En 1974, Clint Eastwood rechazó el papel protagonista de Charley Varrick, una película dirigida por su mentor, Don Siegel. El papel acabaría en manos de Walter Matthau. En España la titularon La Gran Estafa, y es una estupenda película de atracos. Eastwood prefirió embarcarse en otra película también de atracos, Thunderbolt and Lightfoot, que habría de ser la primera producción de su compañía, Malpaso. Además de producirla y protagonizarla, su idea era dirigirla, pero finalmente decidió confiar esa tarea al guionista, Michael Cimino, que hasta ese momento sólo había realizado anuncios publicitarios en Nueva York. Ahora que sabemos que la siguiente película de Cimino como director sería El Cazador, resulta sencillo entender la decisión de Eastwood. A toro pasado cualquiera habría subido a los de la Quinta al primer equipo, pero hay que ser don Alfredo o Clint para jugársela con unos novatos y apostar por el talento. Cimino reconoció que le debía su carrera a Eastwood y que aquel rodaje fue el mejor de su vida.
Un botín de 500.000 dólares, que así se llamó la opera prima de Cimino en nuestro país, es, además de una película de atracos, una road movie y una buddy movie. El compañero de reparto de Eastwood es Jeff Bridges, que por ese trabajo mereció su segunda nominación a los Oscars. El título original en inglés hace referencia a los extravagantes nombres de los dos personajes principales. Eastwood es Thunderbolt (rayo), un mote que le ponen porque su especialidad consiste en reventar cajas fuertes disparando con un cañón antitanque, destreza adquirida sirviendo en los Marines durante la guerra de Corea. Para entendernos, perfora cámaras acorazadas como Zidane perforó la portería del Leverkusen en la final de la Novena. Por otro lado, el joven vagabundo que interpreta Bridges asegura llamarse Lightfoot sin que nunca se explique el origen del nombre. En realidad, ambos proceden de una novela escrita por W.R. Burnett en 1955, Captain Lightfoot, que dio pie a una película homónima dirigida por Douglas Sirk que en español se tituló Orgullo de Raza (da para tifo políticamente incorrecto). Cuenta la historia de dos fuera de la ley que roban a los ricos en la Irlanda del siglo XIX. Los Lightfoot y Thunderbolt de Sirk tienen la cara de Rock Hudson y de Jeff Morrow respectivamente. Al parecer, a Cimino le gustaba mucho esa película y por eso le rindió un homenaje en su debut como director. Si bien es cierto que no hay gran similitud entre ambas historias, más allá de los nombres de los personajes y su condición de simpáticos delincuentes, a Burnett, cuyo mal genio no sabemos si era herencia irlandesa o galesa, pues en ambos lugares tenía raíces familiares, no le hizo ninguna gracia la apropiación indebida de sus creaciones, ya que no le pidieron permiso ni, por supuesto, le acreditaron ni le pagaron derechos de autor. En una entrevista concedida años más tarde, Burnett expresó con elocuencia lo que pensaba de Cimino: “La plagió, el hijo de puta. Llamé al departamento de asuntos legales del estudio y dije ¿qué coño pasa aquí? No hicieron nada (…) Ese hijo de puta… Me alegro de que La Puerta del Cielo fuera un fracaso.” Burnett fue uno de los más grandes escritores de Hollywood. El pequeño César, Scarface, El Último Refugio, La Jungla de Asfalto y La Gran Evasión llevan su firma. Eso son casi tantas Champions como las de don Paco Gento.
Como no quiero destriparles la película, no puedo dar detalles de la trama para respaldar la indudable adscripción de Eastwood al madridismo, objeto del presente artículo. Ya lo demostré, no obstante, hace varios años en estas mismas páginas en otro previo sobre Cazador Blanco, Corazón Negro. Me limitaré esta vez a explicar el arco dramático del personaje de Thunderbolt a través de su atuendo. Eso bastará para confirmar la hipótesis.
La primera vez que vemos a Eastwood en Thunderbolt and Lightfoot viste un alzacuellos y está oficiando una misa en una pequeña iglesia rodeada de campos de trigo. Parece Guardiola dando una rueda de prensa, todo es beatitud forzada y esquinada bonhomía. Enseguida vemos que se trata de un disfraz, pero no se alarmen, que no les estropeo nada que no se pueda deducir del cartel promocional de la película. A continuación, el personaje se pone una camisa estampada de cuello imposible, una horterada que nos haría sospechar de su condición de atlético. Además, las cosas no le salen demasiado bien y su destino parece efectivamente el de un entrañable perdedor con carisma, o sea, la personificación del cholismo. Pero la película dura algo más de noventa minuti y en el tiempo de descuento, cuando todo pinta muy negro, Thunderbolt y Lightfoot se apean de una camioneta a las afueras de Warsaw, nombre de una ficticia localidad de Montana que es el escenario de sus derrotas. Es obvio que la elección del topónimo no es inocente. Esa Varsovia es la capital de los polacos, es decir, del enemigo. Nuestros héroes prefieren caminar campo a través antes que volver a ese infausto lugar. ¿Saben qué ropa lleva puesta para entonces el personaje de Eastwood? Una camiseta blanca. Y es con la inmaculada del Centenario con la que llega el giro final de la película. Como en un milagro, como en un centro de Modric desde el córner en el minuto 93, como Roberto Carlos enviando el balón a las nubes para que lloviera sobre Thunderbolt Zidane, la diosa Fortuna sonríe por fin a nuestra pareja protagonista, que obtiene el ansiado botín que da título en español a la película. Sin embargo, en la última secuencia, Eastwood recupera la camisa estampada de cuello imposible. ¿Vuelve el hortera colchonero? La respuesta es no, porque ningún espectador presta ya atención a la indumentaria cuando lo que domina el encuadre es el coche que Eastwood compra para celebrar su triunfo: un Cadillac Eldorado descapotable de un blanco resplandeciente. De hecho, también podríamos leer en clave madridista la elección de los coches que, como en toda road movie que se precie, tiene tanta importancia en la historia. El que roba Lightfoot en su primera secuencia, y que propicia su encuentro con Thunderbolt, es un Pontiac Firebird Trans Am cuyo color ya se deben estar imaginando. En efecto, es blanco, pero además era propiedad del propio Eastwood, que fue quien sugirió a Cimino que lo usara en la película.
“Un hombre puede hacer cualquier cosa que se proponga”, dice Lightfoot en un diálogo de la película. “Ahora mismo, yo, lo que quiero es entrar en una tienda y comprarme un Cadillac descapotable blanco. Me refiero a entrar y pagarlo en metálico.” Y Thunderbolt cumple su deseo. ¿Cabe mayor madridismo?
Eastwood cumple 90 años y acaba de estrenar una de sus mejores películas de las últimas décadas, “Richard Jewell”. Algunos pensarán que ya está mayor para seguir haciendo cine. Ingenuos. Desconocen que la gloria en el tiempo de descuento es una prerrogativa de los madridistas. Feliz cumpleaños, maestro.
Número Tres
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Buenas tardes, hermoso artículo que se lee de un tirón y con placer, no voy a entrar en el madridismo de estos dos señores, algo que me es indiferente, afirma D. Jesús en otro artículo vecino del de usted que Clint tiene al menos un 25% de obras maestras, estoy de acuerdo me parece el sucesor de John Ford en la forma clásica de narrar, cada cual con su estilo y manías
me agrada sobremanera que utilicen la excusa de su parecido madridista para glosar la enorme carrera de director de D. Clint Eastwood.
Saludos blancos, castellanos y comuneros