Yo recuerdo, de pequeño, a un conocido que cantaba todo el rato. Era aficionado del Atleti y estaba orgulloso de flirtear con el Frente en los tiempos en que esa clase de roces le otorgaba a uno prestigio. Cosas de niños de los ochenta. El gozo de tener amigos peligrosos le ensanchaba sus estrechas espaldas, y entonces mi conocido cantaba esas cancioncillas tan típicas y encantadoras en cualquier situación. Uno estaba sentado en un banco tomándose un flash (de cola), y de repente se sobresaltaba escuchando, por ejemplo: “¡Cholo, Cholo, eoeoeoe!”, o algo parecido. Yo al principio miraba a aquel “indio” (eso decía que era) extrañado, y después algo enfurecido tras soportar varios bises, pero al final todo el mundo acababa acostumbrándose, y así también él podía disfrutar.
Las aficiones españolas deben de ser tan variadas como la propia diversidad patria, y el conjunto de todas ellas debería dar como resultado la afición al equipo español. Una afición que pita al pobre Piqué (La Galerna lo ha puesto a salar esta semana) y lleva al pobre Casillas (éste ya se encuentra en proceso de secado) sobre el escudo como a Abraracurcix, es un perfecto crisol de afición que explota igual que Krypton una vez se vuelven todos a sus respectivos equipos: se va el rojo y aparecen los otros colores y, sobre todo, las otras actitudes, que no dejan de sorprenderme como la del penitente atlético de mi infancia.
El otro día dormitaba con el sonido de fondo de un telediario y el presentador me agredió (yo creo que esto podría considerarse agresión) con la siguiente frase: “deposito humano de veneno futbolístico”. Este prodigio lo decía en referencia a un jugador joven del Valencia y a propósito del compromiso pre Champions del equipo (ya se sabe que el Valencia juega la Champions y el Madrid la Copa de Europa), acompañada de unas contundentes imágenes de sus aficionados invadiendo Mónaco (creo que era Mónaco), al mismo tiempo que entonaban una serie de cánticos tribales, por supuesto obscuros, pero fácilmente reconocibles en todas las demás aficiones por su ritmo y compás característicos, y por su inefable coreografía de mano arriba y mano abajo.
Las diferentes aficiones españolas, incluso en sus modelos suaves, adquieren en la apoteosis un inevitable carácter de rebaño por sus formas y alegatos, similares a mugidos y, casi se diría, también, por el polvo que levantan. Pero, ¿todas las aficiones? ¡No! Porque una aldea resiste todavía y siempre al invasor. La afición madridista, como casi todo lo que indica madridismo, es otra cosa. En realidad, el Madrid carece de una afición entendida como tal. Un madridista puede que acuda a su campo pero no es un aficionado. Es nada más y nada menos que un madridista más allá de su condición. Una imagen que guardan caprichosamente mis recuerdos es la de un hermano de Alfonso Ussía llevando de la mano a sus hijos, todos serios e impecables, acercándose al Bernabéu como si fueran a la ópera.
El Madrid cuenta con millones de simpatizantes silenciosos, miles de piperos y miles de amantes de la música clásica, como los Ussía. A veces, en los partidos de trámite, sólo se oye en el Bernabéu el crujir de las cáscaras; y hasta lo de los pitos es otro pitar. El pitido del pipero (tan denostado intramuros, como debe ser), que es el pitador madridista, parece, la mayoría de las ocasiones, emitido con flautines, y cuando se suceden los aplausos lo que parece es que se ha bajado el telón. En los días buenos hay en Chamartín una obra distinta cada diez minutos, una maratón de arias que la platea agradece como no lo hace ningún público del mundo, porque el Madrid es especial hasta en su concurrencia, pero no tiene aficionados. Lo más cerca que estuvo de tenerlos fue cuando llegó la cuadrilla de Illarra, quien vino, ahora lo sé, para que con ella pudiéramos crear, otra vez será, nuestra propia afición.
Tienes razón, hasta los piperos son aflautados. Como siempre un placer leerle.
Saludos
Muchas gracias, amigo.
Buenas tardes he leído con notable agrado y placer su comentario de hoy ( EL MADRID NO TIENE AFICIÓN), que casi coincide milimétricamente con mi forma de pensar y ver las cosas respecto a la afición( es un decir ) blanca, a veces es bueno dejarse de poesías y trazos pictóricos y coger el arco tensarlo , sacar una flecha del carcaj, y hacer una diana antológica, como ocurre en su artículo.
Por favor no deje de pintar en sus crónicas, pero coja el arco más a menudo que, también, lo hace de maravilla.
Saludos blancos y comuneros
Me alegra coincidir con usted, amigo C., y muchas gracias por sus elogios, ya sabe que me guardo con gusto sus recomendaciones. Un saludo.
Totalmente de acuerdo. Yo jamás he entendido la gente que va al Bernabeu y empieza a silbar a nuestros jugadores. Supongo que al ser madridistas y vivir en Catalunya hace que lo entienda menos. ¿Cómo puden ir al campo a pitar a nuestros jugadores teniendo la suerte de poderlos ver en directo cada 15 días?. Y eso de que el público tiene razón porque paga....por favor, a nadie se le obliga a ser madridista. Hay colas para ser socio... si no te gusta nuestro equipo y solo quieren ir a pitar a nuestros jugadores, que se queden en casa.
Muchas gracias, amigo.
Le perdono que no haga la crónica ya que ha hecho un magnífico y arriesgado artículo. Muy de acuerdo con todo lo que ha dicho. Un saludo.
Siempre gracias. Marco.