Andrés Calamaro, a quien La Galerna ya entrevistó en su momento gracias a Sebastián Auyanet, está en pleno Tour 2023. El músico argentino lleva su arte a lo largo y ancho de la piel de toro. A estas alturas, la gira está siendo un éxito total de crítica y público. En términos taurinos podríamos calificar este hecho incontestable de Calamaro como el fenómeno de un torero caro y revienta-taquillas. Como todo el mundo sabe, Calamaro es un gran madridista. Es bastante habitual leerlo en Twitter comentando los partidos con bastante sabiduría futbolística. Es gran aficionado y buen conocedor del balompié, pero nunca resulta grosero ni hincha exacerbado. No podíamos esperar menos del autor de himnos como La libertad o Estadio azteca. Todo un caballero don Andrés. A lo largo de esta columna detallaremos algunas semejanzas entre su trayectoria y la de nuestro Real Madrid. Quédense leyendo, no les pienso defraudar.
El próximo 28 de septiembre se cumplirán 33 años de la llegada a España de Andrés Calamaro. Dicha efeméride bien vale una valoración pausada. Lógicamente, el tiempo pasa pero Calamaro es eterno. Como nuestro club, pasarán las décadas y caerán los gobiernos pero Calamaro seguirá cantando. Vendrán otros siglos, se alzarán nuevos régimenes, pero el Santiago Bernabéu seguirá erguido espectacularmente en mitad de la Castellana. Los chavales del mañana pasarán la Nochebuena del 2030 viendo en sus teléfonos de ultimísima generación los mejores goles de Cristiano Ronaldo mientras los jóvenes de hoy les pondremos de fondo las canciones de Calamaro. Y así hasta el infinito. O hasta que una IA tome conciencia tipo Skynet y pasemos todos a ser algo etéreo o fluido en el más allá.
Decía que la relación de Calamaro y nuestro país cumple ya 33 años. Ha llovido lo suficiente como para considerar a Calamaro uno más de entre nosotros. Año a año, canción a canción, Calamaro ha cimentado una carrera musical de alto voltaje. En un viaje de tantos años, alguna uña se habrá facturado en el camino, pero su sempiterna figura parece resistir intacta a las modas más arbitrarias o, inclusive, al derrumbe de la industria discográfica. En la era digital del consumo rápido por el usar y tirar, Calamaro sigue siendo aquél. Porque Calamaro, como Karim Benzema, hace música para los que saben de música. Porque, como monsieur Benzema, Calamaro puede ser exquisito pero también popular. No en vano, a pesar de aparentes excentricidades y decisiones disonantes, el gran cantante argentino ha sabido componer una cantidad inestimables de exitazos sin llegar a resultar nunca previsible ni redundante. ¿Acaso no es así como un auténtico gaucho saca adelante su vida errante?
Cuando Calamaro aterrizó en Madrid reinaba la Quinta del Buitre. No era un mala época para llegar a vivir. Aquel Madrid de la posmovida bullía en el ciclón de colorines que fueron aquellos años dorados. José Luis Garci, nuestro primer director de cine capaz de ganar un Oscar para nuestra lengua, siempre cuenta que la España de entonces tenía ganas de vivir y todo el mundo parecía estar estrenando una nueva experiencia. Así pues, el joven Calamaro aterrizó en un país diferente al de hoy. Parece mentira que existiera una España alegre de verdad, ¿no? Parece mentira que España encadenara el Mundial del ‘82 con la Expo de Sevilla del ‘92 y los Juegos Olímpicos de Barcelona en ese mismo verano.
Por lo tanto, los años noventa serían de Calamaro como lo fueron del Real Madrid. La década comenzaría algo incierta para el artista pues comenzar de cero en otro país y en otro continente siempre tiene lo suyo. Más aún cuando en España gobernaban las viejas glorias de la canción con las figuras de la Movida. Y, para más inri, las radios y las salas habían apostado por la incipiente escena indie o por grupos de pijos universitarios cantando en inglés. Cuando Calamaro forma Los Rodríguez junto a Ariel Rot, Julián Infante y Germán Vilella, parecían cuatro ex combatientes del Vietnam fuera de lugar. Del otro lado, el Madrid de Ramón Mendoza transitaba hacia el de Lorenzo Sanz. Bajo su mandato el club de Chamartín volvería a tocar el Cielo con las manos.
Lorenzo Sanz tenía claro que el hombre en el banquillo debía de ser Fabio Capello y que los fichajes disruptivos eran los mejores. De una tacada: Panucci, Bodo Illgner, Seedorf, Roberto Carlos, Šuker y Mijatović. ¡Albricias! Pedja fue el elegido por el destino para anotar uno de los goles más importantes en nuestra historia: el gol de la Séptima. Tras 32 años, el Madrid volvía a ganar la Champions. Tras 32 años, el Madrid volvía para renovar sus votos con su novia eterna, la Copa de Europa. Esta gesta se produjo un 20 de mayo de 1998. En ese año Calamaro estaba inmerso en pleno proceso de grabación de Honestidad brutal, una obra excelsa y su álbum más icónico. Por cierto, un año antes, en 1997 había publicado Alta suciedad, álbum que habría de consagrarlo como la estrella del rock del momento y que musicalmente rozaría la matrícula de honor. Ese álbum fue grabado íntegramente en New York con el legendaria productor Joe Blaney y músicos de primerísimo nivel mundial como el batería actual de los Stones, Steve Jordan, o el guitarrista Marc Ribot. Como anécdota comentar que la pista número 13 es una canción existencialista con ritmo reggae en la que aparece el filósofo madridista Antonio Escohotado, tan importante para La Galerna, con una voz lejana cual rapsoda beatnik. Este tipo de cosas suceden en un disco de Calamaro y entre grandes madridistas.
El resto es historia del rock en español, e historia por hacer del balompié, que diría Jabois en el himno de La Décima. Si los noventa acabarían coronando a Calamaro en el Olimpo de la Canción, el nuevo siglo contemplaría cómo volvía a la corona de laurel a adornar la cabeza del Real Madrid. El 11 de diciembre del 2000, la FIFA eligió al Real Madrid como el Mejor Club del Siglo XX y a día de hoy vamos camino de serlo otra vez cuando el presente siglo agonice.
Este jueves 27 de julio volveré a ver a Calamaro. El recital será en el Festival Tío Pepe (Jerez de La Frontera), y a buen seguro que Dios volverá a ser testigo de la existencia de su canto. Las ganas y la emoción por ver a El Salmón actuar son parecidas a las que experimenté cuando Sergio Ramos metió ese cabezazo en Lisboa en el minuto 93. ¡Hala Madrid y larga vida a Andrés Calamaro!
Hala Madrid y viva Calamaro! Suscribo, Daniel.
Pésima campaña "pro Calamaro" después de su patético grito de "que te vote xapote",mezclar las cosas nunca es bueno,la política en su terreno, la música en el suyo,por muy madridista que sea Calamar, me ha parecido patético su grito en en su concierto,un insulto a la inteligencia y a las víctimas,tambien a sus seguidores,a los que le seguían hasta su grito también, este artículo pro Calamar, me parece fuera de lugar
Suscribo por completo el segundo comentario. A qué viene "Que te vote Chapote"? Aceptable músico, lamentable opinador.