El Madrid sobrevive a su primera gran semana de exigencia
El Real Madrid femenino empató esta semana sus dos encuentros de dificultad alta frente a Levante (2-2) y Paris Saint-Germain (0-0). El equipo de Alberto Toril, llevado casi al límite ante rivales de envergadura, mostró las carencias de un proyecto aún embrionario pero consiguió aguantar en pie hasta el final.
Dependiendo del punto de vista, el vaso del Real Madrid en su tercer año de existencia puede estar medio lleno o medio vacío. Cara a cara con la élite europea, al equipo todavía se le notan las costuras, queda trabajo por hacer. En la tarde del miércoles en Valdebebas llegó el PSG, exponente de la exuberancia física, y el chirrido remitió a ese plano del fútbol. Viniendo de jugar tres días antes, y con futbolistas rivales como Grace Geyoro o Oriane Jean-François ocupando el centro del campo, esconder las imperfecciones de la plantilla se convierte en un trabajo imposible.
Cabe recordar que este mismo PSG arrolló al Real hace un año, y en estas mismas circunstancias: 4-0 en París y 0-2 en Madrid
Alberto Toril, consciente de que la longitud de la manta todavía no da, viene afanándose en repartir minutos para que la cuesta no se haga demasiado empinada. Al músculo de las francesas respondió con Sandie Toletti y Freja Olofsson en el medio como el castor que frena incansable la corriente con lo que tiene a mano. El primer objetivo era tapar la vía de agua; de fútbol hablaríamos después. Si bien para el aficionado madridista clásico hablar en estos términos roza lo surrealista, cabe recordar que este mismo PSG arrolló al Real hace un año, y en estas mismas circunstancias: 4-0 en París y 0-2 en Madrid.
Teniendo en cuenta los precedentes, las blancas bien podrían defender su causa argumentando que el vaso sí va llenándose. Misa Rodríguez mantuvo al equipo en el partido con un puñado de intervenciones de mérito —la mejor, un mano a mano ganado a Kadidiatou Diani—, recordando que cumple con los requisitos necesarios para defender la meta del Madrid, y por delante Rocío Gálvez defendió con seguridad durante los 90 minutos a pesar de tener un prado abierto a su espalda. El equipo tembló en cada córner y debió agradecer la ausencia de la delantera Marie-Antoinette Katoto, pero las primeras ramas fuertes y adultas de las que dispone este Real Madrid empiezan a servir para mantener el tipo.
Lo mismo sucedió tres días antes en el estadio Ciudad de Valencia cuando el Levante, un rival llamado a pelear por la tercera plaza de Liga, remontó el gran gol inicial de Teresa Abelleira con dos golpetazos de los que cuesta levantarse. A cuenta del calendario, Toril tenía a su equipo en modo ahorro de batería y jugando al trantrán, ocurrió la desgracia previsible, y aun así devolvió el golpe. En momentos críticos como estos es cuando debe medirse la capacidad de respuesta, y el Madrid ha demostrado que sabe responder hasta llegar el límite de sus prestaciones. Queda por añadir al motor una sexta marcha, claro está, la que verdaderamente permita al club alzar su primer trofeo en el fútbol femenino.
En Valencia Nahikari García rescató un punto con una bonita vaselina ante la salida de la guardameta, y cerca estuvieron las blancas de terminar de dar la vuelta al resultado. Athenea del Castillo pudo resolver mejor en una contra casi definitiva en aquel duelo liguero, y de la misma forma tanto Caroline Weir como Claudia Zornoza anduvieron cerca de dar la estocada al PSG en un par de ataques prometedores. Es, qué duda cabe, el colmillo demoledor que tan bien reconocemos en el Real Madrid de Karim Benzema. Aún no ha salido.
Exigir contar con ese arma de destrucción masiva en el arsenal de un proyecto que sopla su tercer cumpleaños suena a injusto, pero sabemos que el aficionado que poco a poco va incorporándose a seguir las andanzas del equipo femenino lo pedirá a los Reyes Magos con insistencia. Mientras tanto queda la brega, la construcción de automatismos y el aprender a sobrevivir en el alambre.
En septiembre del año pasado, el Levante vapuleó 4-0 al Madrid cuando tenían la mente puesta en superar su primera ronda previa de Champions. Esta vez, llegando casi directas de jugar en una ciudad recóndita de Albania, aguantaron el tipo. Lo mismo puede decirse, pues, de este primer duelo contra el PSG: en apenas doce meses, lo que fue un sparring inanimado vestido de blanco se ha convertido en un chaval respondón.
Este Real Madrid femenino, inmerso en su pubertad, cambia cada día, mejora cada día, tropieza y sorprende a partes iguales. La salida sencilla sería desistir y desesperarse, pero ¿acaso no merece la pena confiar en el porvenir?
Getty Images.
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