En el documental que grabó Toni Kroos hace unos años y que emitió Amazon Prime sobre su vida, hazañas y milagros, dijo una cosa muy interesante el gran ausente del Madrid actual, Casemiro. Como ahora hay tantas plataformas de contenido audiovisual, la demanda de éstos se ha multiplicado exponencialmente, lo que ha deparado la emergencia de un subgénero de docuseries basadas en las vidas de los futbolistas. Casi todas estas docuseries son pastiches encargados por los propios futbolistas para ensalzarse a sí mismos, lo que en prensa se conoce por publirreportaje (el Hola lo lleva haciendo toda la vida) por lo que carecen de interés. Vivimos en la era de la conexión permanente, 24/7, así que la ansiedad por “contenidos” es demencial, de psiquiátrico, de ahí el auge desproporcionado de infotaintment deportiva que en su mayor parte es pura basura. Pero en aquello de Kroos, Casemiro dijo algo elemental para profundizar en el conocimiento del juego del Madrid en estos últimos años: que Kroos era el metrónomo del equipo. A priori esto puede parecer una obviedad, pero me gustó cómo lo dijo. El reconocimiento de los profesionales a menudo revela la naturaleza genuina de los protagonistas del espectáculo, su verdadera trascendencia, y Casemiro, enfáticamente, señaló que Kroos regulaba la temperatura del Madrid a voluntad. Con su frialdad cerebral y su temperamento alemán, Casemiro reconoció que Kroos movía adelante y atrás la estructura del Madrid, subiendo o bajando las pulsaciones así lo fueran requiriendo las circunstancias del partido, como el que abre y cierra la llave del gas y como si Modric y el propio Casemiro fueran proyecciones mentales del “superordenador” de su cerebro. Esto es interesante también de cara a lo que ya estamos viendo (y al futuro inmediato del Madrid de Ancelotti) porque Casemiro ya no está y Kroos, como Modric, parecen cada vez más dos emperadores que delegan las funciones psicomotrices del equipo en validos jóvenes, fuertes y autoritarios. O sea, en Tchouaméni y en Camavinga.
El cambio se ha producido en nuestras narices sin que apenas nos hayamos dado cuenta. De un día para otro, el Madrid ha cambiado la tracción paquidérmica de la CMK por la hidráulica de Tchouaméni, Camavinga y por supuesto, Valverde. Lo de Valverde es curioso porque sus facultades físico-técnicas son tan considerables que de momento le está sirviendo a Ancelotti para aprovechar la erudición de Kroos y Modric protegiendo a ambos con su constante reflujo por la banda derecha. De modo que su transformación en box-to-box se está produciendo en el lado del carrilero, lo que antaño era el carril del 8. De momento Valverde lo aguanta todo porque es un animal de praderas infinitas, como Vinicius: la manera en que el brasileño, que ha nacido para derruir paredes en el área contraria, se sacrifica en defensa, puede observarse como un emocionante tributo a los viejos caudillos, que ya no pueden abarcar tanto terreno como antes. También, como otra evidencia más del crecimiento de Vinicius como futbolista. Su mejora es continua desde que debutó, pero especialmente manifiesta en el tiro a puerta y en la ayuda defensiva. ¿Cuál es el techo de este jugador? Si antes no lo veía, ahora me parece que debe estar en otra galaxia. Sólo le falta ganar un Mundial para que la opinión pública internacional deje de ubicarlo en un escalón inferior a Mbappé, del que ahora mismo no lo separa nada.
El cambio se ha producido en nuestras narices sin que apenas nos hayamos dado cuenta. De un día para otro, el Madrid ha cambiado la tracción paquidérmica de la CMK por la hidráulica de Tchouaméni, Camavinga y por supuesto, Valverde
Pero hablaba de la sala de máquinas del equipo. Ayer fue la primera vez que vi jugar a Tchouaméni. Tenía curiosidad. El Madrid ha permitido que una de sus piezas fundamentales se marche a Inglaterra entre otras cosas porque lo había fichado en junio a él. Y esas son palabras mayores. El chico es titular con la selección francesa y la selección francesa es la vigente campeona del mundo. Tampoco parece una broma y desde el principio Carletto lo ha puesto por delante de Camavinga, para mí el centrocampista con más proyección que he visto en toda mi vida. Algo tendrá. Si parte con ventaja en la titularidad es, creo, porque no juegan donde mismo, aunque Camavinga demostró la temporada pasada, en situaciones de win or go home, que de 5 es tan bueno como de 8 o de 10, aunque su lugar definitivo parece, como dice Hughes, ser más el de Modric que el de Casemiro. No obstante por lo que se vio contra el Español y por lo que se conoce de estos dos príncipes nubios, Tchouaméni y Camavinga están hechos para ser los dueños del centro del campo del Madrid ya mismo, no mañana o pasado ni la temporada que viene. La CMK, como la materia fecunda de la que está hecho el Universo, se ha transformado en el CTV, que no es el Corpo di Truppe Volontarie, sino la Santísima Trinidad con la que el Madrid está preparado desde hoy mismo para seguir mandando en el fútbol europeo.
Como dice Hughes en su crónica del domingo por la noche, con Tchouaméni y Valverde “el mediocampo muerde, roba y el Madrid es como un skyline al que le hubieran surgido, de repente, dos torres altas a las que hay que ir acostumbrándose. Es como si Madrid cargase su relieve capitalino, su horizonte de rascacielos por los campos de España, y el contraste por momentos es grande”. Este camino ya lo apuntó Zidane tras su regreso en marzo de 2019 al banquillo del equipo. Por aquel entonces Valverde estaba ya en el primer equipo pero no era indiscutible. El Madrid, que había tiranizado la Copa de Europa con un centrocampismo abusivo y total articulado en torno a futbolistas hipertécnicos de aliento largo, culo bajo y piernas cortas y poderosas, se estaba quedando atrás. Estaba ralentizándose y se hacía viejo. Zidane planteó una solución temporal que fue agrupar en bloque al equipo y aprovechar el poderío sapiencial de sus grandes mediocampistas para reducir los goles en contra y maximizar los goles a favor, pero aquella no podía ser sino una solución de emergencia. Antes había querido fichar a Pogba e insistió en ello. Ahora que vemos a Tchouaméni y a Camavinga, entendemos por qué: era necesario dilatar el campo, ampliar los espacios, conquistarlos, ensanchar al equipo por los costados y, sobre todo, acelerarlo. La clave del cambio es la velocidad. El Madrid de los príncipes nubios es un equipo rápido con unas piernas colosales ancladas a las costuras del campo, de tal manera que defender y atacar es un todo. El Madrid de Camavinga y de Tchouaméni juega en un permanente balance que convierte cada ataque del rival en un potencial contragolpe, un equipo “eléctrico” que conecta con el gran Madrid de Mourinho en 2012, una especie de revival.
La CMK, como la materia fecunda de la que está hecho el Universo, se ha transformado en el CTV, que no es el Corpo di Truppe Volontarie, sino la Santísima Trinidad con la que el Madrid está preparado desde hoy mismo para seguir mandando en el fútbol europeo
Se vio nada más saltar Camavinga. Sustituía a Modric con 1-1 en el marcador. El primer balón que toca es para tirarse un autopase tremendo con el que se quita de en medio a dos contrarios como el que se espanta una mosca. En dos zancadas se planta en el balcón del área del adversario y ahí ya las jugadas empiezan a temblar. Si Tchouaméni tuvo la cualidad omnímoda de Casemiro, principalmente en el quite, el corte y la anticipación, Camavinga desdobló el centro del campo del Madrid, y entonces sus alas cobraron verdadero sentido aniquilador: Vinicius y Valverde, pero sobre todo Vini, se asomaban a los vértices de la defensa del Español como auténticos estiletes, que es una palabra que se usaba mucho antes para aludir a los delanteros y que en su sentido original significa punzón. El Madrid se hizo punzante y por eso ganó el partido.
Este Madrid punzante, empero, no tiene ya ese control casi absoluto del tempo de los partidos. Sin embargo, la apuesta es someterlos a una voluntad física cuyo poder consiste en una exhibición olímpica de fuerza, algo así como la poesía futurista de Marinetti, expresada en aquel manifiesto: “afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad”. Esta velocidad aplastante se antoja decisiva en España y muy importante en Europa. El fútbol español lleva un lustro sudamericanizándose en el ritmo. Ayer me dio la impresión de que este Madrid es tan superior en la Liga española que paradójicamente y en la mejor tradición contemporánea, sólo puede perder el campeonato él mismo.
En la Copa de Europa, el Madrid fue azotado durante largas fases en las tres eliminatorias que lo llevaron a París y que consiguió ganar con el poder irresistible de su fe y de su voluntad. Y fue azotado precisamente porque los rivales lograron imponer su ritmo alto y tiránico.
Tchoaméni es alto pero bastante grácil. Recuerda en eso a Varane. Recuerdo que durante mucho tiempo en España y en concreto en una parte de la madridsfera se idealizó al centrocampista negro como a un prototipo mesiánico que había de advenir para refundar el fútbol moderno. El centrocampista negro era por antonomasia viril y plástico, muy alejado de la osteoporosis visual que evocaban Pablo García, Gravesen, Helguera…era la quintaesencia de Makelele y de Vieira: el centrocampista negro era un titán, el producto definitivo de las antiguas colonias francesas en África. En realidad, el modelo, depurado por el tiempo, se acerca mucho más a la escuela holandesa (Seedorf, Davids) que a la de los stoppers franceses, cuyo máximo exponente siempre será Mahamadou Diarra. Tchouaméni parece un cruce entre la superioridad atlética francoafricana y el virtuosismo genético de los brasileños. Camavinga, lo que dijeron que iba a ser Pogba, pero sin su histrionismo ni su absurda autoconfianza.
Si antes no veía el techo de Vinicius, ahora me parece que debe estar en otra galaxia. Sólo le falta ganar un Mundial para que la opinión pública internacional deje de ubicarlo en un escalón inferior a Mbappé, del que ahora mismo no lo separa nada
Camavinga y Valverde ya están testados en las cumbres. La 14 ha sido su bautismo de fuego. De Tchouaméni se espera otro tanto, pero aún hay que verlo. La cosa promete. Con la marcha de Casemiro se perfila un centro del campo rico en recursos: Ceballos parece que va a renovar y en el horizonte se atisba a Fabián, otro interior sevillano de perfil quietista, alto, muy técnico, probado en la élite pero segundo espada. Si continúa Ancelotti (y eso es mucho suponer en el Madrid), el año que viene podemos contemplar un centro del campo a dos velocidades compuesto por el pulmón y acero de la CTV y una brigada de repuesto puramente española, mejor dicho andaluza, quizá también con la incorporación de Arribas o de Antonio Blanco, que sea suficiente para mantener el aliento en la competición doméstica. Lo que parece seguro es que el Madrid mantiene su apuesta por condensar en la medular el futuro de la institución, apurando las gotas del inmenso talento de Benzema, Modric y Kroos, ante la ausencia de grandes figuras ofensivas asequibles en el mercado. Lo que se suponía transición dramática entre el mejor centro del campo de la historia del Madrid y su continuación inmediata se ha empezado a producir sin sobresaltos, lo que me lleva a pensar que el tardoflorentinismo es ante todo una aproximación tranquila al futuro. Una síntesis serena, ¡la tercera vía!
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"Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos " No estoy de acuerdo. Creo que usted es un crack. Estupendo artículo.
Tengo la sensación que aquello tan temido por los escritores, el síndrome de la hoja en blanco, es algo que no va con él. Que no ha sido experimentado por un autor que abruma con ese descarado e insolente estilo : 'como le da la gana" ( he preferido cambiar la expresión original, por su contundencia un tanto vulgar ...)
Excelente artículo
que cosa excelente!!! pues lo que le sigue, Maestro!!!