El fracaso atiende a la falta de éxito en un intento o proyecto. Históricamente, la palabra “fracaso” proviene del italiano “fracassare”, que significa romper en pedazos. Esta etimología refleja la idea de que el fracaso implica una ruptura o un colapso de expectativas, y es aquí donde entra en juego el Real Madrid. En la temporada que acabó el pasado 1 de junio, el Real Madrid, el club más laureado del mundo, y por tanto el que tiene siempre las mayores expectativas, conquistó la Supercopa de España, la Liga y la Champions.
En cualquier temporada que hubiera sucedido a una como la descrita, las expectativas estarían en todo lo alto. Y nadie entendería no ganar, al menos, lo mismo y algo más. Pero es que hay que sumar el fichaje de uno de los mejores jugadores del mundo, anhelado durante más de un lustro por los aficionados y durante una vida por el protagonista.
Y más: el nacimiento veraniego de una estrella turca que ya dejó ver pequeños (pero potentísimos) rayos de luz en la nebulosa de gas y polvo primaveral en la que ya nada importa. El turco deberá, eso sí, mantener el equilibrio entre la presión de la fusión nuclear (sus actuaciones) y la gravedad que intenta que colapse (los medios). Así es como las estrellas consiguen vivir millones de años, que en el fútbol se traducen en un puñado de temporadas mal contadas.
En este contexto, decía, el Real Madrid está destinado al fracaso. El Real Madrid es el mito de Sísifo de Camus; es un club que empuja la roca de los títulos pendiente arriba año tras año, con lo que haya, se llame Ronaldo o Joselu, se llame Ramos o Vallejo, para ver, sin desespero, cómo la roca siempre acaba cayendo cuesta abajo obligándole a volver a empezar. Pese a lo predecible de la situación, Camús sugiere que debemos imaginar a Sísifo feliz, como feliz es el Real Madrid en el intento.
Pase lo que pase, la roca caerá. Porque quizás se gane la Liga, o incluso puede que se haga un doblete nacional. Quién sabe si, además, sumarán la Supercopa para adornar el triplete español. Suponer que, a todo lo anterior, se añadirán los títulos internacionales menores, como la Supercopa que hoy se disputa, la Intercontinental o el lejano Mundial de Clubes de 2025, queda a la vuelta de la esquina. Pero pretender que, sin pestañear, se consiga también otra Champions, y con ella los siete títulos en juego, ya roza lo literario de género fantástico.
No obstante, en el remotísimo caso en que el Real Madrid sumara un histórico siete de siete, la roca seguiría cayendo, porque el éxito se habría conseguido, lo saben hasta en Reykjavik, sin jugar bien, sin proponer, a la contra, o enfrentándose a equipos menores. Vaya, sin mérito. Y cuando el aficionado creyera que la roca había llegado arriba de la colina tras siete sofocones de los de acabar bien, volvería la vista atrás y contemplaría a la roca allí abajo, diminuta, dibujando una sonrisa maléfica y sosteniendo un cartel que diría: “la 25/26 será peor”.
el Real Madrid eleva el cuello y encuentra que está mejor que nadie, a años luz del primero que pueda sostener con un mínimo de dignidad el título de “perseguidor”
El fracaso es, por tanto, inevitable. No importa si eres oficialista o vinagre. Como en la vida, el Real Madrid verá el fracaso como un acto de rebelión contra el absurdo, encontrando sentido a la lucha misma, sugiriendo que hay dignidad y valor en el esfuerzo, incluso cuando el éxito es inalcanzable. Ya se encargará la prensa negreiril de que así siga siendo.
Gracias a la mencionada y a sus madridistas útiles (me niego a llamarles tontos porque si fueran esto entonces no serían aquello), el Real Madrid vive en el fracaso permanente. Gracias a ellos, el club acepta ese fracaso y aprende a resistir; lo acepta con humildad, reconociendo sus propias limitaciones y adaptándose al entorno lo máximo posible; el fracaso obliga al club a reflexionar al final de cada temporada y a ir un paso más allá en la excelencia deportiva, económica e institucional.
Tras acabar cada curso, exhausto tras un terrible periplo lleno de fracasos, el Real Madrid eleva el cuello para contemplar lo dantesco de su salud como institución deportiva… y encuentra que está mejor que nadie, a años luz del primero que pueda sostener con un mínimo de dignidad el título de “perseguidor”.
Sigamos fracasando.
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Buen estreno, Ice.
Ineluctablemente. Resignación cristiana.
¡Enhorabuena Icelandic! Gran forma de empezar esta andadura.
Estás totalmente equivocado en lo que es el fracaso. Es muy fácil soltar por la boca (o el ordenador) este tipo de comentarios gratuitos. Aquí se trata de gestionar las expectativas, para un equipo pequeño quedarse en primera ya es un éxito, no han fracasado por no ganar la liga. Para un equipo como el Real Madrid el fracaso es no ganar nada, a no ser que sea un año de reconstrucción. Hay que pensar un poco antes de escribir.
Va a haber que explicarte el artículo y lo que son las figuras literarias...
Qué buen artículo.
El Real Madrid o cómo hacer el fracaso sea más fructífero que el éxito. Sigamos fracasando. Enhorabuena Ice!