(Nota del autor: Este artículo contiene spoilers y excentricidades).
Eastwood y Hanks. Eso para empezar a hablar. No se había visto una conjunción de (respectivamente) jefe y subordinado tan estelar desde Zidane y Cristiano. Claro que la ascendencia del jefe se fundamenta sobre bases diferentes. Cristiano se postraba ante Zidane porque el francés fue un extraordinario jugador, pero Hanks no confiaba en Eastwood porque éste haya sido un gran actor (nunca lo fue, aunque sí una estrella que llenaba -llena- la pantalla). Hanks confió en Eastwood porque es Eastwood y el escudo gana partidos.
No se cuenta que se llevaran especialmente bien ni mal en el rodaje. No parece que entre ambos surgiera una química especial, ni falta que les hizo (tampoco la había entre Zizou y el portugués). Eastwood no necesita desarrollar química con nadie. Llega allí y, en medio de lo que imagino un silencio reverencial de todos los presentes, rueda sin malgastar tiempo ni energías. En eso es un poco como Zizou en las ruedas de prensa. Ese carisma minimiza cualquier pregunta, cualquier comentario, saes. Está además la delgadez y un caminar como de Pantera Rosa. Clint y Zidane se deslizan.
De manera que imagino a Eastwood diciendo a Hanks nada y menos para que la maestría del intérprete brille por sí sola. Por eso y porque no tiene ganas. Eastwood no propone sino que gana, yo no sé si les suena.
Por supuesto la historia es real, como lo es la del Madrid (en el doble sentido vikingo de real y Real). Es la vivencia verídica del capitán Chelsey “Sully” Sullenberger, que ante el riesgo de un fatal accidente aterrizó un avión en el río Hudson el 15 de enero de 2009, salvando así la vida de los 155 pasajeros y de la tripulación al completo, que salió del atolladero sin un rasguño. “Sully, trata de aterrizarlo”, le gritaba el copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart), aunque en el último minuto la frase fuera retirada del guion por ser Luis Moya un culé de manual.
El hecho es que la hazaña sin precedentes de Sully, por increíble que resulte, fue puesta en tela de juicio por las autoridades aeronáuticas de Estados Unidos, hasta el punto en que el piloto (en la realidad y en la película) tuvo que enfrentarse a un juicio frente a la Junta Nacional de Seguridad del Transporte. Los técnicos consideraban que habría tenido tiempo para aterrizar de emergencia en el aeropuerto de LaGuardia, por lo que la maniobra realizada sobre el Hudson había sido un acto de temeridad y no uno de extrema pericia que salvara vidas, aunque de hecho las salvase. Acabó bien pero no debió hacerse, venían a reprocharle los representantes de la Junta. Lo mismo que Ángel Cappa célebremente dijo sobre el mítico gol de Bale en aquella final de Copa contra el Barça. “Fue gol pero estuvo mal”.
Yendo de lo particular a lo general, los incontables triunfos del Real Madrid son fiscalizados y generalmente descalificados por informales Juntas de Seguridad del Transporte un día sí y otro también.
—Pero oiga, que le juro que aterrizar en el río era mi única opción porque no habríamos llegado a LaGuardia. Además lo aterricé y salvé a todo el mundo, que es lo que de mí se exigía.
—Fue fruto del azar, que premió injustamente su imprudencia. El protocolo indicaba otra salida.
—Vamos a ver, pero si hemos ganado 4 Champions en 5 años.
—Ya, pero no lo hicisteis con arreglo a la ortodoxia. El manual dice que estas cosas se hacen de otro modo. No vale de nada lo que habéis conseguido porque lo habéis logrado con arreglo a un libreto que no es el que nos gusta.
Lo más conmovedor es que el propio Sully, en medio de ese juicio sumarísimo en el que para su estupor pasa de héroe a sospechoso, llega a dudar. Tal vez es verdad que no hice lo correcto. Tal vez es cierto que obré mal aunque acabara bien. Cuántas veces así mismo el madridismo sociológico, expuesto por los cuatro costados a las críticas de quien abomina del Madrid, ha llegado a acomplejarse de sus triunfos más conspicuos. Finalmente queda demostrado ante la Junta que la opción de aterrizar en el Hudson era la única viable. El madridismo sociológico, a diferencia de Sully, no ha logrado aún zafarse del acoso permanente de su particular Junta de Seguridad, esos supertacañones que brindan o quitan (generalmente quitan) valor a lo alcanzado por su equipo como si su opinión resplandeciera más que el metal tangible de los trofeos. El Madrid ha aterrizado en el Hudson no menos de trece veces, y todavía tiene que aguantar que le ninguneen.
Eastwood remata la película con imágenes reales de los supervivientes del aterrizaje dando las gracias al Sully de verdad, y es un final documental muy agradecible, un poco como volver a ver En el corazón de la Decimotercera brindando por el noventa cumpleaños de un genio.
Magistral
[Aviso de spoiler] En la peli se muestra cómo la administración trata de deslegitimar la heroica acción de Sully reconstruyendo los hechos. Aparecen pilotos que en el simulador tratan de revivir el vuelo real, pero a toro pasado, cuando ya saben lo que está por venir, como la bandada de pájaros que inutiliza los motores, por lo que la toma de decisiones no se veía sometida en esa simulación a las circunstancias que tuvieron lugar en la experiencia real de no saber lo que sobrevendría sin previo aviso y sin estar por tanto precavido. Sully desmonta la falacia con su intervención, en su alegato ante la Junta, y eso guarda un paralelismo con la acción de medios como La Galerna, que con tino tratan, aunque desgraciadamente no siempre logran, arrojar luz sobre las sombras que continuamente se ciernen sobre los incuestionables logros heroicos de nuestro Madrid.