—Woody, tengo que comprarme más zapatos, casi no tengo.
—Diane, ayer se me cayeron encima todos los que atesoras al abrir el zapatero y por poco tengo que llamar a la UME para que me rescate después de quedar sepultado por la avalancha de tacones, botas, sandalias, alpargatas, mules, manoletinas, botines, brogues, mocasines, zuecos…
—Eres un exagerado, querido. Además, ¿para qué tuviste que abrir mi zapatero?
—Te recuerdo que, además de los niños, los perros y ese señor turco que te empeñaste en adoptar, yo también vivo aquí y compartimos el mueble destinado a almacenar el calzado, aunque solo pueda utilizar palmo y medio al fondo a la derecha, donde suelo guardar los náuticos que me regaló Jesús Bengoechea. Los otros trescientos pares son tuyos.
—Habló el señor del tiempo, que abres el cajón de los cubiertos y aparece un reloj suyo. En el silencio de la noche la casa parece siempre a una bomba a punto de explotar. Tic, tac, tic, tac. Y no tenemos tortuga.
—Es distinto, Diane, no pretenderás que me lleve el Cartier cuando salgo a correr.
—Woody, tú no corres, te escapas ridículamente de ti mismo vestido como un infante enclenque en clase de gimnasia. Además, para tal propósito te puedes llevar ese deportivo que tiene nombre de actor alemán, el… ¿el Rutger Hauer?
—Creo que te refieres al TAG Heuer y no, no me sirve, no me mide la frecuencia cardíaca, ¡imagina que me da un infarto corriendo! Moriría si llevo ese reloj. Por no hablar de que tampoco cuenta los pasos, ni tiene GPS... Me he tenido que compra un smartwatch.
—¡Pero si te compraste uno hace ocho meses! ¿Qué pasa, que ha caducado, tu smartwatch es como el jamón york? ¿Acaso tendrías que haberlo guardado en la nevera con tus píldoras para la hipocondria?
—No, pero acaba de salir a la venta el modelo nuevo, que tiene más… bueno, la verdad es que es casi igual, pero es nuevo y me llama la atención, y ya está. Es muy buen reloj inteligente.
—Pues deberías ser lo bastante inteligente como para darte cuenta de que los tres Manolo Blahnik que tengo ya los he lucido en actos importantes y necesito otros modelos que no estén vistos, algo nuevo.
—Te compraste unos franceses que costaron el Producto Interior Bruto de Turquía y ahí están muertos de risa. ¿También han caducado? Aunque mejor no los metas en la nevera, porque como la llenes de zapatos nos moriríamos de hambre.
—Ay, de verdad, me los puse en la boda de Teddy Frocker y allí fue todo el mundo. Son los mejores, pero ya están amortizados, necesito algo nuevo para animarme. ¿O acaso prefieres que esté triste como tú?
Diane y Woody no existen, o al menos no de este modo. Son ficticios, como las normativas que sigue el Barcelona, pero representan a esos aficionados al Madrid aquejados de neofilia que no dejan de pedir a Florentino que fiche. Que fiche lo que sea, pero que fiche. Sea cual sea la situación. Y aunque hay algún puesto que podría estar mejor cubierto, el motivo de esta exigencia se acerca más al impulso que motiva a Diane y Woody que a una causa racional.
Todas las plantillas son mejorables, no existe la plantilla ideal, siempre sería más conveniente contar con otro delantero, con otro lateral derecho, o izquierdo, o incluso ambos, con un buen extremo suplente, tal vez con un portero que vaya mejor por alto. Pero es que la vida no es perfecta, y el fútbol tampoco. Es aconsejable ponderar las ventajas e inconvenientes de la operación y a menudo las compras van más encaminadas a satisfacer el capricho que a resolver un problema.
El Madrid lleva años fichando crecedero, como cuando le compras el chándal del colegio al niño en el primer curso de primaria. El Madrid ficha con miras a que el fichaje sea útil ahora, pero sobre todo que sea óptimo dentro de un tiempo, cuando más falta vaya a hacer. El Madrid contrata a Valverde, a Rodrygo y a Vinícius sabiendo que son futbolistas aprovechables desde ya en el filial o el primer equipo, pero previendo que tras un periodo de formación serán decisivos cuando los futbolistas que en ese momento estaban en la cúspide comenzasen a decaer.
El Madrid lleva años fichando crecedero, como cuando le compras el chándal del colegio al niño en el primer curso de primaria. El Madrid ficha con miras a que el fichaje sea útil ahora, pero sobre todo que sea óptimo dentro de un tiempo, cuando más falta vaya a hacer
También hay contrataciones que no funcionan, como en todos los clubes, pero resulta que pasan los años y esos fichajes crecederos maduran y comienzan a dar la talla. Y no solo a dar la talla, sino a marcar diferencias. Rodrygo grabó en el metal de la Champions parte de leyenda que reza Real Madrid, y Valverde, entre otras muchas cosas, se encargó de asistir en la final a Vinícius, probablemente el futbolista más desequilibrante del momento, para que el brasileño entrase en la historia. Por hablar solo de la segunda parte de la pasada temporada.
Este año han comenzado igual, no se atisba el fin del crecimiento de Vini, Rodrygo es excepcional juegue donde juegue y Valverde, qué demonios más vamos a decir de Valverde. Pero hay a quien siempre le hace más ilusión fichar a una estrella de fuera que disfrutar de una estrella que ya está en casa. Es algo parecido a lo que a muchos les sucede con las parejas propias y las de los demás.
Al Madrid se le presentaron problemas la campaña pasada y decidió utilizar los recursos que ya tenía en el club para solventarlos. A Ancelotti quisimos echarlo varias veces por incompetente, como poco. Y terminaron regalándonos la temporada de nuestras vidas.
Este año también han surgido problemas; se ha marchado Casemiro, se ha lesionado Benzema. Entre Camavinga, Ceballos y el fichaje de Tchouaméni, el quebranto de Case y el envejecimiento de Kroos y Modric se están solventando de manera sobresaliente. En dos partidos sin Karim, el Madrid ha metido 7 goles e incluso ha jugado bien Hazard uno de ellos.
Pero esta realidad no es suficiente para el aficionado, más preocupado en satisfacer sus ansias de novedad que en solucionar los problemas del equipo, porque a menudo fastidia comprobar que otro se ha encargado en solucionar un problema sobre el cual uno había cimentado su discurso. El orgullo se ve herido al quedarse sin argumentos y en el fondo se está deseando que las cosas vuelvan a ir mal (que irán) para decir: “yo ya lo dije”.
Florentino, necesito más zapatos, que casi no tengo.
Getty Images.
Unos zapatos del numero 9 no estaria mal por si hay que cambiar las tapas
Eso mismo digo yo, Florentino lo ha estado haciendo muy bien en cuanto a gestión de jugadores (aparte de la económica por supuesto) pero ese delantero estrella le ha fallado desde la marcha de Cristiano.
Mbappé, Haaland, lewandowsky... que broche de oro para ésta plantilla, y uno podría haberse fichado seguro pero el empecinamiento con Mbappé le nubló el buen juicio a tito Floren.
Y esto no es ser antiflorentinista, yo de hecho le pondría su nombre a la ciudad deportiva cuando acabe su etapa en el Madrid.
D. Florentino es DIOS hombres por Dios¿ que mas queréis coones? Un 9 un 9 ¿donde, quien? Que cosas