El país donde era (y es) imposible amañar un partido

Sucedió tal día como hoy hace 27 años. En el transcurso de una entrevista de José Ramón de la Morena a Luis Milla, en el programa nocturno El Larguero, el futbolista del Real Madrid admitió – tras haberse negado en un principio - que un año antes le habían ofrecido 40 millones de pesetas para que el Real Madrid perdiera el partido decisivo, de la última jornada, en el estadio Heliodoro Rodríguez López. Milla tenía que provocar un penalti o su propia expulsión y que el resultado del equipo blanco no fuese favorable. La persona que le había trasladado la oferta al turolense era un futbolista del FC Barcelona íntimo amigo suyo, del que se negó a desvelar su nombre.

Tras la polémica conversación, el jugador le contó lo sucedido a su compañero Michel que le aconsejó trasladárselo al club. Ramón Mendoza ordenó a su jugador mantener el contacto para grabar la siguiente llamada que efectuase su excompañero barcelonista. Pero según se filtró, posteriormente, el plan se frustró al recibir el club azulgrana un chivatazo por parte del periodista radiofónico José María García - competencia de José Ramón de la Morena -, que a su vez había sido informado por el gerente del club blanco, Manuel Fernández Trigo.

Ante la ausencia de pruebas que demostraran los hechos, el affaire se cerró con una multa de un millón de pesetas para el madridista, que posteriormente fue anulada tras un recurso. A Luis Milla le arreciaron las críticas, unas por considerarlo un irresponsable por haber formulado una acusación de tal gravedad sin pruebas y otras al poner en duda su sinceridad. José Vicente Hernáez, en Marca, le acusaba de no descubrir el nombre de “a quién él creyó haber escuchado al otro lado de la línea”. Es decir, que entendía que lo narrado no era posible, si aquella conversación se había llegado a producir, en ningún caso podía ser con quien Milla pensaba. Ante tal panorama, el jugador optó por enterrar el asunto, si bien, el año pasado, en una entrevista concedida a La Galerna, se reafirmó en que el intento de soborno ocurrió.

el jugador optó por enterrar el asunto, si bien, el año pasado, en una entrevista concedida a La Galerna, se reafirmó en que el intento de soborno ocurrió.

Pero lo que realmente resulta llamativo, visto con perspectiva, es la incapacidad del mundo del fútbol español para asumir un hecho así, lo cual se podría extender al deporte de nuestro país, en general, a tenor de cómo se tapó la Operación Puerto por parte de todos los estamentos sin excepción. Cada vez que ha surgido una acusación o insinuación velada del posible amaño de un partido o competición, los medios de comunicación se han cerrado en banda y los periodistas, en su mayoría, se han mostrado airados con aquellos que la formulaban, tildándoles de disparatados, cuando no de paranoicos.

Lo cierto es que de un análisis objetivo solo se puede concluir que lo que realmente resulta improbable es que estando la corrupción extendida en todos los ámbitos de la sociedad – algo que cualquiera admitiría - se pueda considerar que el mundo del fútbol sea inmune a ella, como si se tratase de un edén de moralidad y pureza donde ni tan siquiera hicieran falta leyes ya que sus miembros son incapaces de cometer una irregularidad.

Basta un visionado de los dos partidos disputados en Tenerife, en los años 92 y 93, para, sin tener en consideración el factor Milla, llegar a la conclusión de que estuvieron plagados de circunstancias excepcionales por parte de múltiples actores, muy difíciles de comprender. En un país medio normal que hubiera sido testigo de algo así, unas declaraciones como las de Milla no se las llevaría el viento y el periodismo, lejos de fustigar al denunciante, investigaría, el tiempo que hiciese falta, hasta averiguar todo lo que sucedió en el trasfondo de aquellos partidos.

En un país medio normal que hubiera sido testigo de algo así, unas declaraciones como las de Milla no se las LLEVARÍA el viento y el periodismo INVESTIGARÍA el tiempo que hICIESE falta

Pero no, se optó por dejarlo correr. En cierta ocasión, alguien a quien planteé estos pensamientos me echó en cara que creyese que alguien pudiese comprar un partido. “Me parece asombroso ¿cómo puedes seguir viendo fútbol si piensas que todo es mentira?”. Y yo me limité a replicar que lo que a mí me parecía asombroso era que alguien pudiese convencerse de que un amaño era imposible en el fútbol español cuando el mismo presidente de uno de los clubs implicados en aquellos partidos, había terminado en prisión por un delito de cohecho, al comprar a inspectores de Hacienda, lo que vienen a ser los colegiados que arbitran nuestras finanzas.

Pero no, según estos convencidos de la pureza en el fútbol, cuanto menos cuerda le demos a este tipo de asuntos, mejor. No importa que aquel presidente mencionado anteriormente no fuera una excepción. Se podría afirmar, aunque nos produzca desazón, que es raro el club de fútbol de Primera y Segunda División en España que no haya estado dirigido en los últimos 30 años por algún dirigente que no haya sido condenado por un delito de gravedad: prevaricación, malversación, fraude, cohecho, fraude fiscal, etc… pero, por lo visto, por algún efecto que desconocemos, esos mismos dirigentes que delinquen en su ámbito privado y/o profesional, cuando gobiernan los designios de un club de fútbol se tornan, para algunos, en seres inmaculados, en adalides de la honestidad.

En Italia no les dolieron prendas en destapar el escándalo del Calciopoli, una trama de corrupción, ocurrida en la temporada 2004-2005, orquestada por el Director General de la Juventus, Luciano Moggi, que creó un sistema para influir en los resultados de los partidos, mediante el control de árbitros – como el mundialista Massimo De Santis -, de profesionales de las cadenas televisivas que encubrían los hechos manipulando la realización, de directivos de la Federación italiana que amañaban las designaciones para poner a los colegiados adecuados y de clubs que se prestaban al juego. La simple insinuación de algo así en España sería motivo de excomunión, como ya sucedió con Luis Milla, hace justo, hoy, 27 años.