Siguiendo la estela marcada por Pablo Rivas, Hank nos ofrece un nuevo ejercicio futbolístico-cinematográfico en el que se establecen paralelismos entre películas y clubes.
Para el ejercicio cinematográfico de hoy, hemos decidido acudir a la temporada 2013-14. No la futbolística, no, sino la del séptimo arte. Y para ello, nos vamos a servir de tres películas que quizás hayan pasado desapercibidas para el gran público, pero que no por ello dejan de atesorar una inmensa calidad. Si en algo confluyen estas tres películas es en la forma en la que se valen del portentoso trabajo de sus respectivos protagonistas. Aparte de animarles a disfrutar de las respectivas comparativas, se las recomendamos encarecidamente.
Calvary (Calvario) - Atlético de Madrid
“La fe, para la mayoría, es el miedo a la muerte. Y si no es más que eso, es muy fácil perderla”
La premisa de esta maravillosamente dura película irlandesa no podría casar más con la historia de nuestro club vecino, pues no es otra que la crónica de una muerte anunciada. La primera escena de la película nos muestra al sacerdote de un pequeño pueblo irlandés confesando a uno de sus vecinos, que le advierte de que vaya poniendo sus asuntos en orden, pues en exactamente una semana lo va a asesinar. Desde ese momento, el destino del pobre sacerdote queda tan implacable e inminentemente decidido como si hubiera quedado atado a las vías de un tren desde las que va oyendo llegar al mismo desde el suelo sin poder moverse, vamos, como la eliminación de cada año del Atleti en Champions, con la diferencia de que, al contrario que el padre James, uno no sabe el momento exacto en el que dicha eliminación se va a producir, sólo que se va a producir.
A partir de ese momento, el padre James, magníficamente interpretado por el veterano Brendan Gleeson, actor que esta misma temporada por fin recibirá un merecido reconocimiento siendo nominado al Oscar (y posiblemente ganándolo) y al resto de premios, comienza a hacer lo que mejor se le da al Atlético de Madrid: sufrir. Sin importar el (encomiable) empeño que ponga por intentar ayudar a sus vecinos y acercarlos al buen camino, sus resultados acaban por resultar igual de infructuosos que los del mismo Cholo con los jugadores de su plantilla.
La película está llena de diálogos ácidos e ingeniosos que bien podrían haber sido escritos por el propio entrenador argentino, cuya labia y elocuencia es bien conocida; pero que de la misma manera que los esfuerzos del padre James, ya no consigue calar como antes ni en los jugadores ni en la afición atlética. Con un humor negro y cínico que se adueña de la película desde el primer minuto, el espectador va viendo como la trama parece que se dirige hacia un punto en concreto, pero acaba divergiendo en una mezcolanza de géneros entre los que destacan el drama, la comedia oscura y el thriller. Algo parecido a las diferentes etapas que se suelen atravesar anualmente en el Civitas Metropolitano, donde cada temporada se ven situaciones como la vivida en la primera jornada de Champions ante el Porto, en la que aquel eterno descuento acabó con la más absoluta de las euforias para la afición atlética; pero que desembocó en la vivida en la penúltima jornada ante el Bayern Leverkusen, con aquel penalti doblemente fallado en el último minuto. Una escena tan rocambolesca, con el portero deteniendo el lanzamiento del belga Carrasco primero, el larguero deteniendo el testarzao posterior y el propio Carrasco evitando con su pie el remate final, que no hubieran sido capaces de guionizar ni los hermanos Coen en el punto más álgido de sus carreras. De igual manera que al desolado padre James al final de la película, ni los aplausos en la lluvia le quedan ya a Simeone.
Nightcrawler – FC Barcelona
“Recordad: nunca os pediría algo que no fuera capaz de hacer yo mismo”
Bien podría ser esta una cláusula que incluyera Laporta (o antes Bartomeu) en los contratos de los jugadores del FC Barcelona, pero lo cierto es que esta frase pertenece a la película Nightcrawler, dirigida por Dan Gilroy y protagonizada por el mejor Jake Gyllenhaal que hemos visto jamás, en una actuación que provoca verdadero pavor ante la demostración de hasta dónde puede llegar una persona por progresar en su trabajo cuando renuncia a cualquier tipo de pudor o escrúpulo que pudiera habitar en su ser. Aunque ciertamente es una película que viene mucho más al pelo para ser comparada con el periodismo deportivo actual (dado que el personaje principal es un joven abriéndose paso en ese mundo), y más en estos momentos, en los que surgen casi a diario diversas polémicas de periodistas a raíz de los streamings del seleccionador español, tampoco resulta fácil obviar el parecido del personaje Lou Bloom con lo que viene haciendo la directiva de un club cuya lista de miserias no para de crecer año tras año.
Porque sí, Nightcrawler es un tenaz ejercicio, continuo y ascendente, de ruindad y mezquindad (in)humana en el que su protagonista se esfuerza (con éxito) en provocar en cada escena un poco más de repulsión que en la anterior. Su trabajo, periodismo de a pie centrado en la obtención de morbosas imágenes de accidentes o asesinatos, da pie a una creciente obsesión hasta el punto de no importarle realizar desde allanamientos de morada para grabar los cadáveres aún frescos de un crimen realizando pocos minutos antes, dando prioridad a su grabación en lugar de a ayudar al que pueda seguir con vida; hasta provocar él mismo crímenes para poder filmarlos a continuación e incluso dejar tirado a su compañero de trabajo para posteriormente conseguir una buena primicia de su “accidente”.
Un todo vale del que el equipo de la ciudad condal puede presumir de no quedarse para nada atrás. No en vano le hemos visto (y no hace falta remontarnos mucho tiempo atrás) dejar tirado a uno de los jugadores de su plantilla de baloncesto en un aeropuerto de Turquía EN PLENA PANDEMIA (disculpen las mayúsculas, pero es necesario recalcar este punto para hacernos a la idea de lo que dicha acción supuso realmente; de hecho el jugador tuvo que volver a casa en un vuelo de otro equipo de baloncesto), forzar a jugadores a bajarse el salario o diferirlo para, posteriormente, arrojarles a la prensa, como si de un boomerang se tratara, como forma de presión para obligarles a buscar una salida (sin darse cuenta de la imagen que estaban dando como club) o incluso denunciar por ilegalidad el contrato de un jugador que firmó (redobles de tambores) ¡con ellos mismos! Poco nos puede sorprender a estas alturas de la persona y el club que traicionaron a Florentino Pérez y el resto de clubes en aquellas elecciones de 2004 en las que cambiaron su voto y el de otros para perpetuar a Ángel María Villar en la presidencia de la RFEF y que les volverán a traicionar a poco que tengan la oportunidad. Podríamos fácilmente ahondar más en la putrefacción de este club, pero realmente no vemos la necesidad de ello a estas alturas, pues cualquiera puede recordar los episodios más oscuros que han revoloteado alrededor de este club y escoger el que prefiera. No les van a faltar, desde luego.
All is lost (Cuando todo está perdido)– Real Madrid
Aunque la temporada 2013-14 nos dejó extraordinarias películas de supervivencia como Gravity o Captain Phillips, ambas producciones de inestimable factura y calidad, se ha considerado preferible que nos centremos en una película mucho más pequeñita, menos conocida y de una cruda pero quizá más efectiva simpleza que las anteriores. Se trata de una película dirigida por J.C. Chandor (al que recordarán más por A most violent year o Margin call) y protagonizada por un excepcional Robert Redford, que no necesita valerse de una sola frase en todo el film para brindarnos el que, en opinión de quien les escribe, es el trabajo más puro y hermoso de toda su amplia y exitosa carrera. La película, como se ha comentado anteriormente, es realmente simple: un hombre, del que no se conoce ni su nombre (de hecho, en los créditos figura como “nuestro hombre”) se encuentra navegando en su barco en alta mar cuando un accidente provoca una ruptura en el mismo. A partir de ese momento, Robert Redford pasa a convertirse no ya en un hombre sino en nuestro club, reflejando en la película una rutinaria temporada del Real Madrid.
El motor de esta película se basa en una frase tan simple como la premisa de la misma: “sigue adelante”. Y eso es lo que hace nuestro hombre. Y eso es lo que hace el Real Madrid. ¿Se abre un boquete en la fachada del barco? Nuestro hombre coge una tablillas de madera y lo arregla. ¿Se estropean la radio y el sistema de navegación? Nuestro hombre saca los cables e intenta arreglarlos. ¿Se acerca una tormenta? Nuestro hombre pone dirección contraria para escapar de ella. ¿Su barco se hunde? Nuestro hombre saca una balsa y se mete en ella.
Nuestro hombre tendría todo el derecho del mundo a quejarse de su mala suerte. Tendría todo el derecho del mundo a protestar airadamente por todo lo injustamente que le está tratando la vida, el destino o los elementos, pero nuestro hombre sabe que eso no cambiará su situación ni le salvará de nada. Si consigue salvarse, sólo podrá hacerlo por sí mismo, por lo que él haga. Y por eso no se permite más que un "fuck" de desesperación durante toda la película, de la misma forma que a nuestro querido Buitre a veces se le escapa un tímido “cáspita”, un “caramba” o un “caray”. Lo que vemos en All is lost es lo mismo que vemos cada año en el Santiago Bernabéu: una lucha del hombre contra los elementos, una contienda injusta en la que el club blanco juega contra algo más que sus rivales. Pero mientras que la prensa se dedica a polemizar alrededor, nuestro club sigue adelante. Mientras nuestra propia afición comienza a generar debates sobre nuestros jugadores, decisiones del club o del entrenador, el Real Madrid sigue adelante. Por muy difícil que sea la situación, el partido o la eliminatoria, el Real Madrid, como Robert Redford, como nuestro hombre, como nuestro héroe, sigue adelante. Porque cuando todo está perdido, nuestro héroe no se rinde, sino que mira hacia adelante, hacia la supervivencia. Porque cuando todo está perdido, el Real Madrid gana.
Getty Images
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