Le rechina a uno esa verborrea futbolística que se impone, pero ya pronto le va a dejar de rechinar. El oído (y la vista) acaba haciéndose a casi todo, sobre todo si se deja de oír (y de ver) lo rechinante de forma voluntaria.
Más allá de carrileros y pivotes, ese género estratégico, están los árbitros y arbitradores (que podían ser lo mismo, pero no lo son), otro género estratégico. El árbitro ya se sabe que es ese señor que corre detrás de la pelota junto a los futbolistas con un pito, y el arbitrador es ese otro señor que explica las decisiones arbitrales.
Son como la RAE y la Fundéu, respectivamente (con perdón), sólo que al arbitrador se le consulta mucho más que a la Fundéu. El arbitrador suele ser un árbitro metido a periodista o un periodista metido a árbitro. Es una profesión difícil. No todo el mundo vale. Hay que tener arbitrariedad, sobre todo. Que es una de las diferencias con la Fundéu.
La Fundéu resuelve dudas y el arbitrador las crea. En la arbitrariedad basa su actuación. La arbitrariedad es una cosa que hay que estudiarla, no se crean, para poder ejercerla, me refiero. No es llegar y arbitrarear, no. Hay que tener estómago, lo primero. Si uno tiene estómago, puede ser arbitrador. Y si uno ha sido árbitro ya lo lleva consigo.
Luego el periodista arbitrador es otra cosa, aunque como no tiene que decidir en el momento lo que tiene que arbitrarear, puede pensarlo como es debido y luego decirlo o escribirlo según las reglas de la arbitrariedad que son, por supuesto, arbitrarias.
No había suficiente con el árbitro arbitrario que tuvo que llegar el arbitrador, como antes no hubo suficiente con el comentarista y tuvieron que llegar más comentaristas, pasándose el comentarismo por la derecha y por la izquierda. Entre comentaristas y arbitradores la cosa se pone fea.
Se complica tanto que a uno le van quedando pocas ganas de ver fútbol (donde los arbitradores, por ejemplo, ¡hasta estiran las piernas de los futbolistas del Madrid!) dirigido por los árbitros arbitrarios, mayormente, y no por la pelota. O por el gol, mejor. Que del gol han llegado a renegar, sí, comentaristas y arbitradores y teóricos verborreicos.
Como lo oyen. De la pelota no. Todo lo contrario. La pelota se la pasan, comentaristas y arbitradores y teóricos verborreicos, por lugares inverosímiles hasta el punto de que uno a veces tiene que apartar la mirada y taparse los oídos de la impresión y del alipori.
Pero ya nos vamos acostumbrando (el que se quiera acostumbrar) porque es lo que va quedando: cursilería, arbitrariedad y monopolio, tres palabras que podrían resumirse en una sola que la tiene tomada con el Madrid, entre otras cosas, porque quiere consultar con la Fundéu.
Fotografías: Imago.
Carrileros, pivotes, bloque alto, bloque bajo, presión adelantada, fase ofensiva, fase defensiva, jugador diferencial, tirarse a los costados... Esta última es la que más me gusta. Proviene de un bardo argentino y me trae a la cabeza la imagen de Cleopatra recostada en un triclinium, mientras le guiña el ojo a Marco Antonio, famoso delantero romano, o quizá brasileño.
Vuelvo a la realidad. Esos arbitrarios ex árbitros, arbitradores de la opinión arbitral, son capaces de defender una cosa y la contraria, sin importarles su arbitrariedad, siempre que sea para defender al "colectivo", arbitral por supuesto. No voy a ponerles nombre, porque ya los conocemos.
Todavía peores son los periodistas metidos a expertos arbitrales de guardia. Son especialmente nocivos para la salud mental del oyente o del lector. Cualquier resto de objetividad ha sido borrado de su discurso. Sólo se trata de defender los intereses del jefe.
A veces me dan ganas de pasarme al curling. Allí, al menos, los deslices están justificados.
Saludos.
Honestamente. Creo que lo que hay que hacer es una huelga. Los madridistas, no ver ni partidos, ni programas relacionados con la liga. Y, además, procurar que nuestro dinero no vaya a parar ni a Movistar, ni al Santander, ni demás cómplices. Es un cuestión de inteligencia y orgullo bien colocado. Y, por supuesto, no comprar ni un puto producto de Rexona , Budweiser y demás marcas patrocinadoras de la LFP. No hay otra, guerra.
Totalmente de acuerdo, yo ya lo practico. Y no doy de baja mi abono y el de mi hijo porque el Madrid es mucho mal que un momento puntual. Pero la falta de dignidad de la directiva los convierte en cómplices.
Desconozco el motivo por el qué a los árbitros se les conozca por sus dos apellidos (Urizar Azpitarte, Brito Arceo, Sánchez Arminio, Soriano Aladrén, etc.) Y uno de infausta memoria con nombre y dos apellidos: Celino Gracia Redondo. Nada destacable excepto lo que abunda en la especificidad del gremio. Lo que ya es alarmante, por lo menos en el Real Madrid, es la duplicidad del apellido en la nomenclatura arbitral y lo es más porque indefectiblemente parecen correr el abecedario: González González; Hernández Hernández. Abatido revisé apellidos por abecedario y mi primera suposición se cumplió: la mayoría de los apellidos que su letra inicial es la “I” son de origen vasco; lo que me llevó a un auténtico espasmo al imaginar a un Iturralde Iturralde; porque, digo yo, no caerá la breva de un Isidro Isidro. Creo que ambos tienen escasas probabilidades de que suceda. Pero mi tribulación iba en aumento cuando pensé en los que sí la tienen: Jiménez Jiménez, conozco a unos cuantos que obtienen honradamente su peculio en mercadillos, López López, Martínez Martínez, Pérez Pérez, Sánchez Sánchez, Zotes Zotes (de ninguna probabilidad patronímica pero abundante en lo profesional). La verdad es que me descorazoné y como solución solo atisbé una gran remoción entre cielo (a cargo de don Santiago, don Raimundo, don Alfredo o don Juan) y tierra (don Florentino, don Florentino y don Florentino) para que haciendo uso de influencias y artes impidan lo que puede ser un marasmo para el Real Madrid. Indaguen, escruten, pesquisen cuántos de ellos se han inclinado por la senda arbitral y eviten su progreso en el escalafón. Pónganles un piso a pupilo en Madrid o, ya puestos, un chalé en Galapagar, ábranles estancos o mercerías o simplemente provéanles de ministerios en Universidades o a lo garzón, a la postre no sabemos que sería más dificultoso. Hagan que desistan en su empeño de “referées”. Algún lector avezado me tildará de exagerado pues no hemos sufrido ningún Fernández Fernández, y yo le digo que aquella “F” estuvo preservada a otra clase de estragos entre los que se incluía al Real Madrid: Filomena. Casi nada. ¡Maldito abecedario!
Pues el motivo es que en los años 60 había un árbitro que se apellidaba Franco, y al dictador no le gustaban nada los titulares tipo: "Franco estuvo horrible ayer en el Bernabéu" y similares, por lo que ordenó que a los árbitros se les llamara por sus dos apellidos. Parece de broma, pero es real.
Muchas gracias y muy esclarecedor.
Excelente comentario a un excelente artículo. Además , ha encontrado una misión para Fred Gwynne: disuadir a los árbitros en ciernes con los dos apellidos iguales.