Cuando el sorteo de la Champions emparejó al Nápoles con el Real Madrid, muchos aficionados blancos esbozaron una sonrisa. Cruzarse con los azzurri en Europa es sinónimo de gesta. Así sucedió cuando Maradona comandaba a los napolitanos, pero también hace seis años.
El Nápoles está de moda. Después de más de tres décadas, es el vigente campeón del Scudetto, una frontera conquistada por primera vez sin El Pelusa. La fiesta de la celebración, que duró semanas, fue un digno homenaje a su altura. Durante el verano, la salida de Spalleti suscitó ciertas dudas, pero haber conservado a sus dos grandes estrellas, el delantero Osimhen (26 goles en el Calcio la pasada campaña) y el extremo Kvaratskhelia, lo convierten en un rival durísimo, aunque de grandes recuerdos para la hinchada blanca.
La primera vez que napolitanos y madridistas cruzaron sus caminos fue en 1987, en dieciseisavos de la Copa de Europa. Resultó una eliminatoria atípica desde el principio. La ida, en el Santiago Bernabéu, se disputó a puerta cerrada, pues el Madrid cumplía la sanción impuesta por la UEFA debido a los incidentes contra el Bayern de la campaña anterior. Aquel Nápoles era temible, aunque sólo fuera por contar con la estrella del momento, el indescifrable Maradona, que venía de brillar en el Mundial ‘86, y por disputarse la vuelta en la región del Vesubio.
Los italianos acababan de adjudicarse el Scudetto y la Coppa, toda una proeza con Milán y Juventus en la misma ecuación. El 10 argentino galvanizaba al equipo y la ciudad, pero además aquel año le acompañaba Careca, un brasileño que empezaba a apuntar muy buenas maneras. El fútbol napolitano era el propio del Calcio de aquel entonces, pero con la chistera de Maradona. Por su parte, en el Real Madrid Leo Beenhakker (verdadero precursor del fútbol total en España) iniciaba su segundo año con el Madrid de La Quinta. La máquina, con Buyo, Sanchís, Camacho, Míchel, Jankovic, Butragueño, Hugo… era un perfecto engranaje con la fantasía como valor identificativo.
Cruzarse con los azzurri en Europa es sinónimo de gesta. Así sucedió cuando Maradona comandaba a los napolitanos, pero también hace seis años
Sin embargo, el jugador decisivo sería alguien tan fuera de foco como necesario: Miguel Porlán Chendo. Su misión fue secar a Maradona en el Bernabéu y dudamos de si hasta lo persiguió fuera de las instalaciones blancas. El defensa, con una magistral clase de inteligencia y anticipación, convirtió al argentino en un fantasma que no pudo evitar la derrota de los suyos por dos a cero.
A Maradona podías pararlo una vez, pero nunca callarlo, por lo que declaró que en la vuelta el Madrid no ganaría “ni aunque jugasen Di Stéfano y Puskas”. Y la verdad es que acertó. Los blancos no se llevaron la victoria, pero sí un empate a uno suficiente para pasar la eliminatoria y escribir una de las páginas más célebres de sus míticas remontadas europeas.
Fue en cuartos de final ante la Bestia Negra, el Bayern, que el año anterior había conducido a Juanito al mayor error de su carrera. Los alemanes, dirigidos por Heynckes, consiguieron revivir viejos fantasmas en la ida con un 3-0 que hubiera achicado a cualquiera. Pero hablamos del Real Madrid, y en su ADN está escrito que rendirse no es una opción. No perdió la fe y se trajo un ajustado 3-2 a Chamartín. Ya en el coliseo blanco, el ambiente de los grandes momentos elevó al equipo por encima de la fuerza y las maldiciones bávaras, y un 2-0 completó una remontada histórica.
30 años después, Nápoles y Real Madrid se volvieron a cruzar, esta vez en octavos de final. La superioridad blanca fue inapelable (doble 3-1) y, la postre, resultó el inicio del camino a la Duodécima (4-1 a la Juventus). ¿Seguirá el destino su costumbre de traer buenas noticias para el Madrid cuando el Nápoles aparece en su horizonte europeo?
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Qué partido de Chendo!!!! Y sin dar patadas... bueno alguna si que se llevó el pelusa. Y Diego si que era diferencial, qué jugador... mamma mia!