Semana Santa, para muchos ciudadanos españoles, equivale a vacaciones, ocio, playa, montaña... en definitiva, días de asueto y felicidad.
Para un madridista andaluz, en este caso de la ciudad de Vélez-Málaga (tierra de nuestro Fernando Hierro), son días de tronos o pasos procesionales, que en casos sonados se entremezclan con grandes e históricos partidos del Real Madrid.
El Miércoles Santo de 1976 no era un día más en la vida de un niño (mi caso) de 14 años. Como cada año, salía de penitente (o nazareno) con mi entonces Cofradía del Huerto. Esa misma tarde se jugaba el partido de vuelta de las semifinales de la Copa de Europa ante el vigente campeón, el temible Bayern Múnich. Estaba en juego volver a una final que no pisaban los blancos desde 1966.
En la ida, quince días antes, empate a uno y sonrojo por la agresión al árbitro austriaco Linnemayer por parte del "Loco del Bernabéu", que a la postre le costaría cara al club presidido por el mítico don Santiago Bernabéu.
Sale la procesión, comienza el partido y, transitando por la estrechísima calle San Francisco, paso por un conocido bar, miro para la tele (blanco y negro aún) en el momento preciso en el que Vicente Del Bosque estrella un cabezazo en el larguero de la portería de Sepp Maier. Maldije la mala suerte, aunque con el trono del Señor tan cerca, mantuve las esperanzas.
Pasada hora y media, y sin tener ni idea de lo que había ocurrido, llegan mis dos hermanas, enviadas por mi padre. La conversación fue más o menos así: "Niño, que dice papá que el Madrid ha jugado muy bien, pero que ha perdido 2-0. No te preocupes mucho, que además al Barça lo ha eliminado el Liverpool". Menuda penitencia llevé el resto del recorrido procesional. Por cierto, a Amancio lo expulsaron, en su último partido europeo con el club.
Otro Miércoles Santo, el de 1984, recuerdo otra eliminación, en este caso copera, del Real Madrid en San Mamés. Victoria 0-1 que igualaba idéntico resultado en Chamartín, y en la tanda de penaltis, fuera de la final el equipo entrenado por don Alfredo Di Stéfano.
El Domingo de Ramos de 1986 fue triunfal y apoteósico, como la procesión de la "Pollinica". El equipo del "Mangas" Luis Molowny venció 2-1 al Real Valladolid en el Santiago Bernabéu y se proclamó campeón a falta de cuatro jornadas para el final. Adiós a cinco años de sequía liguera, con cuatro triunfos vascos y uno culé. Aún recuerdo la vuelta de honor del equipo con Ramón Mendoza como un jugador más y un helicóptero fletado por José María García posándose en el centro del terreno de juego con los retirados Pirri y Benito bajando del mismo.
El Miércoles Santo de 1992, días después del trágico accidente de Juanito Gómez, el Madrid de Leo Beenhakker caía en el Comunale de Turín por 2-0, quedando eliminado, en mi última Semana Santa sin trabajar en la televisión local Velevisa. A partir de entonces, siempre he vivido esta semana trabajando a tope, retransmitiendo los desfiles procesionales de mi Vélez del alma.
Menuda alegría me llevé el Jueves Santo de 1995, cuando el Hermano Mayor de la Cofradía de La Piedad me sorprendió (sin preguntarle) con la noticia de que el equipo de basket se acababa de proclamar campeón de Europa en Zaragoza, ante Olympiakos. Confieso que cuando llegué a casa, a las 5 de la mañana, me puse a ver en vídeo el partido. Qué subidón.
Pasan cinco años...y otro Miércoles Santo, el de 2000, absolutamente glorioso. Llegué al trabajo tras ver el recital de Casillas, Redondo y Raúl en el "Teatro de los Sueños" de Old Trafford. El camino de la Octava estaba expedito.
En 2004, con los cadáveres del atentado del 11M aún en nuestras mentes y nuestros corazones, el Martes Santo no pudo ser más triste y sorprendente, con lo encauzada que parecía la eliminatoria ante el Mónaco con el 4-2 en el Bernabéu. Me dejé a nuestro equipo (el de los Galácticos) ganando en el descanso 0-1 y tan tranquilo y confiado, que el 3-1 final me dejó helado y disgustado.
Los últimos recuerdos nos retrotraen a grandes alegrías, siempre en Miércoles Santo.
En 2011, final de Copa Barça-Madrid, o lo que era lo mismo, Mou-Guardiola. No vi absolutamente nada del partido pero escuché el grito de un vecino (ya estaba en casa), puse la tele para ver quién había marcado, vi que había sido Cristiano Ronaldo y aguanté con la tele apagada hasta que pitó el final Undiano Mallenco. Me vi entera la celebración en Cibeles y nunca olvidaré la destrucción de la Copa del Rey a manos de Sergio Ramos, que vio venir el comentarista de Telemadrid. Qué noche la de aquel día.
Tres años más tarde, se repetía la historia, misma final, idéntico escenario y aquel gol "imposible" del Expreso de Gales, don Gareth Bale, al que todavía anda persiguiendo el bueno de Marc Bartra.
El penúltimo recuerdo semanasantero y madridista nos lleva al Miércoles Santo de 2017, con una sensacional remontada en el Allianz Arena, con penalti (injusto) enviado a las nubes por Arturo Vidal y dos goles del inigualable Cristiano Ronaldo.
Y el último aún permanece en la retina. Martes Santo de 2022. El Chelsea, sin nada que perder tras el 1-3 de Stamford Bridge, le pega un repaso al equipo de Ancelotti durante 80 minutos, con tres goles más otro anulado por el VAR, pero el Madrid en Europa nunca se rinde y es casi imbatible. Un pase con el exterior de Luka Modric con el consiguiente golazo de Rodrygo "Goles" y un cabezazo de Karim Benzema tras asistencia de Vinicius ya en la prórroga, y el pase a semifinales era un hecho, para sorpresa de madridistas y disgusto de los antis, que no comprendían nada.
Y así, con todos estos recuerdos, buenos y malos, asistiréis el próximo Miércoles (Santo) a ese Barcelona-Real Madrid que yo seguiré con el rabillo del ojo puesto en el móvil.
Que sea lo que Dios quiera, nunca mejor dicho.
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