Marruecos eliminó a España en octavos después de una tanda de penaltis finiquitada por Achraf, madrileño y canterano del Real Madrid, que chutó a lo Panenka y al celebrar, imitó el torpe gesto del pingüino, acordándose de su compañero del PSG, Sergio Ramos.
¿Quién? ¿Sergio Ramos? Sí, aquel que fue titular en la Euro 2008, en el Mundial 2010 y en la Euro 2012, el jugador que más veces ha vestido la camiseta de la selección absoluta y capitán de esta, al menos hasta que alguien lo desterrara.
¿Quién? ¿Luis Enrique tal vez? ¿Ese seleccionador que nunca repite alineación porque su equipo es de autor? ¿Ese seleccionador que prefiere que haya un solo líder en el banquillo antes que varios liderazgos distribuidos sobre el terreno de juego? ¿El que prefiere monopolizar toda la atención y la presión mediática, para eximir así a sus futbolistas de dicha responsabilidad? ¿El seleccionador que no se llevó a Catar a los mejores, sino a los más fieles?
Sí, el seleccionador que a escasos minutos de que concluya la prórroga prescinde del jugador que mejor había entrado de refresco (Nico Williams) para meter un auténtico especialista desde los 11 metros, pese a que este especialista no había disputado ni un solo minuto en el presente torneo. Sorprendió que fueran elegidos para afrontar el punto fatídico dos jugadores que apenas habían tenido protagonismo.
¿Quién? ¿Sarabia? En efecto, nunca había fallado una pena máxima en partido oficial. Sin embargo, la substitución vino pronto porque, antes de pasar a la lotería de los penaltis, tuvo en sus botas la última ocasión del encuentro. Recién ingresado al campo, pidió un balón al segundo palo que le llegó, pero dudó entre centrar o disparar y lo mandó fuera rozando el poste, en una de las únicas oportunidades claras que tuvo España en el tiempo extra.
¿La lotería de los penaltis? Pues sí. Hay infinidad de factores que escapan al control, empezando por el sorteo de campo y de lanzador. En este caso, el hecho de haber desbaratado una ocasión tan clara al final del partido le hizo flaco favor a Pablo Sarabia, que antes de golpear el balón desde el punto fatídico parecía estar viendo fantasmas. Pasó lo que pasó.
Tampoco convertirían su penalti los otros dos lanzadores españoles que le sucedieron (Carlos Soler y Busquets), asimismo designados por el indiscutible dedo que partía y repartía en la selección. Se desconoce si Luis Enrique les sugirió también por dónde tirarlos. Sea como fuere, la intuición de un inspirado Bono fue suficiente para atajarlos y España se va de una gran competición, por tercera vez consecutiva, en tandas de penaltis.
La España de los mil pases, la España de Luis Enrique y sus marionetas que cumplieron con el 99,9% de lo que él les pidió, vuelven todos para casa sin conseguir mejorar el resultado de Rusia. En la otra cara de la moneda están los portugueses que siguen vivos gracias, entre otras cosas, al notable rendimiento de Pepe, capitán ante la suplencia de Cristiano. A sus 39 (3 años mayor que su otrora socio en el Madrid, Sergio Ramos) el zaguero oriundo de Maceió (Brasil) rompió el récord como jugador más veterano en anotar en la fase final de un Mundial (lo ostentaba Roger Milla, el camerunés) con un portentoso e imperial testarazo que significó el segundo gol de Portugal frente a Suiza.
No es el único veterano que sigue vivo en la lucha por el título y destacándose con su selección. Modric, Thiago Silva, Leo Messi… son algunos de los coetáneos de Sergio Ramos que tratan de compensar el inevitable y paulatino declive físico con cualidades brindadas por la experiencia, como la jerarquía y los galones. Dos atributos que en el esquema de Luis Enrique durante este mundial no han tenido hueco.
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