Buenos días, galernautas. Aprovecho que la mayoría del público tienen sus ojos puestos en el infame mundial inv(f)ernal para darle la luz a este texto que tiene como empresa defender a ultranza a nuestro excancerbero Francisco Buyo. No su figura histórica como tal, pues si ese fuera el caso, sería mi señor padre quien escribiría estas líneas, ya que su tocayo, con el que compartía posición en el campo, fue uno de sus ídolos futbolísticos. No, no. El motivo que me lleva a ponerme junto a Paco, escudo en mano, para protegerle de los proyectiles ya lanzados (y protegerme a mí mismo, no les voy a engañar: soy consciente de lo que supone lo que estoy a punto de hacer) no es otro que darle la razón en un tema que le valió no pocas burlas por parte, tanto de sus compañeros de plató, como de más de medio país a través de las redes sociales. Me refiero, por supuesto, al momento en el cual Buyo, en cierto medio televisivo que seguro que les suena, propuso como posible opción para ocupar el banquillo del Real Madrid al entrenador francés Arsène Wenger, leyenda viva del Arsenal, y acto seguido pronunció (o trató de pronunciar, para ser más exactos y no faltar a la verdad) una serie de vocablos absolutamente ininteligibles que pasaron a formar parte (en materia de meme) de la historia de la comunidad tuitera de nuestro querido y santo país.
Pues así es, queridos galernautas. Donde el resto del mundo encontró un inenarrable motivo de mofa, yo no hallé otra cosa que coherencia, y sólo logro explicar el nefasto y cómico resultado de aquella ocurrencia de Buyo a través de la falta de conocimiento y cultura futbolística de los colaboradores de dicho programa y el público que lo consume. Pues resulta que Arsène Wenger habría resultado una elección espléndida de haber sido posible (no lo era, nunca fue una opción) y aquí es donde comienza mi impopular alegato para con el entrenador francés y nuestro queridísimo exportero.
Arsène Wenger habría resultado una elección espléndida de haber sido posible (no lo era, nunca fue una opción) y aquí es donde comienza mi impopular alegato para con el entrenador francés y nuestro queridísimo exportero Buyo
Desde hace un tiempo, se ha tendido a etiquetar equivocadamente de entrenador perdedor a Arsène Wenger. Y es cierto que su Arsenal, desde el año 2006 hacia delante, fue minando sus prestaciones deportivas y alejándose de la excelencia que había plasmado en el lustro anterior, alcanzando su cenit en aquella temporada que les hizo acreedores del apelativo de “Invencibles” en la que lograron un hito histórico: ganar la Premier League sin perder un solo partido. Ese mismo equipo, ya algo mermado por la pérdida de alguno de los jugadores que habían logrado esa proeza, se quedó a un arbitraje justo de tocar el cielo y la gloria en la Champions, dónde perdió en la final contra el Barcelona por un gol en fuera de juego que inició la remontada blaugrana.
A partir de ese año precisamente, comienza el declive del equipo gunner, coincidiendo con la previa decisión del club de construir un nuevo estadio (el Emirates Stadium), abandonando de esa forma el mítico Highbury Park, que tanta gloria y éxitos había contemplado entre sus muros. En 2006 se produjo el traslado al nuevo estadio y comenzó el pago de la deuda del mismo. Esta circunstancia derivó en que el Arsenal no sólo no pudiera realizar fichajes de renombre, como venían haciendo sus competidores, sino que además le obligó a ir debilitando su plantilla de manera ineludible vendiendo, verano tras verano, a sus más preciadas estrellas. De esa forma, el Arsenal de los “Invencibles” fue viendo cómo, uno tras otro, iban saliendo de su club los Vieira, Henry, Pires, Ljungberg, Ashley Cole o Cesc Fábregas; en algunas ocasiones incluso a rivales directos. Quizá algunos valoren mejor ahora lo que supone que Florentino haya encontrado la manera de financiar la remodelación del nuevo Bernabéu sin la necesidad de sufrir esta decadencia económica y deportiva.
De esta forma, el equipo del norte de Londres se vio de repente sin estrellas y con una política de fichajes que era, de manera más modesta, similar a la de los jóvenes fichajes que realiza actualmente el Real Madrid. Wenger pasó de tener una de las mejores plantillas de Europa a tener una de las más jóvenes, con mucho talento, pero con poca experiencia y nivel competitivo. Cada verano, el Arsenal vendía a uno de esos proyectos a los que Wenger ya había convertido en una estrella y se veía obligado a continuar en la búsqueda del siguiente diamante en bruto que el técnico francés pudiera pulir para sacarle primero rendimiento deportivo y posteriormente económico. Cesc Fábregas o Robin van Persie pueden dar buena cuenta de ello.
El declive del Arsenal comienza coincidiendo con la decisión del club de construir un nuevo estadio. Quizá algunos valoren mejor ahora lo que supone que Florentino haya encontrado la manera de financiar la remodelación del nuevo Bernabéu sin sufrir esta decadencia económica y deportiva
Y mientras tanto, ¿qué ocurría en el campo? Pues que el Arsenal había convertido la cuarta plaza de la liga en su particular jardín de los secretos. Año tras año, el equipo cañonero acababa acudiendo puntual y religiosamente a ocupar ese cuarto puesto que le daba acceso a la Champions League a través de un juego dinámico, vistoso y de calidad al que sólo le fallaba la regularidad. El método Wenger funcionaba, pues su equipo era capaz de encontrar elevados picos de forma en los que, pese a contar con jugadores muy jóvenes, parecía uno de los mejores conjuntos de Europa; capaz de darle un baño de fútbol a todo un Bayern de Munich en Champions o de plantar cara al Barcelona de Messi y caer derrotado sólo porque el colegiado consideró apropiado sacarle una tarjeta roja a van Persie, que el holandés y el resto del mundo aún están tratando de entender y asimilar.
Tras los picos de forma, venían los llanos. Aunque Arsène siempre se preció de tener buen ojo para el talento y para dotar a sus muchachos de los automatismos necesarios para practicar un muy buen fútbol, la regularidad nunca acompañó al equipo. Principalmente, porque el equipo siempre se le acababa cayendo físicamente o porque las lesiones asolaban su plantilla. En las altas esferas del club se llegó a comentar con resignación que, si hubieran construido un hospital en lugar del nuevo estadio, habrían tardado mucho menos en recuperar la inversión. Jugadores talentosos como Jack Wilshere, Aaron Ramsey, Eduardo o Diaby, entre otros, sufrieron auténticos calvarios en forma de lesiones (algunas de ellas muy graves) que cortaron tanto su fulgurante progresión como la que llevaba su equipo y que, en algunos de los casos anteriores, han acabado forzando tristemente una retirada prematura del jugador.
A pesar de estos infortunios, de no poder competir en el mercado en igualdad de condiciones que sus rivales directos y de tener que formar a sus nuevas perlas al mismo tiempo que tenía que competir ante equipos hechos, Wenger no dejó de mantener en su Arsenal un alto nivel de juego y de resultados. Como se ha dicho anteriormente, siempre acabó en puestos de Champions League (salvo en su último año) e incluso llegó a ser subcampeón de la Premier en alguna ocasión; pero además encontró en las Copas (FA Cup y Copa de la Liga) la manera de seguir poblando las vitrinas del norte de Londres (sabedor de que en el torneo de la regularidad partía en harta desventaja) ganando tres de ellas en esta época de receso económico gunner.
Aunque Arsène siempre se preció de tener buen ojo para el talento y para dotar a sus muchachos de los automatismos necesarios para practicar un muy buen fútbol, la regularidad nunca acompañó al equipo. Principalmente, porque el equipo siempre se le acababa cayendo físicamente o porque las lesiones asolaban su plantilla
Una vez finalizada la deuda del Emirates Stadium, fue dejándose entrever el otro gran debe de Wenger, esta vez no como entrenador, sino más bien como manager o director deportivo del club. Después de una década realizando fichajes de bajo coste en los que miraba más por las arcas del club que por el rendimiento deportivo, al técnico francés le costaba sacar la chequera y pagar las cifras que se pedían en un mercado que de repente se había vuelto loco tras el aterrizaje de los jeques en las tierras del viejo continente. El bueno de Arsène, aquejado por los vicios de toda una década, fue incapaz de adaptarse a ese nuevo mercado en el que se pagaban cifras desorbitadas por jugadores que aún no habían demostrado estar a la altura del precio que indicaba su etiqueta. Mientras tanto, la paciencia de la afición iba en aumento ante la incomprensión que le producía contemplar cómo, mientras el resto de clubes de su liga gastaba despreocupadamente en fichajes de relumbrón, el equipo capitalino de Inglaterra, con unos ingresos a la altura de los grandes, mostraba ese temeroso reparo a desembolsar lo que hiciera falta para ponerse por fin al mismo nivel tras una exasperante larga espera.
Una vez explicado todo este contexto, sólo resta imaginar nuestro propio “What if…?”, al más puro estilo Marvel, adaptado a la realidad que encaraba el Real Madrid en ese momento en el que Zidane acababa de abandonar el banquillo madridista por primera vez si Florentino hubiera decidido cumplir ese viejo anhelo suyo y contratar al entrenador natural de Estrasburgo. La razón por la que considero que Wenger hubiera sido una gran elección es porque en el club de Concha Espina habría tenido una plantilla que le hubiera venido como anillo al dedo y una estructura e idiosincrasia de club que hubieran ocultado sus principales problemas.
En el apartado físico, Antonio Pintus se ha convertido en un trabajador indispensable dentro del organigrama del Real Madrid, por lo que es de suponer que hubiera permanecido en el club ante una hipotética llegada del técnico francés como lo hizo tras la llegada de Lopetegui y como lo sigue siendo a día de hoy. Los resultados del método Pintus saltan a la vista del que los mire y es lógico pensar que la plaga de lesiones que acompañaban a Arsène se hubieran quedado en Londres y hubieran dejado de ser un quebradero de cabeza para el entrenador.
La razón por la que considero que Wenger hubiera sido una gran elección es porque en el club de Concha Espina habría tenido una plantilla que le hubiera venido como anillo al dedo y una estructura e idiosincrasia de club que hubieran ocultado sus principales problemas
A nivel de plantilla, Wenger se habría encontrado con un grupo de jugadores veteranos de gran calidad y jerarquía a los que poco le habría costado hacerles desplegar el buen fútbol posicional y de toque que ya venían realizando con Zizou; así como con la especialidad del técnico francés: un segundo grupo de jóvenes talentos a los que Arsène quizá habría podido sacar rendimiento y desarrollo con mayor celeridad de lo que hemos visto en estos años, como son los casos de los Vinicius, Rodrygo y Valverde. Viendo el fútbol que fue capaz de sacarle de sus botas a perlas menos talentosas como Ramsey, Hleb o Nasri, hubiera sido tremendamente interesante ver la progresión y el crecimiento futbolístico que podrían haber desarrollado estos tres diamantes (y a en manos del ex entrenador del Arsenal.
Por último, el otro gran problema de Wenger que no habría tenido cabida en el Bernabéu es el de los fichajes, pues la dirección deportiva blanca y su actual política de fichajes funcionan de una manera bastante independiente, sin importar demasiado el entrenador que se siente en el banquillo. Arsène no habría tenido otra función en materia de fichajes que darles el visto bueno cuando la dirección del club se los presentara y hacerles jugar bonito en el verde posteriormente.
No hay razón para no pensar que el fútbol vistoso y dinámico de los equipos de Wenger hubiera casado de maravilla en el Bernabéu y se hubiera asemejado bastante a lo que vislumbramos durante la primera mitad del segundo año de Carletto como entrenador del Real Madrid. Las transiciones y combinaciones vertiginosas de las que han podido disfrutar los aficionados gunners durante años, protagonizadas por jugadores como Özil, Wilshere, Ramsey o Alexis (seguro que varios tienen en mente el gol de Wilshere tras varias triangulaciones a un toque ante el Norwich), en el Bernabéu habrían experimentado un upgrade considerable al tener como ejecutores a nuestros Marcelo, Modric, Kroos, Benzema, Valverde, Vini o Rodrygo.
Concedo la posibilidad de que sobre el papel todo esto suene maravilloso, pero que la realidad, dura y tosca como ella sola, pudiera haber sido bien distinta si se hubiese producido la llegada de Wenger al Real Madrid. Sin embargo, y mientras mis compañeros de La Galerna se apremian para venir a quitarme las manos del teclado y ponerme la camisa de fuerza, nada me quita la idea de la cabeza de que ahora mismo podríamos estar en la buena situación en la que se encuentra el equipo madrileño, pero con unos cuantos títulos más por el camino y algunos de nuestras jóvenes estrellas mejor desarrollados incluso de lo que ya están a día de hoy. Pero claro, ustedes decidieron reírse de Paco Buyo…
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