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El Madrid, el señor Lobo y la Champions

El Madrid, el señor Lobo y la Champions

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Quién no ha circulado por Los Ángeles de copiloto en un coche con Samuel L. Jackson al volante y un tipo llamado Marvin en el asiento trasero, todos sin cinturón de seguridad. Quién no ha ido charlando de lo divino y de lo humano con ese conductor, en un momento dado se ha girado hacia la parte posterior y se le ha disparado la pistola provocando un terrible desaguisado. Ya habrán adivinado que escribo irónicamente, no les veo capaces a ninguno de ustedes de verse involucrados en una circunstancia tan peligrosa como montar en un coche sin abrocharse el cinturón de seguridad.  Todos —deseo— dirán que no han vivido nada ni remotamente similar, pero situaciones parecidas se suceden en las películas de Quentin Tarantino por improbables —afortunadamente— que sean en la vida real.

John Travolta en Pulp Fiction

Igual de improbable en la vida real, en este caso para bien, es la obra y milagros del Real Madrid en la Champions. En los últimos diez años ha llegado a seis finales de Copa de Europa y ha ganado 5, todas las posibles porque la sexta aún no se ha disputado. Es difícil encontrar un caso similar en otro deporte de un club de tal envergadura. Principalmente porque no existe ninguna entidad con la relevancia y magnitud del Madrid.

Este hecho, entre otras cosas, acarrea dos consecuencias: la primera es un inmenso placer y disfrute de los madridistas, y la segunda es una peligrosa habituación.

El acostumbramiento es una ventaja evolutiva de los seres humanos gracias a la cual podemos adaptarnos a diferentes situaciones y hábitats, en ocasiones extremadamente difíciles, para poder seguir vivos y reproducirnos. Sin embargo, del mismo modo que uno se acostumbra a lo malo, también se acostumbra a lo bueno.

Ganar tanto acarrea dos consecuencias: la primera es un inmenso placer y disfrute de los madridistas, y la segunda es una peligrosa habituación

Después del desempeño que ofrezca el Madrid en Wembley y del juego que despliegue el Borussia, lo anterior es el principal miedo que sufrimos los aficionados, tememos que nos hayamos acostumbrado a ganar y no se compita con la tensión que requiere una final de Champions, sea contra quien sea. Llegados a este punto, conviene no olvidar que el Dortmund no tiene nada de equipo de medio pelo, tal y como quiere hacernos creer el antimadridismo.

Es una inquietud inevitable, por mucho que sepamos que en el club no hay nadie confiado, que el presidente se ha encargado de repetir por enésima vez a los jugadores la importancia de una Champions, que Ancelotti y su equipo han preparado hasta el último detalle y han alertado de todos los peligros de los alemanes, que los futbolistas solo piensan en una cosa: ganar.

Pero el pavor está ahí, porque a menor escala nos ha pasado a todos, por más que nos hubiéramos prometido que no nos sucedería.

Quién no ha circulado por Los Ángeles de copiloto en un coche con Samuel L. Jackson al volante después del suceso ocurrido con Marvin, ha necesitado una solución y ha terminado en casa del propio Tarantino. Después, este ha telefoneado al señor Lobo, que se encontraba a 30 minutos de allí, ha dicho que llegaría en 10 y se ha presentado en 9 y 37 segundos. Quién no ha seguido las instrucciones del señor Lobo y tras resolver el descalzaperros del vehículo no ha sentido la tranquilidad y la relajación del trabajo bien hecho.

Coche del señor Lobo

El Madrid se ha enfrentado a retos igual de complicados que John Travolta y Samuel L. Jackson en esa historia de Pulp Fiction, salvando las distancias, no se alarmen, la trama del coche es una obra de ficción, como su propio título indica. Además de la fase de grupos, los blancos han superado tres escollos complejísimos.

El Leipzig, equipo alemán bastante inferior —según los expertos—, no anduvo lejos de condenar a los merengues a seguir el resto de la Champions por televisión, experiencia que debería servir para esta final. Después, se superaron dos cimas muy arriscadas cuando parecía imposible, una vez más, llegar a la cumbre.

Todos tememos que la suma de las cinco recientes Champions, las eliminatorias milagrosas superadas en esta y un rival que, aunque muy peligroso, no es un City o un Bayern pueda inducir al equipo la tranquilidad y la relajación del trabajo previo bien hecho.

Ahí entra en juego otra vez el señor Lobo para asomarse al coche, felicitarnos por nuestra labor y advertirnos, con sus palabras, de que no caigamos en la autocomplacencia. La primera fase está lista, ahora queda la segunda.

Resta conducir el coche hasta el desguace de Joe para deshacerse de él, terminar de resolver el problema y entonces sí celebrarlo.

A los de Ancelotti les ocurre algo similar, primera fase: llegar a la final, lista. Muy bien, pero no deben caer en la autocomplacencia todavía. Ahora queda la segunda fase: ganarla. El Madrid ha llegado a la cumbre, pero allí arriba ha de vencer y tiene que descender indemne con la 15 en las manos para que, previo paso por Cibeles, sea colocada por Florentino en el museo. Clanc.

No empecemos a... todavía.

 

Getty Images.

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🎂Cumple 33 años el hombre que le enseñó a Bellingham lo que significaba «chilena», el hombre tranquilo que no flaqueará jamás ante un penalti decisivo, el gran @Lucasvazquez91

¡Felicidades!

Lamine Yamal es muy joven.

Enormemente joven.

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En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

La explicación completa, aquí

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Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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