Más que fútbol en Trondheim lo que vi yo fue a una pandilla de amigos de los ochenta arreglando en el garaje la Minicross. El Madrid encontrándose en minutos árticos, como va siendo más que costumbre leyenda, mientras al vídeo musical le pone cara la sonrisa de Zidane, que es como la de Paul Newman ganándole la partida de póker en el tren a Lonnegan.
Yo cada vez que veo la sonrisa de Zizú le imagino en rueda de prensa llamándoles de todo menos por su nombre a los periodistas amigos con una botella de ginebra aguada bajo la mesa. Que si Lineman, que si Loneman, que si Lonigen. Y el Madrid, entretanto, otra vez campeón y con dinero fresco para montar el golpe. Cientos de carteristas pasándoselo de miedo en ese falso local de apuestas.
Yo esperaba (y ustedes también) a Asensio en su baile de debutantes. Y menuda impresión dejó: todos esos polloperas (a mí me salieron hasta granos de pubertad) con flores grandes en el ojal suspirando por tan bella adolescente. Allá por el minuto veinte, ¡qué de películas nos esperan!, Marco armó el taco con la precisión del Gordo de Minnesota, y eso que es un chaval de Mallorca. Yo vi a Eddie Felson, natural de Sevilla, palidecer, y luego, por supuesto, seguir apostando descamisado, deshecho, bebido por ganar la partida después de que en el veinticinco las botas de plata de la nueva beldad madridista conjugaran la exactitud del pie de Kroos con el salvajismo infantil de la zurda de James.
Esos inicios del partido me recordaron a mi primer día de colegio con todos esos niños desconocidos observándose con cautela unos a otros. Todos amarrando con fuerza en el regazo sus cabases con las Chiquilín para el recreo. Justo en ese momento de nostalgia vino el comentarista a decir que el Sevilla estaba muy periférico y entonces yo lo imaginé moviéndose por ahí como al Torete en Seats puenteados.
Había un japonés por ahí, cosa de Monchi ("Dr. Monchi, supongo") que es un explorador deportivo que trae a Nervión de tierras lejanas futbolistas buenos y exóticos, pero sobre todo estaba Asensio frente al que todos sus compañeros parecían envejecidos. Isco, de natural jovencito malagueño, parecía el viejo Beef de Regreso al Futuro dándole golpes en la cabeza con el almanaque al joven Beef para que no lo perdiera.
Sólo Lucas Quinto y Carvajal competían con él en esplendor. Qué vestidos vaporosos, qué cutis, qué sencillez la de sus peinados. Yo les vi dentro de aquel cuento de Scott Fitzgerald en el que Berenice se corta el pelo. Un equipo de flappers en el que la defensa juega sacando el balón como recogepelotas del tenis. Una lástima lo del minigolf donde Franco Vázquez les coló la pelotita entre los edificios.
Poco a poco iban apareciendo los madridistas. Ramos estaba ligero, como sin lastre; y Varane se movía a lo ancho igual que una gacela Thompson. Por el contrario Marcelo era Pumba, pero por esa banda Lucas Quinto se deshacía de sus rivales como un bandido de Sherwood. Aparecía bajo un manto de hojarasca y luego desaparecía entre los árboles, mimetizándose con las líneas, mientras el sevillista miraba a las copas preguntándose si en verdad el bosque estaría encantado.
Uno que parece encantado es Morata, al que el Madrid entero parece pesarle en las botas. Y uno que encanta es Kovacic al que vi hacer (inventar) el pase del delfín: se le pudo ver saltar fuera del agua para darle un pase en profundo y en carrera a Lucas Quinto y luego sumergirse bajo la yerba. Más o menos por esa época es cuando comenzó el encuentro de futbolistas sin espíritu. Piernas y brazos y cabezas moviéndose sin transmisión. Marco, el mismísimo Madrid durante cincuenta minutos, sin resuello y para colmo el penalti como el mal tiempo que decía Hemingway.
Los árbitros borrándoles las esquinas a los edificios pero sólo hasta el minuto noventa y tres, el minuto de Ramos, quien como un fantasma en una mansión acudía a su cita para asustar a los inquilinos del marcador. Luego hubo una prórroga, claro, donde el temporal de los árbitros arreció con un nuevo gol del capitán anulado por capricho. Por mohín. Menuda es la UEFA, oigan, peor que esa Marjorie a la que al final Berenice le cortaba las coletas y decía: "Yo arrancar cuero cabelludo a esa cosa egoísta", y después aullaba y bajaba corriendo, como Carvajal para ganar la Supercopa, la calle iluminada por la luna.
jajaja échale un vistazo a The Stranger Things, te molará 😉
"Uno que parece encantado es Morata, al que el Madrid entero parece pesarle en las botas", la mejor definición.
Leer esta crónica de Mario es un muy buen augurio para esta nueva temporada. ¡Qué bien lo vamos a pasar leyéndote, amigo! Una gozada.
Su crónica es mejor que el propio partido!
Muy de acuerdo Diosa, que bien lo vamos a pasar!
HALA MADRID!