La dramática lesión de Dani Carvajal, por sus consecuencias y la relevancia deportiva y moral del personaje, dejó una mota positiva: corroboramos, una vez más, que detrás de la luz de los títulos prima el brillo de los valores. El Madrid nunca abandona a los suyos, y la renovación ipso facto del corazón blanco es la última prueba de este principio que el club debe salvaguardar si quiere mantener su superioridad sobre el resto.
Si acudimos a la Historia, el gesto de confianza ante las dificultades de un jugador no es nuevo. Sucedió, por ejemplo, en 1987, cuando Valdano no pudo ocultar más su dolencia, una hepatitis cronificada, y Mendoza no dudó en ofrecer la seguridad que le uniría para siempre al equipo de Chamartín.
Si acudimos a la Historia, el gesto de confianza del Madrid ante las dificultades de un jugador no es nuevo, ya lo tuvo con Valdano
El delantero argentino llegó a España para ingresar en las filas de Alavés después de haber destacado en Newell’s Old Boys, con el que había debutado a los 18 años. Aguerrido, depredador de área y potente por alto, Valdano permaneció cuatro temporadas en Vitoria —desde donde se escapaba para ver a Juanito destacar en Burgos—, en las que disputó 107 partidos y anotó 21 goles. De allí dio el salto a Zaragoza, lugar donde se afianzó en España al firmar 47 goles durante los cinco años que permaneció en la ciudad maña.
Al Madrid aterrizó en los inicios de La Quinta, en 1984, lo que no fue un obstáculo para terminar imponiéndose en sus dos primeras temporadas de blanco con unos números más que notables. Y eso que, ya desde su etapa zaragocista, al argentino le perseguía una dolencia, la hepatitis, que ahora se había agudizado.
Muy pocos en el club sabían que Valdano terminaba más agotado de lo normal de los partidos, y que tenía que pincharse después con unas inyecciones que tenían unos efectos secundarios devastadores: temblores, fiebre, náuseas…
Pero todo cambió para siempre el 4 de marzo de 1987, día en el que el Real Madrid visitaba Belgrado para enfrentarse contra el Estrella Roja en la ida de los cuartos de la Copa de Europa. El resultado, derrota por 4-2, fue lo de menos —además, en la vuelta se remontó la eliminatoria—. Tras el partido, y considerando las cuatro horas que tardaban las malas sensaciones en aparecer tras la inyección, Valdano decidió ponérsela en el mismo vestuario del Pequeño Maracaná. Pero entonces sucedió un imprevisto, el vuelo de regreso a Madrid sufrió un retraso y el jugador, en el avión, comenzó a descomponerse. Mendoza, que iba justo delante, se percató y escuchó la verdad, ante la que no dudó: “Hasta que no te cures no volverás a jugar, estás poniendo en peligro tu vida”. A Valdano se le vino el mundo encima hasta que al día siguiente el gesto del mandatario blanco lo unió sentimentalmente para siempre con el club: le anunció que estaba renovado.
Valdano trató de volver, llegó el verano y se entrenó con el objetivo de competir, pero a sus 31 años y con las secuelas de la enfermedad comprendió que era imposible. El Madrid había perdido un jugador, pero había ganado un hincha.
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