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El Madrid de los García

El Madrid de los García

Escrito por: John Falstaff26 marzo, 2020
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Mi Real Madrid favorito

El Real Madrid de los García

 

El Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García sino el de mi infancia, el del tiempo en que siendo un niño me hice madridista porque qué otra cosa puede hacer quien aspire a alimentar un cierto sentido del honor. El Madrid de los García fue la teta de la que se nutrió mi afición al fútbol, la ubre bigotuda (el Madrid de los García era un Madrid de bigotes) de la que mamé las primeras alegrías y las primeras decepciones, como aquella final en París, dónde si no que en aquel París que aún representaba la promesa lejana de felicidad en un tiempo en que España salía del blanco y negro pero todavía miraba allende los Pirineos como si fuera Sabrina contemplando bajo un árbol la fiesta de los señores, a una distancia tan corta como aparentemente insalvable.

El Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García sino el Madrid de los guerreros de entreguerras, el de los hombres en los tiempos sórdidos y bravos del Damned United, el de la época en que las tibias rotas se trataban con un trago de whisky, y al final de la batalla no esperaba otra gloria que un cierto alborozo de tacos largos y vuelo corto, y acaso un par de cervezas. El Madrid de los García tuvo que buscarse la vida en aquella época en que los españoles no sabíamos idiomas y el fútbol hablaba un inglés más cerrado que nunca, declinando ad nauseam et ad maiorem Dei gloriam la palabra patada, ya fuera al balón o a la pierna del adversario; un fútbol esencial, directo e inmisericorde, de un romanticismo canalla que no se manifestaba a través de efusiones líricas sino mediante una épica de barro, sudor y pitillo. El Madrid de los García se empeñó en meter la cabeza en un fútbol que metía la pierna, y a ese paisaje inhóspito y a ese terreno hostil se aferró con esa determinación que tan bien conocemos los madridistas, y que constituye el verdadero tejido de que está hecha nuestra camiseta.

el Madrid de los guerreros de entreguerras, el de los hombres en los tiempos sórdidos y bravos del Damned United, el de la época en que las tibias rotas se trataban con un trago de whisky, y al final de la batalla no esperaba otra gloria que un cierto alborozo de tacos largos y vuelo corto

El Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García sino el Madrid del orgullo incólume del perdedor, un Madrid que no emocionaba con su fútbol sino con la intrepidez de aspirar a lo que le resultaba inalcanzable, con la ambición que le proporcionaba el saberse portador de la exigente tradición que el escudo representa, con la determinación callada y viril con la que acudía al combate, un combate cuyo resultado podía ser incierto pero en el que el arrojo se daba por descontado. El Madrid de los García jamás aspiró a la gloria, porque bastante tenía con mantener la cabeza erguida contra el viento duro que entonces era el fútbol, con sostener la mirada a melenudos de semblante hosco y escupitajo fácil, a leñadores que aún no habían cedido su lugar en el césped a bailarinas de malla y tutú, y sin embargo siempre ambicionó la victoria y la grandeza. El Madrid de los García podía perder, incluso a manos de alguien de tan escaso pedigree como Alan Kennedy, y podía hacernos llorar ante la ilusión desvanecida, pero nunca osó hurtarnos la posibilidad de sentirnos orgullosos de su lucha y de su coraje, de su plantarle cara al destino, de su negativa a aceptar lo inevitable; qué mayor muestra de madridismo -o sea, de amor- podríamos pedirle.

El Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García, aunque también fuera el de los García Remón, García Navajas, García Cortés, García Hernández o Pérez García, sino el Madrid de los superhombres, el de los seres tocados por el dedo de Dios, los ungidos que convirtieron el fútbol en el verdadero teatro de los sueños, en un territorio donde se daban cita la grandeza, el orgullo, el esfuerzo y la superación. El Madrid de los García fundó, a mis impresionables ojos de niño, un olimpo luminoso e inocente, un rincón donde la belleza y la emoción respiraban puras, limpias del polvo de los caprichos de diva y de la paja de tatuajes, peinados y atuendos extravagantes; un refugio al que mi mirada desengañada de adulto vuelve una y otra vez en busca de esa emoción primera y sin mácula, de esa ingenuidad sin la cual el fútbol pierde no ya su nobleza sino acaso su razón de ser, y que se torna tanto más necesaria cuanto más avanza uno por la vida, esa ladrona que siempre acaba robándonos la inocencia. El Madrid de los García representa para mí, de esta manera y a pesar de que los madridistas hayamos disfrutado de equipos que han engrandecido en mucha mayor medida el palmarés del club, lo mejor del madridismo, que es casi tanto como decir lo mejor de la vida.

Stielike, Agustín, Sabido, G Cortes, G. Navajas y Camacho; Pérez García, Del Bosque, Santillana, García Hernández, Isidro

Porque el Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García sino, digámoslo de una vez, el Madrid de Miguel Ángel, portero bajito cuyas acrobáticas pajaritas intentaba imitar yo en los campos de tierra del colegio, como atestiguaban los rasguños en mis rodillas y los rapapolvos de mi madre al llegar a casa con la ropa perdida de barro. El Madrid de los García fue el Madrid de Camacho, ese huracán que vino de Murcia para enseñar al mundo lo que es la lucha, la pelea, la dedicación, la superación de las mayores dificultades -incluida aquella gravísima lesión en sus primeros años- y, sobre todo, la voluntad indomable de triunfo; en definitiva, para encarnar lo más noble y más emocionante de que está hecho el madridismo. El Madrid de los García fue el Madrid de Stielike, aquel alemán que fichó Bernabéu porque, como habría dicho su sucesor cuarenta años después, había nacido para vestir nuestra camiseta, y que era el ejemplo de lo que cualquier profesional debería ser y el faro en el que cualquier jugador de nuestro equipo debería mirarse: entrega, compromiso, calidad, despliegue físico y, por encima de todo, una incapacidad innata para darse por vencido, para aceptar la posibilidad de la derrota. El Madrid de los García fue el Madrid de Juanito, que representaba la alegría, el optimismo, el carisma, el fútbol espiritoso, ágil, fogoso e incluso impetuoso, el orgullo de vestir la camiseta, la capacidad para aglutinar en torno a su persona la fuerza irresistible del madridismo, un madridismo que desbordaba su pequeña figura y rebosaba, efervescente e incontenible, por cada poro de su piel. El Madrid de los García fue incluso el Madrid de Laurie Cunningham, aquel inglés que vino de las islas por un precio astronómico y que no sólo encaraba las defensas con audacia y electricidad, sino que además tenía el atrevimiento de ser negro en una época en que el fútbol era cosa de blancos.

Pero si el Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García sino el de los dioses citados, no hubo otro dios que alcanzase la altura celestial de Santillana, aquel chaval que llegó de tierras montañesas para convertirse en el delantero centro más legendario de la historia del Real Madrid, sin más herramientas que un prodigioso remate de cabeza y, sobre todo, una voluntad de hierro, discreta y callada pero insobornable, una inteligencia extraordinaria y una nobleza natural perfectamente compatible con la competitividad y el afán de superación. Para quienes no padecemos de miopía, Santillana es el mejor jugador de fútbol de la historia, y nadie logrará jamás convencerme de lo contrario, porque fue él y no otro quien ahormó mi madridismo, quien me enseñó los valores del club, quien encendió mi amor inextinguible por el Real Madrid hasta el punto de identificar -todavía hoy- al Real Madrid con su figura. Fue Santillana quien llegó al club sin hacer ruido y sin pedir perdón, fue Santillana quien a fuerza de tesón, serena confianza en sus posibilidades, trabajo y más trabajo, escribió su nombre de manera indeleble en la historia del club, y fue Santillana quien, llegado el momento, se hizo a un lado para dejar paso a un tal Butragueño con la misma elegancia con la que la Mariscala, sabedora de la inutilidad de luchar contra el paso del tiempo, renuncia a su joven amante en el final de El caballero de la rosa. Habrá habido madridistas de más calidad y con mejor palmarés que Santillana, e incluso los habrá más determinantes que él; pero ningún futbolista de nuestro equipo ha conseguido ni conseguirá jamás que mi alma vibre de la forma en que aún lo hace cuando oye mencionar su nombre.

Santillana es el mejor jugador de fútbol de la historia, y nadie logrará jamás convencerme de lo contrario, porque fue él y no otro quien ahormó mi madridismo, quien me enseñó los valores del club, quien encendió mi amor inextinguible por el Real Madrid

En fin, el Madrid de los García nunca fue el Madrid de los García, y puede que tampoco fuera el Madrid que dejó tan honda impresión en mis ojos de niño: es posible que la realidad fuera más prosaica y que para conocerla con precisión haya que despojarla del velo dorado con que a menudo la recubrimos al evocar el pasado. Pero así está aquel Madrid grabado a fuego en mi memoria y así debe seguir estando. Al fin y al cabo, qué importancia tiene la realidad cuando los recuerdos son tan hermosos.

 

Mi Real Madrid favorito

1-El Real Madrid de Capello

2-El Real Madrid de Di Stéfano (años 50)

3-El Real Madrid de Mourinho

4-El Real Madrid de Zamora

5-El Real Madrid de la Quinta del Buitre

6-El Real Madrid de los Galácticos

7-El Real Madrid de Miljanić

8-El Real Madrid de la Quinta del Ferrari

9-El Real Madrid de la posguerra (años 40)

10-El Real Madrid de los García

11-El Real Madrid de Valdano

12-El Real Madrid Ye-yé

13-El Real Madrid primigenio (1902-1924)

14-El Real Madrid del "4 de 5"

 

 

En el prosaico mundo real me llaman Eduardo Ruiz, pero comprenderán ustedes que con ese nombre no se va a ninguna parte, así que sigan llamándome Falstaff si tienen a bien. Por lo demás, soy un hombre recto, cabal y circunspecto. O sea, un coñazo. Y ahora, si me disculpan, tengo otras cosas que hacer.

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8 comentarios en: El Madrid de los García

  1. Guebos , personalidad , honradez y madridismo repartidos por igual por todas las hierbas del mundo . Odiados y temidos en todos los cercados donde se practicaba el futbol , autobuses apedreados , jugadores lesionados , butanos incendiando las ondas , mentiras repartidas por la prensa y así , así , así gana el Madrid . Antimadridismo en estado puro .
    Mi dios , por supuesto , SANTILLANA .

  2. Gracias Falstaff por hacerme llorar, qué bello artículo. Y gracias por ayudarme a decidir cuál era mi Madrid después de leer los distintos artículos de esta saga. Mi Madrid también es el Madrid de los García, aunque debería decir el Madrid del “nunca se rinde”, “la camiseta y el escudo son sagrados”, “90 minuti son molto longos”. Ese es mi Madrid, porque es el Madrid que mamé de chaval, junto al Madrid del que me hablaba mi padre, el de Di’Stefano, Puskas y Gento, el Madrid invencible. Y es el Madrid que siempre busco en los distintos “Madrides” que han ido viniendo a continuación.
    Para terminar, una anécdota viejuna. Por esa época iba yo, con mis amigos del barrio, los miércoles de Copa de Europa a ver al Madrid de baloncesto, al antiguo pabellón de la antigua Ciudad Deportiva de la Castellana. Por 50 pesetas nos sentábamos en el gallinero del lado norte. Y ¿quién se sentaba en la fila de delante justo de nosotros todos los miércoles? Pues García Hernández. Allí, con su novia, con nosotros, los chicos de barrio, con la plebe, gritando y animando a nuestro equipo de baloncesto, con toda naturalidad y simpatía hacia todo el mundo que se le acercaba, poca gente, la verdad, porque en aquella época no éramos tan pesados con las “celébrities”, si eso se puede decir del bueno de Paco. En fin, no lo olvidaré nunca.
    Saludos agradecidos y emocionados.
    ¡Hala Madrid!, jo*er.

  3. Impresionante artículo que me ha llenado de nostalgia, pues yo también pertenezco al Madrid de los García.
    Recuerdo perfectamente el partido de vuelta de las semifinales de aquella Copa de Europa 1980-81, en San Siro contra el Inter de Altobelli. Sufrimos como perros en un ambiente hostil y nos metimos en la final de París. Luego llegó mi primera gran decepción al no poder ver mi primera Copa de Europa con 14 años y tuve que esperar hasta 1998 para poder disfrutarla.
    Grandes recuerdos de aquellos jugadores que se entregaban en cada partido con honestidad y sacrificio.
    Santillana era mi ídolo de juventud.
    Enhorabuena por el artículo

  4. Carlos Alonso "el puma" Santillana, no puedo más que emocionarme cuando recuerdo a Héctor del mar en radio Intercontinental radiar los golazos de Santillana al Inter de Milán y a tantos otros, son recuerdos sagrados de juventud y yo tambien pertenezco al Madrid de los García el cual iba sobrado de casta y pundonor con gotas mágicas de Cunnimgham, la electricidad del Supersónico Juanito y los vuelos imposibles del puma Santillana, Hala Madrid por siempre!!!!

  5. Ole y olé.
    Aquí es cuando yo soy consciente que soy del Madrid. Sobre todo recuerdo que la liga la gana la Real y luego el Atlethic. De la final de la copa de Europa con el Liverpool no lo recuerdo y ya tenía 6 años.
    Así que mis primeros recuerdos eran perder ligas en el último partido, para que luego digan. Luego llegó la quinta con muchos de estos y ahí cambió la cosa. Faltando la orejona.

  6. "SANTILLANA ES EL MEJOR JUGADOR DE FÚTBOL DE LA HISTORIA, Y NADIE LOGRARÁ JAMÁS CONVENCERME DE LO CONTRARIO, PORQUE FUE ÉL Y NO OTRO QUIEN AHORMÓ MI MADRIDISMO, QUIEN ME ENSEÑÓ LOS VALORES DEL CLUB, QUIEN ENCENDIÓ MI AMOR INEXTINGUIBLE POR EL REAL MADRID", suscribo palabra por palabra lo escrito.
    Santillana es quien me hizo ser madridista hasta la médula y eso te marca de por vida.
    SANTILLANA... el Real Madrid.. y NADA MÁS!

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Lamine Yamal es muy joven.

Enormemente joven.

¿Y?

#portanálisis

👉👉👉 https://www.lagalerna.com/lamine-yamal-es-muy-joven-y/

En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

La explicación completa, aquí

👇👇👇

Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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