertura de Tannhäuser podría acompañar el gesto, casi rutinario últimamente, de colocar una Champions League en la sala de trofeos.
Por culpa del listón de excelencia que el club ha establecido, su único rival es él mismo, su propio mito. Por eso es Pink Floyd intentando sacar otro Dark Side of the Moon, es los Beatles volviendo a cambiar todo como lo cambió el Madrid de Di Stéfano mientras los Fab Four se desasnaban en Hamburgo, a donde llegaron el año de la final del 7-3 al Eintracht. El Madrid es Elvis y su manager el Coronel Parker es don Santiago Bernabéu.
El pésimamente entendido señorío del Madrid lo encarnan The Kinks, que con un altavoz roto convirtieron el riff de You Really Got Me en una leyenda. Es una pena que la banda haya quedado encasillada en esa obra, pues tiene gemas tan elegantes como críticas e irónicas; sirvan como ejemplo Sunny Afternoon, Waterloo Sunset, la deliciosa Days o el pelotazo que fue Lola. El señorío son los Kinks, por mucho que algunos quieran que sea Nana Mouskouri.
El Madrid es Bowie en sus diferentes iteraciones. Bowie fue Bowie aun haciéndose llamar Davy Jones, y era el mismo en Ziggy Stardust, Hunky Dory, Aladdin Sane, Diamond Dogs, Heroes, el Duque Blanco o en Let’s Dance, disco para el que contrataba a un tal Stevie Ray Vaughan para complementar las partes de guitarra grabadas y producidas por Nile Rodgers. Todas esas versiones diferentes de lo mismo son el Madrid de Toshack y la Quinta batiendo el récord de goles, el de los tres centrales de la Octava, el de los contraataques de Mourinho, el que ganó la Novena de manera vergonzante, dicho al croquético modo, y también lo es el que ha sublimado a la categoría de arte el no jugar a nada con Zidane en el banquillo.
Con las iniciales del entrenador ya se tituló un artículo en La Galerna jugando con el nombre de la banda que elevó a los altares algo tan sencillo como el boogie: ZZ Top. El Real Madrid tiene algo de eso. Es algo primitivo e indefinible, algo que sale de las tripas, igual que el flamenco, igual que el blues. Es una armonía quizá primitiva, pero expresa muchas cosas, pero una más que ninguna en el caso de la camiseta blanca: ganar.
Hasta en sus épocas más modestas, eras en las que éramos gobernados por un trasunto del abuelo de los Monster y en las que parecíamos bajo el influjo de la Charanga del Tío Honorio, el Madrid ha sabido mantener sus señas de identidad, y el Madrid YeYé, ganador de la última Copa de Europa antes de que Mijatovic cambiara la historia el 20 de mayo de 1998, lo hizo en el mismo año en que salió Pet Sounds. Eso sí, me niego a asimilar a los Beach Boys al Real Madrid. Dicen las malas lenguas que Brian Wilson se había empeñado en hacer algo mejor que nada que los Beatles hubieran lanzado antes. Hizo esa obra maestra que es Pet Sounds, lanzado en mayo de 1966. Tres meses después, los Beatles lanzaron un álbum que salió en gran medida de las mismas sesiones de Rubber Soul. El disco en cuestión se llamaba Revolver. El señor Wilson entró en depresión, porque, pese a sus esfuerzos, quería ser los Beatles y no podía a pesar de lo maravilloso de su obra. Ese complejo de inferioridad lo he visto por algún sitio.
El Madrid es la alegría de Marcelo, en cuyos rizos veo influencias funk de Parliament, Funkadelic o James Brown y de la música disco de la mano de Chic, los (insufribles) sintetizadores de Giorgio Moroder o los pantalones apretados gracias a los cuales los Bee Gees alcanzaban esos falsetes imposibles.
El Madrid es el riff con tritono (la quinta bemol, el intervalo prohibido, el Diabolus in Musica) de Tony Iommi en Black Sabbath. Un sonido ominoso que debe parecerse mucho a lo que resuena en las cabezas de los rivales en las noches de remontada antes de salir al campo. Imaginemos la audiencia en un concierto de AC/DC antes de Let There Be Rock, el público del directo de Queen en el Live Aid o la multitud enfervorizada y electrizada por Led Zeppelin al empezar con Immigrant Song. Pues a eso se enfrenta el rival en la plaza de los Sagrados Corazones, y aún no ha empezado el partido, aún no se han bajado del bus. Miedo escénico lo llamó alguno. Alguno de esos encuentros debería verse mientras suena Reign in Blood de Slayer, igual que nos pondríamos Dark Side of the Moon para ver El Mago de Oz.
El Real Madrid es la autenticidad de los Stones. Hay más madridismo en Keith Richards con Micawber (su fiel Telecaster) en ristre con un Marlboro medio consumido en la comisura de sus labios que en la carrera completa de muchos besaescudos que se revelaron más mentira que Milli Vanilli. Lucas Vázquez, Reguilón o Marcus Slaughter (miss you, Masacre) son puro madridismo, pura esencia Stones.
Allá por finales de los setenta proliferaron las llamadas superbandas: grupos formados por los músicos de mayor renombre cada uno en su instrumento. Aspecto común a la mayoría de ellas es que perdurará más lo llamativo de la combinación de sus miembros que los logros conseguidos. La primera fue Cream, con Eric Clapton a la guitarra, Jack Bruce al bajo y Ginger Baker a los tambores. El Madrid Galáctico fue eso, una superbanda que aún hoy se recuerda con cariño y cuyo bagaje fue escandalosamente escaso en comparación a las expectativas y, visto con el tiempo, lo indeleble de su recuerdo.
El Real Madrid tiene su némesis, igual que en la música las grandes bandas tienen la suya. Había dicotomía Beatles-Stones, Metallica-Megadeth, Oasis-Blur.... El Madrid es lo anterior y mucho más. Su némesis futbolística y baloncestística es el F.C. Barcelona, un gran club que se caracteriza por supeditar su felicidad a lo que ocurre en Madrid, y eso, no nos engañemos, debe ser agotador. El Barça es ese Brian Wilson de los Beach Boys que fue incapaz de haber creado una obra maestra como Pet Sounds por la sencilla razón de que los Beatles sacaron Revolver 3 meses después. Es cierto que la trayectoria del equipo culé, pese a contar con muchos, no tiene los éxitos de la del Real Madrid. Es más, ha intentado históricamente ser más de lo que eran con un halo de pomposidad excesiva propio del glam y de la creación de conceptos abstractos como “el socio” o “el entorno”. Suplían el vacío de su sala de trofeos de la misma manera que muchas bandas han suplido su propio vacío musical. Han querido ser gente con una misión más allá de su rendimiento deportivo. No se sabe por qué, pero se arrogan querer hacer del mundo un lugar mejor, y eso, además resulta aburridísimo. En eso son como U2 o Sting, gente que cree tener un mensaje que no llega a recado y que, sobre todo en el caso de los irlandeses, lo visten todo de unas pretensiones que parecen ridículas. Un concierto de Coldplay por ejemplo encierra un marcado vacío musical, pero es una experiencia muy efectista, pues el show, no nos engañemos, es buenísimo. Todo en ellos es messiánico. Vaya, se me ha colado una s de más. Igualmente, la tendencia del club es a darse pena y sentirse agraviados, estados de ánimo de los que Radiohead, también conocidos como los Secretos ingleses, aunque mucho peores, han hecho bandera.
En Barcelona cualquier logro es digno de marcar una época, aún a pesar de ser como una buena banda, estilo Blur u Oasis que, pese a su éxito nunca fueron más allá de una moda. El Barcelona es exactamente eso, una tendencia, como lo fue el brit pop o ahora, lamentablemente, lo son el trap y el reggaetón. Igualmente tiene un deje de cansautor reivindicativo. No es una errata: cansautor es aquel que toca regular la guitarra y que se cree artista por poner letra pretenciosa a una melodía simplona y que, como se ha dicho antes, quiere tener mensaje y no llega a tener recado. Sí, no hay duda, Ismael Serrano parece culé.
Hay más vías alternativas, epíteto este que me ha parecido especialmente insufrible al aplicarse a un plano musical. Los que antes vivían en la orilla de The River se verán muy identificados con el Boss. Springsteen es un multimillonario que va de llano y de icono proletario. Tiene, siendo generosos, una docena de buenas canciones, y de sus conciertos siempre se destaca la intensidad y la entrega. Nada de si han tocado bien o mal, si bien vaya por delante que la E Street Band me parece una formidable máquina de rock and roll. También se caracteriza por estar, para mi gusto, un poco sobrevalorado y contar con unos fans acérrimos y leales que en muchos casos rozan la más intolerante de las militancias. Me recuerda muchísimo al Atlético de Madrid, por mucho que sea un club al que en determinados momentos de su historia podría haber puesto banda sonora Maná.
Rivales que ocasionalmente tienen su momento de gloria como el Valencia, el Superdepor o el Sevilla, se verían muy bien reflejados en one hit wonders como My Sharonna de The Knack, 99 Red Balloons de Nena o el Lemon Tree de Fools Garden. Tuvieron gracia en su momento o pusieron banda sonora a un amor de verano, pero su trascendencia no es mayor que ésa. Hacen gracia si saltan en el modo aleatorio, pero nada más.
El Real Madrid es a quién AC/DC canta It's a hard way to the top (If you wanna rock'n roll). Donde, por cierto, nos meten gaitas para recordarnos Hampden Park
Excelente artículo. Felicidades al autor. En cuanto a conocimientos musicales, me ha sobrepasado con mucho y quizá no pueda enterderlo en su totalidad , pero el mensaje relativo al Farsa, sí que lo he entendido y lo comparto cien por cien. Enhorabuena.
El Real Madrid es Deep River Mountain High.
El VARsa es Justin Bieber.
Nanook, enhorabuena por el artículo. Yo, que no soy capaz de distinguir entre dos notas cuál es más aguda y cuál más grave, he disfrutado un montón al leerlo, aunque se me escapen muchas de las alusiones. Atribuir los falsetes de los Bee Gees a la opresión de los pantalones me ha arrancado una carcajada.
Quedo a la espera de otras colaboraciones tan sustanciosas como ésta.
Formidable, me ha encantado. Qué buenas todas las comparaciones, todo el razonamiento de principio a fin y el humor que desprende el artículo. "El arte de no jugar a nada", el falsete de los Bee Gees, los "besaescudos" que resultaron ser una mentira mayor que Milli Vanilli, ¡ja, ja, ja!
Por gustos musicales, solo echo en falta a mis adorados Dire Straits, madridismo en estado puro, en "Dire Straits" estamos ahora mismo, buscando ese sonido especial, nuestra música, "south of the river". Nosotros somos los sultanes, los sultanes del swing, sin ninguna duda.
Pero lo mejor de todo para mí, sin duda, ha sido la comparación del Barça con la pretenciosidad de U2 y Sting, Genial, muy atinado. Enhorabuena y ojalá haya nuevos capítulos.
Muy cierto. El Madrid lo es todo, el antes, el durante y el después. El Madrid es Bernabéu y Di Stefano, Lennon y McCartney. Cuando los Beach Boys y Brian Wilson sacan Pet Sounds y la Farsa a Ronaldinho y Koeman, aparece Harrison con Something. De vez en cuando, aparecen genios como Pink Floyd, Led Zeppelin, U2 y hasta los Stones...
Pero los Beatles son los Beatles. Eternos. Como el Madrid.
Después muchos madridistas se preguntan porque aparte de ser el equipo qué más aficionados tiene en España es el equipo más odiado por el resto esos aires de grandiosidad de pomposidad de yo soy el mejor( qué contando el número de títulos sin duda lo es) y los demás son una m*****
uno se puede creer qué es comparable al hospital o a los Rollings o a Elvis sin creer que el resto son equiparables a los Chichos o a Camela quizá para un aficionado del Valencia o del Sevilla o del Atlético del Barça o de cualquier otro equipo los títulos contados en número no es lo único importante
En fin más centralismo desde siempre
La ironía creativa no es lo tuyo.
Sigue escuchando a Justin Bieber.
El artículo es brillante. Antes de atreverte a criticarlo deberías aprender a escribir.
esto es una pagina madridista, no querras que pensemos que lo nuestro es peor, por cierto no me ha gustado que digas que el Boss es del Atleti,