No pude presenciar in situ el partido de regreso del Real Madrid al Nuevo Estadio Santiago Bernabéu (NESB). Pero, en cambio, sí tuve el placer de seguir todos los detalles de ese reencuentro del equipo con su público a través de todos los diferentes medios de comunicación disponibles y a mi alcance: TV, radio, webs y redes sociales, lo que me permitió disfrutar de una percepción de los hechos y de las emociones mucho más amplia e igualmente intensa. Lo hice así porque yo presagiaba una noche especial, que no me podía perder… y que se cumplió sobradamente.
Cuando nuestro equipo encajó el primer gol y el Celta se puso por delante, pensé -lo reconozco- que volvíamos por donde solíamos. Un gol tonto, un fallo defensivo con ‘cogorza’ colectiva, que me recordó a otros bochornosos partidos tempraneros y a tantas ligas perdidas. El equipo supo hacer frente a la adversidad y no se vino abajo, a pesar de las lesiones, achaques y viajes que no presagiaban un choque desde la energía necesaria. Así llegó el 1-1 y presentí que el Real era muy superior al Celta y que acabaríamos ganando, sensación que duró poco, pues el segundo gol de los celestes (fruto de otra cadena de fallos en defensa) me devolvió al territorio del pesimismo. A pesar de todo, respiraba un aire ‘fresco’, renovado, que seguía manteniendo mis esperanzas.
No voy a hacer una crónica del partido, pues todos lo vimos, sabemos lo que pasó y cómo terminó la contienda. Pero sí quiero transmitir que esa ‘atmósfera’ me pareció distinta a la vivida en otras muchas noches de euforia, de esas que llenan las vitrinas del museo madridista. Y digo que me pareció ‘distinta’ porque el escenario era el mismo, pero su tramoya estaba cambiada y algo desconocida; también, porque el regreso a casa venía preñado de cierta fascinación por lo ‘desconocido’; porque parecía que el equipo tenía plena conciencia de la trascendencia del momento; porque era el prolegómeno -el primer paso- de una forma nueva de practicar un fútbol mágico, donde van cobrando protagonismo unos jóvenes que tienen plena conciencia de su lugar de protagonismo en una nueva era.
Ojalá se repitan en ese escenario muchas noches como la del domingo, desde una recuperada comunión entre los jugadores y su indulgente público, que ya ha olvidado el hecho de que su equipo no ganó nada el curso pasado. El seguidor merengue parece que también hace ahora borrón y cuenta nueva sobre su frustrada ilusión por los pocos fichajes que se han podido hacer este año (y se muestra indulgente tras aceptar que se trata de un proceso pensado y diseñado a dos años vista). La idea soñada -bien lo sabemos- consiste en que los dos grandes nombres para liderar la nueva época de gloria -Mbappé y Haaland- vistan de blanco (junto a algunos otros), en diciembre de 2022 cuando se proceda a inaugurar el nuevo estadio. Y no lo veo como una utopía, pues a estas horas hasta el ínclito Javier Tebas, enemigo público irredento, reconoce que el Real tiene dinero, si todo marcha bien, para hacer ambos fichajes.
Ojalá -también lo deseo- que nuestro nuevo estadio se convierta en el auténtico ‘Santuario de la Magia Blanca’. No me quiero quedar en el concepto de ‘templo del madridismo’, previamente acuñado y que se queda un poco corto, pues simbólicamente creo que podemos llegar más allá, porque un ‘Santuario’ es más que un templo y porque ‘Magia Blanca’ es la que parece definir la nueva forma de entender y jugar al fútbol (la que gozamos el domingo y que nos gustaría ver sólidamente acuñada por nuestro equipo a partir de la temporada que viene).
La magia blanca ha sido usada desde tiempos inmemoriales para la curación de las personas, para enamorar o recuperar el amor y para hacernos gozar de la buena fortuna. ¿Acaso los madridistas haríamos ascos a todos esos remedios y aspiraciones? Los hechizos de la magia blanca tienen el propósito de ayudar a los necesitados, curar a los enfermos o ayudar a las personas a encontrar la felicidad perdida. De esos ‘males’ también estamos aquejados los madridistas, que les piden a sus particulares ‘magos blancos’ una actitud contundente e inequívoca a la hora de tratar de hacerlos felices.
Una magia blanca que se enfrentará cada día de partido con los representantes de la ‘magia negra’, que siempre tratarán de practicar nuestros rivales y sus seguidores con el objetivo de aguarnos la fiesta. Pero los hechizos de magia blanca implicarán prácticas destinadas a invocar poderes divinos para fascinar a socios, abonados y demás aficionados; hablo de fuerzas espirituales para guiarnos y orientarnos en la creación de ese nuevo fútbol fascinante. La magia blanca va en contra de la magia negra; trata de desactivarla y vencerla en todo momento y ocasión, pues busca la prosperidad, la integridad, el desarrollo físico y mental en conexión con el espíritu de ese nuevo fútbol. Vamos que, si nuestro Club consigue hacer del NESB su auténtico ‘Santuario de la Magia Blanca’ y nuestro equipo vence en él a todos sus rivales, seguirán creciendo y creciendo las leyendas de un Real ganador y de un coliseo inexpugnable.
Es cierto que un estadio de fútbol pertenece a la ciudad en la que se ubica y, por tanto, de alguna manera también a sus ciudadanos; parece justo y necesario que el NESB sea también la casa de todos los madrileños, y bienvenido sería por ello un sólido apoyo de las instituciones al nuevo y emblemático icono turístico de la ciudad de Madrid. Me refiero (aprovecho la ocasión) a un apoyo no meramente institucional, sino también a un apoyo económico que se me antoja justo y ético, pues se trataría de un interesante modelo de colaboración mutua entre dos grandes socios estratégicos: la ciudad y su club por excelencia. Una rentable inversión de las instituciones madrileñas que la grandeza del Real Madrid les devolvería con creces, pues el NESB colocará a Madrid en el mapa y lo convertirá en un éxodo de fans y visitantes foráneos, como lo hicieron en su día los JJ.OO. con la ciudad de Barcelona, allá por los últimos años del siglo pasado.
el nuevo bernabéu colocará a madrid en el mapa y lo convertirá en un éxodo de fans y visitantes foráneos
El NESB procede ahora a cambiar su aspecto y a modernizar notablemente sus infraestructuras y capacidad de servicio para continuar siendo un referente mundial en el ámbito del deporte y la arquitectura. Estamos de obras en casa, sí, y aún nos queda por soportar más de un año de incomodidades. Según palabras del Presidente Florentino Pérez , “el nuevo estadio seguirá siendo el escenario de las emociones que marcará el futuro del Real Madrid, el mejor estadio del mundo para poder volver a ser reconocido al final de este siglo como el mejor club del siglo XXI. Un nuevo estadio, patrimonio y orgullo de nuestros socios y aficionados”.
Pero nosotros, los madridistas fieles, estamos dispuestos a soportar esas incomodidades de muy buen grado, mientras veamos crecer nuestro ilusionante proyecto de Club y a nuestros ídolos, con su fútbol mágico, no cejar en el empeño de alcanzar esos objetivos. Hablo de un ‘fútbol de magia blanca’, practicado en su nuevo santuario.
Espero que no convierta a Madrid en lugar de un éxodo, y si en centro de peregrinación. No tengo ninguna gana de abandonar Madrid ni de que lo hagan mis amigos y vecinos.