Sirvan estas líneas a modo de proemio, pues mi audacia e inconsciencia sin límites me hacen intentar replicar a una de las personas que mejor escriben que mis ojos hayan visto. Tengo la suerte de haber compartido alguna que otra conversación sobre fútbol con don Antonio Valderrama, comprobando, para mi alivio, que estamos de acuerdo en prácticamente todo, y siempre conforta coincidir con grandes mentes.
Su artículo de hoy en la Galerna titulado Allegro es, como cuanto escribe, una pieza maravillosa en fondo y forma. El señor Valderrama sabe ser sobrio cuando toca, artificioso si el texto lo requiere, y nunca abigarrado ni alambicado, siempre brillante sin tasa. Pese a todo, permítanme disentir en algún aspecto, quizá nimio o accesorio, todo sea dicho.
La comparación que realiza el autor referido es con Antonio Vivaldi, específicamente con la pieza correspondiente a la Primavera de la inmortal obra las Cuatro Estaciones. Creo comprender los motivos que le llevan a realizar el paralelismo, y no puedo sino aplaudir lo acertado del mismo. La primera razón es puramente cronológica, pues no puede ser más cierto que se acerca la primavera. En un mes los días serán notablemente más largos, las temperaturas, más amables y los alérgicos mostrarán su condición con un marcado enrojecimiento ocular y nasal. Nada que añadir aquí.
En segundo lugar, don Antonio (Valderrama, no Vivaldi) acude a la antedicha pieza, conocida por todos, no en vano ha servido de sintonía hasta de anuncios de electrodomésticos, por el Allegro que da título a su imponderable artículo. Efectivamente, la primavera y el Real Madrid son fuente de alegría, pero, como ocurre con, por ejemplo, los Beatles, juntos son más grandes que la suma de ambos por separado. El Real Madrid en primavera representa todo lo bueno, aunque redunde en una ligera bajada de productividad en los trabajos el día de partido, especialmente a partir de las 3 de la tarde. El gran @Van_Palomaain lo definió mucho mejor con su genial concepto de “picor de niqui”.
Huelga decir que mi desacuerdo con la genial pieza del señor Valderrama es cuestión de sensibilidades. La mía, tan personalísima como la suya, me hace percibir a Vivaldi, italiano como Carletto, como un representante del barroco, movimiento artístico con muestras de arte insuperables, pero al que, en cuanto a música extrapolada al balompié, relaciono con otros equipos.
No hay duda de que las Cuatro Estaciones de Vivaldi, en concreto la Primavera, es alegría. El Real Madrid lo es, pero no tiene el aire despreocupado del Allegro. Hay trascendencia y épica en los partidos del equipo en primavera
El Real Madrid de primavera me suena a Wagner. Intentaré, seguro que con variable fortuna, argumentar esta aseveración. El genial compositor alemán fue un revolucionario también en la orquestación, en cambiar los roles de los instrumentos, otorgando preponderancia en la melodía principal a los vientos, mientras que los violines servían de colchón sonoro para crear sensaciones apabullantes. En definitiva, reorganizó y recolocó los instrumentos. Organización. Colocación. Brillantez. Alemán. Bien parecería que estamos definiendo a Toni Kroos.
No hay duda de que las Cuatro Estaciones de Vivaldi, en concreto la Primavera, es alegría. El Real Madrid lo es, pero no tiene el aire despreocupado del Allegro. Hay trascendencia y épica en los partidos del equipo en primavera. No piense el lector en esa trascendencia impostada y pedante de los panenkitas erigidos en apóstoles del estilo y el ADN, sino que lo haga en la seriedad y ese pellizco nervioso del estómago justo antes del comienzo de un partido de nuestra competición. Hay escalas naturales mayores ascendentes, el más efectivo recurso para crear piezas que enardecen hasta los corazones más fríos y piperos. Hay Valkirias, hay Odín (Wottan para los germánicos), hay mitos vikingos como nosotros.
Aún está por nacer el rival que no se vea empequeñecido por la fiebre berserker de nuestros guerreros habiendo olido sangre. Las trompas de Wagner son un grito de batalla sin cuartel, hasta el final (vamos, Real), que tiene como epílogo la más bella de las melodías, la, valga la paradoja, obertura de Tannhauser. Hemos referido antes que las tonalidades mayores dan épica, mientras que el lirismo de la victoria, el preciosismo extremo, lo dan las tonalidades menores, que, bien combinadas, saben resultar exquisitas sin ser relamidas. Wagner sabía perfectamente de eso. No en vano, se considera a Wagner como el primer heavy, y, esto daría para otro artículo, cómo son las baladas de las bandas más duras...
Espero que se comprenda mi diferencia de percepción como exactamente lo que es, sin quitar un ápice de más que justa admiración por don Antonio Valderrama. Un abrazo, Fantan, y hala Madrid.
Getty Images.
4 comentarios en: El Real Madrid de primavera suena a Wagner
La Galerna es un milagro.
Me gusta el olor a derrota de los antis por la mañana.
Brillante , respetuoso y muy bien argumentado.
Pues pareciéndome ambos dos cronistas superlativos, permítanme opinar con el atrevimiento de este admirador de la pluma (literaria) de ambos.
El Madrid no es barroco por fortuna, aunque como Vivaldi acaso sea el menos barroco de los grandes barrocos, su luminosidad es muy madridista. El Madrid es más Wagner gracias a la épica y especialmente en los días que nos hacen sufrir como ayer, con esa ansiedad schopenhaueriana sólo conclusa con el pitido final. O de las legendarias remontadas.
Pero el Madrid también es romanticismo en estado puro, es creer que los sentimientos mueven montañas, es soñar con lo imposible, es Chaikovski, es Brahms, es Schubert, es la grandeza del último Beethoven, la compleja densidad de Bruckner o Mahler, los motivos shakespearianos de Verdi y la humana belleza de Puccini.
Y los Beatles, que eran madridistas sin saberlo. Bueno, John y George lo saben, a buen seguro Dios se lo dijo.