Si la báscula hablara

Ha vuelto al trabajo el Madrid, con los correspondientes tuits de los protagonistas. Están ilusionados, empezando por Carlo Ancelotti. Pero la afición necesita un poco más que el simple retorno al tajo de sus héroes para ilusionarse igualmente, sobre todo porque algunos de esos héroes, poco a poco, han dejado de serlo. No diré que han pasado a constituirse en villanos, pero sí que de ser Iron Man han pasado a ser Hancock en la conciencia colectiva del madridismo. En el mejor de los casos.

Esconder este hecho sería absurdo. Algunos de los que han vuelto a corretear por Valdebebas provocan un entusiasmo perfectamente descriptible en muchos hinchas. Puede que vuelvan a generar ese entusiasmo, pero el que (algunos de) estos individuos en concreto se hagan de nuevo con la devoción del Bernabéu se antoja a día de hoy mucho más difícil que la llegada de Mbappé y Haaland en el mismo verano.

Hemos visto fotos de todos los componentes de la primera plantilla que se han incorporado tras su descanso. De todos menos de uno. Asusta pensar cómo habrá vuelto de sus días de asueto para que el club no haya querido ni mostrárnoslo. Cuentan que la única foto furtiva ha ido a parar directa y jocosamente al WhatsApp de Solari

Ha habido tuits, sí, pero la que no tiene cuentas en redes sociales es la báscula. Ay, si la báscula hablara... Aunque no sé si tendría argumentos que exponer. ¿Se pesa a los jugadores a la vuelta de las vacaciones? ¿Se les pesa regularmente? No lo sabemos. Dice un popular exdeportista, que además es abogado, que obligar a un futbolista a pasar por la báscula no es asunto legalmente sencillo. Hemos visto fotos de todos los componentes de la primera plantilla que se han incorporado tras su descanso. De todos menos de uno. Asusta pensar cómo habrá vuelto de sus días de asueto para que el club no haya querido ni mostrárnoslo. Cuentan que la única foto furtiva, captada por un fisio travieso, ha ido a parar directa y jocosamente al WhatsApp de Solari.

Entre las fotos que sí han trascendido, no todas denotan una exquisita profesionalidad en lo que a dietas y actividad vacacional respecta. Alguna que otra barriguita, tan obviamente cervecera como inexcusable en un deportista de élite, se ha dejado caer por allí. Sin duda se trata de un homenaje a Cassano y a Raffaella Carrá, que tan tristemente nos ha dejado. Como recuerda el portanálisis de hoy, fue la incomparable Carrá la que recomendó a Florentino el fichaje del diavolo di Bari. No se lo vamos a reprochar (y menos hoy) a la venerada diva, pero si juzgamos por su peso lo que aterrizó en Madrid no fue solo el diablo de Bari, sino también el de Adelfia, Bitonto, Bitritto, Giovinazzo, Triggiano y la totalidad de la muy noble región de Apulia. Es bueno saber que algunos de nuestros jugadores actualizan nuestras nostalgias en la tercera década del siglo XXI, constituyéndose en esforzados epígonos del italiano. La figura paquidérmica de Antonio Cassano descendió del avión embutido en un abrigo de piel de búfalo con tres paquetes de Donettes en la mariconera. Aún no existían las redes sociales, pero algunos de los adolescentes que nuestros jugadores eran por entonces tomaron nota de un hashtag mental de gran peso, nunca mejor dicho: #jesuiscassano.

Sirva cada kilo de más en la báscula secreta de Valdebebas como tributo al diavolo y a la inolvidable Carrá. Francamente, no se nos ocurre que sirva para nada más.

Qué dolor, qué dolor.

Fotografías Imago.