El Madrid gana el Clásico al Levante 

Tanto el Barça como su entorno se han mostrado felices al término de su eliminación supercopera contra el Real Madrid porque su equipo ha competido. Es una aproximación al Clásico propia de quienes no juegan nunca Clásicos: Osasuna, Levante, Celta. Un Clásico en el que uno de los contendientes se queda satisfecho porque no le han metido la del pulpo ni es un Clásico ni es nada. Menos aún lo es cuando su rival (y ya van cinco consecutivos con esta) se contenta con ganar sin ánimo alguno de hacer sangre, tal cual sería contra equipos que no tuvieran una historia cuerpo a cuerpo de batallas legendarias, cruentas y equilibradas contra ellos: Osasuna, Levante, Celta no la tienen contra el Madrid. La sensación es que el Madrid, que ha aplacado el impacto de la era Messi a cuenta de ampliar su ventaja europea contra el Barcelona en medio de la propia era Messi, no ha tomado nota en cambio de las afrentas recibidas contra los culés en los choques directos. La afición sí tomó nota, y aquí hay un desequilibrio que probablemente ya nunca se arregle. Es una deuda que permanecerá sin saldar. El Madrid ha brindado y brindará muchísima alegría a su afición. La de resarcirle de heridas pasadas en Clásicos atroces, infligiendo al rival heridas más lacerantes aún, no entra sin embargo en la agenda de alegrías que proporcionar. A la vista está y ha llegado la hora de asumirlo. La posibilidad de la venganza es una cosa que prescribe.

El Madrid ha brindado y brindará muchísima alegría a su afición. La de resarcirle de heridas pasadas en Clásicos atroces, infligiendo al rival heridas más lacerantes aún, no entra sin embargo en la agenda de alegrías que proporcionar

El Madrid se impuso al Levante —o al Barcelona, ya no hay enemigo pequeño— jugando un partido del que los madridistas optimistas afirmarán que se jugó a lo que quiso Ancelotti, como por lo demás el propio Ancelotti sostiene; los madridistas más lacónicos aseverarán en cambio que al Barça se le permitió encaramarse a las barbas blancas cuando no tenía argumentos futbolísticos para hacerlo. El Barça está tan mal que parece abonar la primera hipótesis: si no fue el Madrid quien se echó atrás, sino que verdaderamente fue el Barça quien lo empujó a ratos hacia su área, entonces casi cualquier equipo puede atrincherar al Madrid. La voluntariedad en la adopción del famoso bloque bajo es la hipótesis más generosa porque, como fuese el despliegue futbolístico de los de Xavi lo que parapetó al Madrid atrás, apaga y vámonos.

Al final, sobre el Madrid te quedas pensando que es un extraordinario equipo con el umbral de la ira demasiado alto; sobre el Barça, que se ha convertido en un receptor nato de elogios compasivos. No, hombre, tampoco están tan mal, les ha salido un pedri en el bancal. A mí Pedri, el que da nombre a la quinta, me parece bien, así, sin más. Le brota en la cantera al Valladolid y sale en la prensa local con alta probabilidad, lo único es que no hablamos del Pucela. Ansu Fati me parece un delantero soberbio y Gavi un leñero técnicamente aseado que se iría a la ducha antes de tiempo en el ochenta por ciento de los partidos si no vistiera la camiseta del inefable.

Sobre el Madrid te quedas pensando que es un extraordinario equipo con el umbral de la ira demasiado alto; sobre el Barça, que se ha convertido en un receptor nato de elogios compasivos

Munuera por cierto, y como bien comenta Cosín, volvió a demostrar que es en lo disciplinario donde un árbitro inteligente debe centrarse para manipular un partido, e influir en su rumbo a su antojo sin que casi nadie proteste. No fue solo que no sacara amarilla a Gavi en la doble ocasión en que lo pidió a gritos (debió ser expulsado ya antes del descanso), sino que omitió del menú del choque lo de amonestar a uno de los contendientes, curiosamente el vestido de azul y grana, que es el que rascó. Por eso digo que seguramente era el Levante.

Por lo demás, la capacidad de Militao para sobreponerse a sus propios errores es muy meritoria, pero podríamos vivir sin tanta entereza a cambio de menos errores groseros. Asimilada con resignación la imposibilidad de que el Madrid golee al Barça, la única intriga para el futuro es el brasileño, y es una intriga bien desestabilizadora. No agrada volver a incluir en el capítulo de las incertidumbres a quien ya habías descontado en el de los héroes. Valverde marcó un gol pero debió ser sustituido por la imbécil tarjeta amarilla que provocó a continuación, y Rodrygo sirvió como revulsivo pero falló un gol. En lo positivo, la clase incomparable de Karim, el tanto fulgurante de Vini y lo de Modric, cuya película ochentera, con música de Limahl, se llama La Lección Interminable.

El Madrid jugará el domingo la Final de la Supercopa de España. Se esperaba. Lo que sorprende es que al final, en contra de lo inicialmente estipulado, no haya necesitado ganar un Clásico para hacerlo.

Fotografías Imago.