Extraño, chocante, raro, sorprendente, excéntrico, inusitado y estrafalario lo de anoche en Vallecas.
A mediodía se celebró el sorteo de la siguiente ronda de las competiciones europeas, con el Real Madrid como único representante de la liga española en el más importante torneo de clubes. Desafortunadamente para la liga de esta nuestra piel de toro, tres de sus equipos cayeron eliminados en la fase de grupos. No es en ese foro, sino en la competición doméstica, donde han dado muestras de ser capaces de competir con los ojos inyectados en sangre, yendo al límite a por la victoria y dejándose en el campo absolutamente todo, tanto lo que tienen como lo que no. Quizá es por esto por lo que su ausencia de la siguiente fase de Champions da mucha más rabia, porque coincide con el diagnóstico que daba el profesor de nuestra niñez: “no es que sea tonto, pero es que no le da la gana. Si se esforzara y se centrara, sería de los primeros de la clase”. Nones.
Asimetría es considerar antideportivo provocar, tirarse al suelo, fingir y perder tiempo si lo hace el Real Madrid. Si esa conducta la lleva a cabo su rival, es ser canchero y dominar del otro fútbol
Lo referido no resulta privativo de los escualos caídos a Europa League o a aquellos que ni siquiera ha logrado colarse en ella, hurtando a la competición la presencia de tiburones de río, sino que es un fenómeno muy extendido en el fútbol español actual. Todos conocemos ejemplos de equipos que muy bien podrían dar la temporada por amortizada en cuanto ganasen al Real Madrid un solo partido, independientemente de que desciendan a segunda división por no haber logrado un punto más en todo el año o pierdan por goleada contra el colista, recibiendo tantos hasta de bote neutral.
A este proceso se lo denomina malakitación o mestallización. El Rayo Vallecano, escuadra formidable, todo sea dicho, se malakitó. Su entrenador, el fenomenal Iraola, quiso disfrazarse de Cholo Simeone, si bien no adoptó las capilares peculiaridades del entrenador argentino. Casi mejor, porque el único referente euskaldun en cuestiones pilíferas es Iñaki Anasagasti, de quien el genio irrepetible de Luis Sánchez Polack “Tip” dijo “lleva el pelo hecho una plasti”, pero no nos perdamos en consideraciones estéticas. El Rayo jugó muy bien al fútbol, al de verdad y al otro.
El Rayo Vallecano pasó por encima del Real Madrid en cuanto a interés, ganas, arrestos y agresividad. Sí, agresividad, porque la cursilería de la “intensidad” no es más que otro ejemplo de neolengua que busca justificar el reparto impune de palos como para hacer un fuerte. Por supuesto, si esa agresividad, esa ira y ese odio que parecen albergar jugadores, entrenadores y aficiones rivales es empleado contra el equipo blanco, resulta no ya legítimo, sino loable, independientemente de que se entre en el terreno del daño físico. Algo habrán hecho los del Madrid para merecérselo, pero ay de ellos como se revuelvan contra las patadas, codazos, manotazos y provocaciones que padecen en todos los partidos.
Asimetría se llama esta figura, queridos, asimetría. No es simétrico que el Real Madrid acabara la primera parte con las mismas tarjetas que el rival, habiendo realizado un tercio de las faltas que él.
La única lectura que extraigo de lo expuesto puede resumirse en un loor y larga vida a la Superliga y, en mi opinión, la premura inexcusable de salir de una competición corrupta y podrida hasta el tuétano en la que los mediocres se encastillan y denuestan al que sobresale
No es simétrico que el penalti detenido por Courtois tuviera que repetirse cuando en él ocurrió exactamente lo mismo que pasa en todos los penaltis que en el mundo son, merced a un árbitro que difuminó la línea que separa la permisividad de la prevaricación.
Asimetría es considerar antideportivo provocar, tirarse al suelo, fingir y perder tiempo si lo hace el Real Madrid. Si esa conducta la lleva a cabo su rival, es ser canchero y dominar del otro fútbol.
Asimetría también es buscar la fractura entre el equipo de un barrio y el más grande club de fútbol del mundo, quien, por cierto, le cede, poco menos que gratis et amore, jugadores de su cantera, y esto ocurre desde instancias tanto periodísticas como políticas, no lo olvidemos. Estas y no otras circunstancias rayanas en lo magufo, explican que el Real Madrid haya ganado en la última década más Copas de Europa que ligas españolas. Cuestión de prioridades y, no nos engañemos, de respeto.
Adicionalmente, el Mundial es un claro condicionante que hace que los jugadores del Madrid no estén centrados en una competición que tiene un tufo raro, sino en un campeonato del mundo de selecciones totalmente detestable cuya ubicación física y temporal sólo puede estar perpetrada por alguien erigido de facto en enemigo irredento del fútbol.
La única lectura que extraigo de lo expuesto puede resumirse en un loor y larga vida a la Superliga y, en mi opinión, la premura inexcusable de salir de una competición corrupta y podrida hasta el tuétano en la que los mediocres se encastillan y denuestan al que sobresale, mientras que la presunta autoridad no sólo consiente, sino que fomenta. Con su pan se coman su liga Geri, Rubi, Tebas, Roures y otros tipos del montón.
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